Capitulo 28

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Luisita se volteó sobre sí misma, estirándose un poco y acomodando sus ojos a la luz que entraba por la ventana. Cuando logró abrirlos, vio a una Amelia dándole la espalda y sonrió al verla con uno de sus pijamas. 

El día anterior habían hablado y aclarado las cosas. También habían tenido mucho sexo, la rubia se rió bajito y se ruborizó mordiendose el labio inferior al acordarse de lo que habia pasado. 

Luego de eso, se ducharon juntas sin ninguna intención más que la de hacerse mimos. Cuando salieron, Luisita le prestó una camiseta de pijama y Amelia, como si fuera una niña haciendo una travesura, le robó uno de sus bóxers. La rubia la miró curiosa y la morena solo se encogió de hombros y se lo puso, verla usando su ropa interior y recién duchada probablemente pasaría a ser una de sus imágenes favoritas. Así ambas con una camiseta y ropa interior, cocinaron la cena juntas y luego se fueron a dormir. 

Luisita se acercó a rodearla con su brazo por la cintura y Amelia respondió amoldandose hacia su cuerpo. La morena suspiró, tomó la mano que la rodeaba y se la llevó a los labios para besarla, y Luisita supo que estaba despierta. 

Amelia se volteó envuelta en sus brazos. Cerraba y abría los ojos intentando acomodarse a la luz, Luisita sonrió porque le parecía una niña pequeña como intentaba taparse la cara. Cuando la morena hubo abierto los ojos del todo, se encontró con la sonrisa de la rubia y ella también se contagió. 

– ¿Qué? – Preguntó curiosa. 

– Que estás muy guapa. – La halagó la rubia. – Sí lo estás. – La morena negó y se escondió en el cuello de Luisita. 

Ésta la estrechó, dejándole mimos en la espalda y en el cuello. 

– Venga, déjame verte. – Pidió y Amelia le hizo caso. – Buenos días. 

– Buenos días. – Se besaron con cautela, la morena suspiró entre besos.

– Estaba pensando. – Dijo una vez se separaron. –  Hoy almorzamos en casa de mis padres, ¿Quieres venirte? 

Amelia se separó un poco más para poder mirarla mejor. 

– Luisi, si es por lo que te dije ayer… 

– No, mi amor. Es porque quiero hacerlo. 

 – Vale, pero no quiero que te sientas presionada. Sabes que puedo esperar el tiempo que necesites. – Acomodó un mechón de su pelo detrás de la oreja.

– Lo sé, amor. Pero ya lo hablamos y quiero hacerlo.

– Vale. – Sonrió y se acercó a darle un beso.

                              ***

– ¿Lista? – Apretó el agarre de sus manos.

– Bueno… un poco nerviosa, la verdad. – Admitió. 

– Amelia, mi familia te ama. Puedo asegurarte que mi padre saltará de alegría. 

– Ya, pero es que ahora no sólo es mi jefe, sino mi suegro. – Dijo bajando la voz.

– Venga, vamos. – Rió. 

Sin soltarse, Luisita abrió la puerta de casa de sus padres. La primera en llegar a ellas fue Cata que se abrazó a las piernas de la rubia. Luego, algo más tímida e incentivada por su hermana, saludó a la morena. 

– Hombre, Amelia. – Marcelino apareció en el salón seguido de Manolita. 

– Amelia, qué alegría tenerte aquí. 

El matrimonio se acercó a saludarla con cierto cariño. 

– Espero no os moleste que haya venido sin avisar. – Contestó algo dudosa.

Cuartel 16Donde viven las historias. Descúbrelo ahora