Los ensayos y sus encuentros con Christopher habían ocupado todo su tiempo. Hasta el lunes no había vuelto a saber de él, desde que el sábado anterior hubiera ejercido de despertador para que no llegara tarde a un ensayo general.
Dulce había tenido el móvil en la mano infinidad de veces con intención de llamarle, pero siempre terminaba por echarse atrás. En eso estaba cuando comenzó a vibrar en su mano. Esperó a
que sonara un par de veces más, no era cuestión de parecer demasiado ansiosa, y respondió con el tono más casual que pudo articular:
—¡Qué sorpresa!
—Hola, Dul. ¿Te apetece tomarte un café conmigo? Necesito que me eches una mano en un tema que dominas.
—Claro. ¿Va todo bien? —preguntó, desconcertada.
—Sí, es un tema laboral. ¿Podemos vernos ahora?
—Claro, pásate por casa. —Ofreció.
Estaba sola y no preveía que May fuera a volver pronto.
—Voy para allá. —Aceptó antes de colgar.
Un segundo después, tras colgar, Dul corría hacia su dormitorio para revolver entre su ropa en busca del conjunto perfecto. Sin embargo, no llegó a abrir el armario, cuando se dio cuenta
de lo que iba a hacer le sobrevino un ataque de risa que la tuvo retorciéndose en el suelo varios minutos.
Al final iba a tener que darle la razón a May, y el amor lo podía todo o casi todo, aunque no tanto como para dejar de ser ella misma. Si Christopher tenía que quererla que fuera por ser quien era.
Levantándose del suelo, regresó al salón para esperar a su invitado, no sin antes pasar por el cuarto de baño y echarse unas gotitas de colonia. Una cosa era ser fiel a una misma y otra muy
distinta era no aprovechar las ventajas, ¿no decía que le gustaba su aroma? Pues ahí le iban dos tazas.
Ucker se presentó en su casa quince minutos después con una gran carpeta y lápices de diversas numeraciones, despertando su curiosidad.
—¿Ibas a salir a correr? —preguntó en cuanto entró al piso.
—No.
—Estupendo, porque tengo mucho que contarte —dijo, apartándole un mechón de cabello de los ojos que se había soltado de la coleta
—Pues cuenta. —Pidió, sintiendo que la piel le ardía ahí dónde la había tocado.
Le explicó cómo en Alcolea, tras escucharle tocar a Elgar había tenido la idea de que el aspecto externo del museo que estaba diseñando fuera una mezcla de los elementos que iba a albergar: música, pintura y escultura y libros ya que contendría un bien nutrido archivo relacionado con las artes pictóricas y musicales.
Y era en ese punto en el que necesitaba su ayuda. No sabía nada sobre partituras o lectura musical, y ese era uno de los elementos que quería fundir con el diseño.
Durante los siguientes días Dul le mostró las diversas claves musicales, las escalas, cualquier concepto que Ucker no conociera y que pudiera ser sensible de ser utilizado en su proyecto.
Si su proyecto ganaba el concurso, le aportaría no solo una inyección de capital, sino también prestigio, lo que le facilitaría nuevos trabajos.
Siguieron trabajando en ello mientras conducían de camino a sus clases en La cajita de música, mientras compartían un café o a través del teléfono.
La excusa del museo les había servido para acercarse, no es que no hubieran tratado el tema largamente, es que cuando todo quedó claro siguieron las llamadas, los cafés y las charlas.
Cuando llegó el viernes, fecha del estreno de los únicos tres conciertos que iba a dar Lucía Leiva en el Palau de la Música, Christopher ya tenía cerrado prácticamente su proyecto y Dul, su viaje a Alcolea.
Las únicas personas que sabían de él eran Anny, que había vuelto a darle las llaves de la casa de su familia, y May, su compañera de piso. Y cada una por su cuenta se habían mostrado reacias a que se marchara.
La primera que protestó fue Anahí, y sus motivos para no querer que viajara fueron poco convincentes para la chelista:
—No puedo creer que te vayas ahora, cuando estoy en medio de los preparativos para mi boda.
—No seas exagerada, ni siquiera tienes fecha todavía. —Le recordó—. Y tampoco es que piense quedarme tanto tiempo. Solo tengo una semana de vacaciones.
—¿Una semana completa? ¿Y mi boda?
— ¿Te refieres a tu hipotética boda? ¿La que no tiene fecha? —Insistió.
—Pero eso no significa que no tenga mil cosas que hacer y que te necesite a mi lado para que me apoyes. —Su tono lastimero estuvo a punto de hacerle flaquear.
