Capitulo 18

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El día anterior a pesar de lo que había sucedido, habían seguido la tarde normal. Miraron la película, se dejaron mimos y besos, compartieron tiempo juntas que es lo único que les importaba. Aún así, una parte Luisita se había quedado con un pensamiento que le picaba la cabeza por detrás de su oreja. 

Era insegura con respecto a ella y era insegura con su cuerpo. Sabía que su relación con Amelia la iba a llevar a unos niveles de confianza que no había alcanzado con nadie. Era lograr otro nivel de intimidad que no normalmente no se consigue con nadie que no fuese una pareja, y ella lo sabía. 

Como le había dicho a la morena en su primera cita del parque, ya le había hablado a su psicóloga de ella. Lo había hecho porque necesitaba poder entender todos esos sentimientos nuevos que comenzaba a tener y que jamás los había transitado. Pero sobre todo, lo había porque necesitaba sentirse segura consigo misma. Quería poder ofrecerle a Amelia una relación sin miedos, sin tapujos y con total confianza. 

Y a diferencia del primer día, había avanzado. En otro momento no hubiera ni tolerado que la morena le pusiese la mano encima de su pierna o no hubiera dejado que los besos pasasen más allá de lo inocente. Estaba claro que con poco tiempo más, estaría preparada para lo que se supone vendría. 

***

Los domingos también eran libres para Luisita a diferencia de Amelia que sí trabajaba. Temprano por la mañana, recibió un mensaje de su madre invitandola a desayunar y si tenía ganas a almorzar también, ya que ni Marcelino ni Manolin estarían debido a su trabajo. 

Llegó a la casa de sus padres y golpeó la madera. Una cabecita rubia fue la que abrió la puerta y a ésta enseguida se le iluminaron los ojitos. Catalina era la última de los Gómez y por supuesto, la más mimada. La diferencia de edad entre la pequeña y sus hermanos era amplia y notable.

Para Luisita, aunque María y Manolin fueran sus confidentes, éste último más que nada, Cata era su punto débil. La niña estaba próxima a cumplir once años, por lo que había nacido cuando Luisita tenía quince. La pequeña al verla ahí parada se abalanzó a ella con un abrazo que casi la parte al medio. 

– Te echaba de menos, Luisi. – Dijo la pequeña.

– Yo a ti, peque. Pero no hace tanto que no nos vemos. – Rió. 

– Mentiras. Hace más de dos semanas. – La niña se cruzó de brazos.

– Ya… lo siento, Cata. He estado liada, entre el trabajo del cuartel y el de la editorial… – Se excusó aunque le dolió darse cuenta que llevaba más tiempo sin ir a casa de sus padres de lo que parecía. – Qué te parece si después de almorzar nos vamos tu y yo por ahí. Al parque, al cine o a tomar un helado. Donde tu quieras. – Ofreció 

A Cata se le iluminaron los ojos ante la propuesta de su hermana mayor. Era raro que Luisita le ofreciera salir a algún lado, aunque ella aún no entendía el porqué sabía que la rubia no siempre podía salir de su casa y a veces le hacía mal, así que al oírla asintió efusivamente y volvió a casa. 

– Ahora venga, déjame terminar de entrar. – Rió ya que toda la conversación la habían tenido en el quicio de la puerta. 

– Lo siento. – Respondió entre risas. 

– ¿Y mamá?

– Está en el bar. Fue a buscar algunas cosas para desayunar. 

Luisita asintió y se sentó en el sofá con su hermana. Ésta le contaba cosas del cole, y la rubia la escuchaba como si aquello fuera lo más interesante del mundo. Escuchó como la puerta de la casa abrirse y a Manolita entrar cargada de cosas. 

Cuartel 16Donde viven las historias. Descúbrelo ahora