Capitulo 4

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Mientras todos terminaron de acercarse a darle la bienvenida cálidamente de vuelta a Luisi. Esto logró que pudiera relajarse un poco más al sentirse cuidada y protegida, sabía que ahí eran todos buenos porque siempre lo habían sido con ella, inclusive muchas veces se creaba un grupo donde iban a la sala de descanso y allí jugaban a las cartas, cenaban, escuchaban música.

Ya los conocía de sobra, con muchos de ellos había entablado un lazo de amistad como por ejemplo son Sebas y Marina, pero debido a que se fue de allí y no volvió más, también se alejó de aquel grupo por la vergüenza que había sentido y que no quería volver a pasar, ni mucho menos relacionarse con nadie, pero también sabia que ellos no tenían la culpa de nada, no había hecho más que protegerla de la situación inclusive llevando a Gabriel de allí de inmediato y dándole una hostia que la iba a recordar toda su vida probablemente, se había metido con la hija del jefe y eso era realmente grave.

A Luisita ya de por sí siempre le había le había costado relacionarse con las personas, era sumamente tímida y le costaba adaptarse a los grupos, pero justamente el del cuartel había sido el único grupo que había sido capaz de sentirse cómoda, pero cuando todo explotó sintió que ya nada iba a volver a hacer lo mismo, y cuando sufres ansiedad generalizada, cualquier situación que pueda llegar a ser incomoda, es la peor tortura para la propia mente, la capacidad para crear escenarios en las que las personas te juzgan, te discriminan, te identifican como si fueras una persona rara, algo fuera de lo que la sociedad condicionalmente piensa que se considera normal por no poder relacionarte como es debido.

El almuerzo había ido más que bien, Luisita se había sentido cómoda, se había reído y se sentía como en los viejos tiempos, nada había cambiado y se sentía agradecida por aquellas personas que sabían cómo hacer sentir bien a los demás integrándolos a su grupo.

— Luisi, me pone muy contenta que estés aquí, te he echado de menos — Dijo Marina sentándose a su lado.

— Gracias Marina, lamento haberme ido así... — Respondió cabizbaja

— De eso nada, no tienes porqué pedir perdón, lo bueno es que estás aquí de vuelta ¿no? — Dijo sonriendo.

— Si, espero poder estar tranquila

— Lo estarás, como los viejos tiempos — Le guiño el ojo

— Y dime ¿Qué tal estás? ¿Sigues... — Se asomo para hablarle bajito a su oído — Con Fede?

Marina sonrió — Si, pero ya sabes el miedo que le tiene al noviazgo, nos vemos a veces pero ya estoy empezando a cansarme, siento que necesito estabilidad con alguien y con él no la siento.

— Ya, siempre ha sido igual, le ha tenido un miedo a las relaciones, ojalá se diera cuenta.

— ¿Y tú qué? ¿Alguna chica por ahí? — Preguntó pícaramente a lo que Luisi sonrió tímidamente jugando con sus manos.

— No, sabes lo fatal que me da hacer esto, prefiero estar tranquila.

— Está bien, me alegra verte bien y saber que volveremos a pasar más tiempo juntas.

— Y a mi Marina. — Y le dio un apretón en el brazo mientras sonreían.

— Pero ¿Qué es lo que mis ojos ven? ¡Dos de las mujeres más lindas de todo el cuartel! — Dijo Jesús mientras se acercaba a ellas

— Ahí apareció el zalamero — Dijo Marina haciendo reír a Luisita.

— Ven siéntate con nosotras — Dijo Luisi.

Los tres siguieron comiendo mientras reían y Marina y Jesús le contaban alguna que otra anécdota a Luisita de todo este tiempo que había pasado, como cuando ingresó Amelia al cuartel le hicieron creer que estaba interesada en él y delante de todos se acercó para invitarla a salir y todos estallaron en carcajada ante la cara de confusión de Amelia y de Jesús queriéndose hacer el galán pero quedando nada más que como un payaso cuando ésta le dijo que tenía otros gustos, todos se llevaron la bronca de él y no les hablo por días.

Cuartel 16Donde viven las historias. Descúbrelo ahora