Tras lanzarle una mirada que la disuadía de protestar, Christopher sacó la cartera y se hizo cargo de la cena. Demasiado concentrada en cómo mantener sus desbocados latidos a raya, se quedó en
silencio, levantándose cuando él lo hizo y siguiéndole a fuera.
—Creo que me gusta más la Dulce protestona que nunca está de acuerdo con lo que digo. Esta Dulce silenciosa me confunde.
—¿Qué? —preguntó, había estado tan abstraída que no se había dado cuenta de la broma.
—Estoy replanteándome que sea buena idea besarte, te dejo demasiado trastocada con mi pericia.
—¡Maldito presuntuoso!
—¡Esa es mi chica! —La alabó mientras se dirigían al lugar donde estaba estacionado el vehículo.
—¿Te gusta que te lleve la contraria?
—No pongas esa cara, a mí también me sorprende. Normalmente me gustan mimosas y dulces, en cambio tú eres todo lo contrario a eso y me tienes loco.
Dulce se estremeció, ya sabía que ella no entraba dentro de los cánones que Ucker buscaba en una mujer, pero él lo había dicho con tanta naturalidad que no supo cómo tomarse el comentario.
En ese instante llegaron al coche y Christopher le abrió la puerta con exagerada cortesía. La electricidad que había fluido entre ellos en el restaurante volvió a activarse en cuanto estuvieron
solos en aquel pequeño espacio.
Sin mirarla, sabedor de que si lo hacía no saldrían nunca de allí, metió la llave en el contacto y arrancó el motor, ansioso por llegar a su destino.
—¿Pongo música? —preguntó con intención de romper el silencio incómodo, y ocupar la mente en otra cosa que no fuera la calma con la que iba a desnudarla y amarla.
En la ida no había sido necesaria ninguna distracción, habían ido hablando e incluso bromeando, pero ahora, tras el tórrido beso y las confesiones, se hacía imprescindible quebrar la tensión y
calmar los encendidos ánimos.
—Claro. Yo nunca digo que no a eso. —Bromeó ella, con menos seguridad que antes.
Soltando una mano del volante y alargando el brazo, presionó el botón que encendía el lector. Un instante después, el inconfundible sonido de los chelos inundó el vehículo.
Dul agrandó los ojos por la sorpresa y Ucker tensó los brazos en el volante. Sintiéndose descubierto.
—¿Elgar? —preguntó ella con el pulso martilleándole en los oídos—. ¿Te has comprado un cd de Elgar?
—Claro que no. Es la radio, no seas ridícula.
Dulce sonrió interiormente, pero no dijo nada más. ¿Podría ser que después de todo realmente estuviera interesado en su persona?
—Me gusta la música clásica, de hecho Led Zeppelin es un clásico. —Se defendió él.
—Lo sé. Últimamente me he aficionado a escucharlos. —Confesó con la intención de aligerar su
incomodidad, descubriendo su propio secreto.Ucker sonrió más relajado, y por primera vez desde que habían entrado en el vehículo, se permitió mirarla.
Dulce tenía las mejillas sonrosadas y los labios entreabiertos y húmedos. Se imaginó a sí mismo pasando su lengua sobre ellos, abrasándose en su suavidad, saboreando su dulzura. Su piel rosada
por la caricia de sus dientes…
Molesto por no poder hacer en ese instante lo que tanto ansiaba, centró de nuevo su atención en la carretera, y se dedicó a repasar mentalmente las tablas de multiplicar: dos por cero es cero, dos
por uno dos, dos por dos es dos, dos por tres es tres, dos por dos es cuatro…
¡Cinco minutos!, se dijo, cinco minutos y podré besarla cuanto quiera, y me permita.
Tres minutos después, Christopher apartaba con delicadeza las manos de Dulce de la cinturilla de sus pantalones. El más suave de los roces, si venía de ella, le hacía temblar de deseo, aunque ya
puestos, su propia imaginación bastaba y sobraba para conseguir ese efecto en su cuerpo.
—No. —Pidió con convicción—. Esta vez me lo voy a tomar con calma.
Tengo que compensar a cada centímetro de tu encantador cuerpo por haberlo desatendido la primera vez.
—Ya se sintió compensado las siguientes veces. —Replicó volviendo a intentar desabrocharle los vaqueros.
—Puede ser, pero con la sexta vez volví a darle de lado, y no puedo perdonarme el descuido.
—Humm, no recuerdo esa vez — dijo riendo, pero apartando las manos.
—¿Insinúas que exagero mis dotes amatorias?
—Yo jamás haría algo así. —Se defendió Dulce , que se había sentado descuidadamente sobre la cama—. Debe de ser que tengo mala memoria.
—Lástima, yo que me lo había tomado como un reto el demostrarte lo que soy capaz de hacer.
—¡Exageras! —alegó con rapidez.
Tal y como se había prometido, Ucker se tomó su tiempo en desnudarla, pieza a pieza fue despojándola de todo hasta que lo único que la cubría fue su propia piel sobre la de ella.