—Te apoyaré incondicionalmente cuando vuelva. Solo estaré fuera unos días, necesito un descanso. Estas últimas semanas me han agotado tanto física como mentalmente. —Confesó con cansancio.
Anny se fijó en su aspecto, no cabía duda de que estaba cansada, los ensayos, las clases de los niños, Ucker… Ucker… Sí, necesitaba un descanso, el problema era que no sabía hasta qué punto iba a ser bueno para ella alejarse del arquitecto.
—De acuerdo. Puedo esperar. — Aceptó.
Después de la conversación con su amiga había ido a hablar con administración y había solicitado los días libres de vacaciones que le quedaban del año anterior. Bertram no había puesto ninguna pega ya que se marcharía el domingo tras la última representación. Justo en el lugar en el
que se encontraba en ese momento escuchando cómo el público agradecía su trabajo y su dedicación aplaudiéndoles y poniéndose en pie.
La diva salió de nuevo al escenario mientras los músicos seguían sentados con sus instrumentos en las manos.
—¿Por qué te vas ahora? —Inquirió May observando cómo preparaba su maleta.
—Voy a aprovechar los días de vacaciones que me quedan. Si no me las cojo antes de abril, las perderé.
—¿Por qué no te los coges para las Fallas?
—Me gusta trabajar en Fallas — respondió desconcertada por el interés de sus amigas en que no se tomara unos días de descanso.
—¿Te vas por nosotros?
—¿Nosotros?
—Héctor y yo. ¿Te molesta que ahora sea monógama y él pase tanto tiempo aquí? Ya le he avisado de que baje la tapa del inodoro después de usarlo, pero es un hombre. Es genéticamente imposible que aprenda a hacerlo. —Se quejó.
—¡Eres tremenda!
—Me lo tomaré como un cumplido —comentó May, al tiempo que sacaba el vestido rojo del armario y se lo lanzaba para que lo guardara en la maleta—. Nunca se sabe si nos va a hacer falta marcar curvas.
—Lo dicho, eres tremenda. Y no, no es por ti por lo que me voy, tú eres una de mis mejores amigas y Héctor es un encanto. Me alegro por vosotros, sobre
todo me alegra ver que por fin has pasado página. Además deberías estar dando saltitos porque voy a dejarles la casa para ustedes solos.
—¿Se lo has dicho a Christopher?
—¿Decirle qué?
—Que te marchas unos días a Alcolea.
—La verdad es que no. Estoy segura de que no le interesa lo que haga ahora, que ya ha terminado su proyecto para el museo.
—Tienes razón, ¿por qué iba a interesarle? Ahora ya tiene lo que quería de ti —contestó May con mala cara, antes de darse la vuelta y salir del dormitorio de Dulce sin siquiera
despedirse.May tenía alergia al polen, se lo descubrieron cuando era una niña y desde entonces se había mantenido lo más alejada posible de las flores y su molesto polvito, básicamente por dos
razones: la primera que los antihistamínicos que tomaba en épocas en las que esconderse era imposible le daban un hambre voraz, y la segunda y más importante, porque la alergia le
confería un aspecto de payado (nariz roja e hinchada y ojos llorosos y ojerosos) con lo que su imagen bajaba varios puntos en su escala de perfección.
Pero, una amiga era una amiga, se dijo, y Dulce se había ganado con creces el título.
Nada más apearse del coche se dio cuenta de que había sido una mala idea calzarse los stilettos, pero ya era demasiado tarde para lamentaciones.
Con paso cuidadoso para no resbalar entre tanta arena y piedras, pero firme, se adentró en el vivero Paraíso e instantes después, le sobrevino el primer ataque de alergia:
—¡Achis! ¡Mierda! —murmuró.
Uno de los empleados, con una chapa acreditativa en su uniforme: Joan, se acercó a ella con una sonrisa amistosa.
—¿Puedo ayudarla en algo? — Ofreció mirando con disimulo sus zapatos.
—Sí, muy amable. ¿Puede decirme dónde puedo encontrar a Anahí ? ¡Achis!
—¡Salud!
—Gracias.
—¿Anahí? Está en la parte de fuera. Con los geranios —indicó señalando la dirección correcta con el dedo índice.
—Gracias.
—De nada.
De nuevo la maldita alergia, se dijo, molesta.
—¡Achis, achis, achis!
—¡Salud! —dijo una voz conocida con cierto humor.
—¡Gracias! —Por instinto, se giró para ver a la persona que le había hablado y se topó con una sorprendida Anny —. ¡Qué bien que seas tú!, ¡tenemos que hacer algo hoy mismo!
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Dulce Maria No Deshoja Margaritas
FanficLa música es lo más importante en la vida de Dulce María su trabajo, su manera de expresarse, su pasión...