Capitulo 22

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Los primeros rayos de luz se colaban por las cortinas de la habitación Luisita, se oían algunos ruidos de autos que provenían de fuera, mientras dentro se podía sentir la respiración acompasada de la rubia.

Amelia que estaba boca arriba con su cabeza apuntando hacia la ventana y el brazo de Luisita descansando en su cintura, se giró sobre su cuerpo quedando de medio lado mirando a la rubia y sin perder el contacto con su brazo. Luisita estaba boca abajo con la espalda desnuda y con parte del edredón enredado en sus piernas al igual que la morena.

Amelia terminó por abrir los ojos encontrándose de frente al rostro de Luisita, tenía los labios ligeramente entreabiertos, el pelo desperdigado por la almohada, algunos mechones caían sobre su rostro y se movían con su respiración. La morena se detuvo a analizar sus facciones mientras dejaba que los recuerdos de la noche anterior invadieron su mente sacándole una sonrisa al acto.

Se sentía plena, feliz y hasta casi eufórica, pero dentro también tenía otro sentimiento: orgullo. Orgullo por la mujer que tenía frente a ella. Sabía todo lo que Luisita había sufrido en su vida por culpa de la gente, pero también sabía el daño que su mente se había hecho a sí misma. Sabía del tiempo que le había llevado ganar confianza consigo misma y poder llegar a donde habían llegado.

Rió al ver como Luisita arrugaba la nariz por las cosquillas que le producía su propio pelo. Amelia con sumo cuidado tomó entre sus dedos algunos de esos mechones, se los llevó detrás de la oreja y volvió a sonreír al ver su rostro descubierto.

Luisita se quejó por la luz que ahora le llegaba hacia sus ojos y se removió en su lugar buscando algo que la cubriese de la claridad.

–  Ey. – Volvía a reír Amelia. – Deberíamos levantarnos. – Luisita hizo un sonido gutural a modo negación.

–  No quiero. – Dijo casi irreconocible.

–  Venga, ya es tarde. – Insistió.

–  Ahg. – Se quejó abriendo los ojos y colocándose en la misma posición que Amelia.

–  Buenos días. – Le sonrió.

–  Buenos días. – Le devolvió la sonrisa.

Conectaron su mirada durante unos minutos creando una burbuja donde el ruido proveniente de la calle no existía y solo podían escuchar el ruido de sus respiraciones. Cuando Luisita rompió el contacto visual por fin se percató de que ambas estaban desnudas y con el pecho descubierto, llevó vista un poco más abajo y para su suerte encontró parte de la sabana cubriéndola, pero cuando se dio cuenta de que debajo de la tela se encontraba su erección matutina su cara de volvió completamente roja.

–  ¿Estás bien? – Le preguntó Amelia viendo su cara.

–  Sí, sí. – Mintió e intentó sonreírle pero a la morena no le bastó.

–  No lo estas. Venga, dime que pasa. – Intentó acercarse a ella pero Luisita se alejó un poco. – Luisi, ¿qué pasa?

–  Es solo que... – Agachó la mirada tímida. – Ya sabes como son los despertares para alguien como yo. – Dijo de tirón y en un susurro y Amelia juro que moriría de ternura.

–  ¿Te refieres a las erecciones por la mañana? – Preguntó directa y la cara de la rubia estaba más roja si aún se podía y asintió. - Pero, cariño, soy más que consciente de que esas cosas pasan.

–  Ya...

–  Creí que ayer te demostré que no me importa que es lo que tengas. – Rió

–  Es solo que, no sé, no es lo mismo cuando estás en un calentón que ahora.

–  Luisita escúchame. – Dijo por fin acercándose a ella y acunandole el rostro y vio como los ojos de la rubia estaban repletos de lágrimas. – Mi amor... – Susurró – Me gustas al completo, no dejas de gustarme luego de un calentón. De hecho, creo que me gustas aún más.

Cuartel 16Donde viven las historias. Descúbrelo ahora