Sus hábiles dedos recorrían el cuerpo que segundos después sus dientes mordisqueaban, su lengua lamía y sus labios besaban.
Dul había cerrado los ojos con fuerza para absorber mejor cada una de las sensaciones que la embargaban.
Ucker la llevaba al límite con la boca para dejarla anhelante después; sin terminar lo que empezaba, la tortura era desesperante y deliciosa al mismo tiempo.
Y justo cuando había estado a punto de gritar mezcla de frustración y de placer, él apartó sus labios y pellizcó con pericia el sensibilizado botón, mientras deslizaba dos dedos en su
cuerpo y los movía con lentas y certeras acometidas.
Dulce gritó cuando el clímax sacudió sus entrañas, al tiempo que su mente se activaba en busca de una revancha.
Tardó unos segundos en ser capaz de moverse, pero cuando por fin pudo hacerlo, se retorció hábilmente debajo de él, enrollando una pierna en su cadera, y los hizo girar a ambos,
tomando el control de la situación.
—Creo que te debo un par de… atenciones.
—No me escucharás quejarme.
—Seguro que no. —Ratificó tumbándose sobre él para besarle con ansia.
Sus pezones, todavía endurecidos por el deseo marcaron la piel del pecho de Christopher , hipersensibilizada por la acuciante necesidad de ser acariciada.
—Pon las manos debajo de la cabeza.
—Quiero tocarte.
—Por favor. —Pidió volviendo a seducirle con su boca—. Hazme feliz a mí y yo te haré feliz a ti.
Rendido por el modo como lo había convencido, Ucker hizo lo que ella le pedía.
— No te muevas —dijo mientras bajaba de su regazo y salía fuera de la habitación para regresar, un minuto después, con un botellín de agua.—Ven aquí —dijo él al tiempo que se incorporaba un poco en la cama.
Como respuesta, Dulce abrió la botella que sostenía en sus manos y bebió con la mirada fija en él.
—Voy a tener que rogar. —Adivinó.
La sonrisa de ella le respondió sin necesidad de palabras.
—Ven, por favor. Ahora te necesito mucho más cerca.
Sin soltar la botella, se aproximó hasta él.
—Túmbate.
—¡Encantado!
Dando un último trago se colocó de rodillas en la cama, a la altura de sus caderas.
—Las manos bajo la cabeza. —Le recordó, y sin darle tiempo a rechistar se inclinó sobre su miembro y lo hizo desaparecer en su boca.
—¡Wow! —Gritó al notar la frialdad
producida por el agua helada que ella había ingerido—. Eres perversa. ¡Me encanta!
Instintivamente acercó sus manos hasta el cabello femenino y, como castigo por su desobediencia, Dulce dejó de succionar y se incorporó con una sonrisa de censura.
Ucker volvió a colocar sus brazos en la posición que ella le había pedido.
Complacida por el gesto, Dulce abrió la botella y terminó de beber el líquido que quedaba, reteniéndolo unos segundos en su boca para mantener el frío más tiempo.
Tras tragar, lo tomó de nuevo y lo succionó con fuerza mientras su lengua jugueteaba con su excitada dureza, y sus manos acariciaban el resto de su anatomía.
Clavando los dedos en su cuero cabelludo, Ucker se rindió al placer al que se veía abocado por las atenciones de la mujer que le observaba sonrojada y con los ojos brillantes por el deseo.
—Adoro tus pecas —dijo cuando por fin recuperó el habla.
—Eso no es cierto. Por lo que veo parece que mis besos también te nublan el entendimiento. —Ronroneó deslizándose por su cuerpo hasta llegar a la altura de su rostro.
—Ambas cosas son ciertas, adoro tus pecas y tus besos me vuelven loco.
—Demuéstralo. —Le pidió al sentir que estaba preparado para el siguiente asalto.Antes de que pudiera parpadear siquiera ya la había tumbado de espaldas y estaba hundiéndose en su cuerpo, deslizándose tan adentro que Dul pensó que iba a romperse en pedazos. Los envites eran largos y lentos, se tomaba su tiempo en cada movimiento, de manera que sentía cada
centímetro de su longitud hundirse y salir de ella después.
Instándolo a que se moviera más rápidamente, clavó las uñas en su perfecto trasero, y se arqueó contra su cuerpo, buscando una penetración todavía más profunda.
—Me vuelves loco. Si acelero no podré parar.
—Pues no lo hagas. —Pidió con una mezcla de jadeos y gritos—. No pares nunca.
Ucker flexionó los brazos, sobre los que se mantenía erguido, y se tumbó sobre ella, atento para no dejar caer por completo su peso. Pasó las manos por detrás de sus rodillas para levantarlas y
bombeó con fuerza y velocidad, llevándoles al clímax al mismo tiempo.
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Dulce Maria No Deshoja Margaritas
FanfictionLa música es lo más importante en la vida de Dulce María su trabajo, su manera de expresarse, su pasión...