Capítulo 6

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Sin quererlo ella, en poco tiempo se le había creado una pequeña rutina con la morena: llegar, verla parada frente a la encimera mientras la esperaba con su té, después desayunar juntas y charlar un poco, para terminar despidiéndose con un "hasta mañana" y una pequeña sonrisa tímida.

La semana que le siguió se les hizo eterna a ambas. Luisita cada vez que entraba, instintivamente su mirada se desviaba hacia la sala en común esperando que Amelia estuviera ahí aún sabiendo que no iba a suceder.

Para la morena la semana no fue distinta, los días se le hicieron larguísimos e internamente también extrañaba que una rubia pequeña de timidez entrara por aquellas puertas.

Era curioso ver como ambas habían conectado con solo unas mañanas desayunando juntas. Amelia había descubierto en ella una sensación de querer proteger a Luisita de lo que fuera que pasara. Cuando la veía sentada frente a ella haciendo lo que ella suponía que eran tics producto de la ansiedad su corazón se encogía tratando de pensar el porqué de tanto malestar en ella.

Y por fin aquella semana de turnos diferentes había acabado dándole paso a una nueva donde sabían que iban a coincidir.

El lunes por la mañana Luisita se despertó con un único pensamiento rondando su cabeza: Amelia.

La rubia se levantó, se duchó y se vistió, y cuando se dirigía a la cocina a prepararse el desayuno se frenó pensando si debía o no. Pensó si Amelia la estaría esperando como la semana pasada para desayunar o si se habría hartado de ella. Pero por primera vez en la vida, intentó no dejarse llevar por el miedo y no desayunó.

Condujo hasta el cuartel, aparcó en el estacionamiento que tenía designado al trabajar dentro del cuartel y salió de allí mentalizada en entrar al salón.

Amelia se encontraba terminando de preparar su café cuando su vista se dirigió a la taza negra que era la que usaba para prepararle el té a la rubia. Sin pensarlo la tomó, puso el saquito de té dentro y cuando estaba por echarle el agua caliente se detuvo y se culpó por pensar que Luisita iría a desayunar con ella.

Estaba esperando que sus tostadas se terminasen cuando unos pasos lentos sonaron dentro del salón. Levantó la vista y ahí la vio, con duda en los ojos, timidez en cada parte de su cuerpo y una mueca que apenas llegaba a ser sonrisa.

Amelia levantó la taza negra donde colgaba la etiqueta del té a modo de pregunta y pudo ver como Luisita le sonrió asintiendo en contestación.

La rubia se acercó a Amelia en un impulso de valentía y le dejó un beso suave en la mejilla. La morena cerró los ojos las milésimas de segundos que duró aquel contacto y Luisita se alejó de ella sonrojada por lo que acababa de hacer. Se sentó en la mesa y esperó a que Amelia se acercara con el desayuno.

– ¿Cómo estás? Hace días que no sabía nada sobre ti – Preguntó Amelia

– Bien ¿Tú? Es verdad, pensaba que hacías el mismo horario todas las semanas

– No, solemos rotar, bueno algunos, yo me ofrecí para hacer guardias también.

– Si, el Sábado estuve aquí pero no estabas y mi padre luego me explicó que era tu dia libre

– ¿Has venido? – Preguntó Amelia con cierta ilusión

– Si... Yo... lamento no haber aparecido el viernes por eso vine el sábado – Habló Luisita agachado la cabeza.

– No tienes porqué disculparte Luisita. Tampoco es que hubiéramos pactado vernos todas las mañanas. – Le quitó el hierro al asunto.

– Ya... Pero es que yo si quería venir. – Se encogió de hombros. – Me gusta hablar contigo.

Cuartel 16Donde viven las historias. Descúbrelo ahora