Capitulo 11

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Habían pasado varios días desde la última vez que se habían visto entre ellas. A Amelia le había tocado el cambio de turno haciendo que ahora no coincidieran ya que cuando entraba al cuartel Luisita se iba, aún así no habían dejado de escribirse en esos días para saber como se encontraban. La morena trataba de demostrarle que nada entre ellas había cambiado después de que Luisita le contara sobre su intersexualidad, había visto la duda y el miedo en los ojos de la rubia y quería asegurarse de que entendiera que ella no iba a alejarse.

Manolin golpeó suavemente la puerta de la oficina para después abrirla encontrándose a su hermana sonriéndole a la pantalla del móvil y le sorprendió un poco.

– Vaya, alguien tiene muy sonriente a mi hermanita. – Luisita soltó el aparato de golpe y se puso seria.

– Pero qué dices, solo estaba viendo una foto. – Le mintió y Manuel terminó sentándose en la silla frente a ella.

– Va, no me mientas que te conozco.

– En serio, no es nada. – Dijo sin poder contener una sonrisa tímida y agachó la cabeza.

– ¡Lo sabía! – Gritó en voz baja.

– Para ahí, no te emociones. – Lo frenó conociéndolo. – Es Amelia... Hablé con ella, le conté... Ya sabes – Dijo pequeñita y casi en un susurro.

– ¿En serio? – Preguntó un poco incrédulo y la rubia asintió. – ¿Cuándo?

– El sábado... salimos porque era su cumpleaños y no tenía a nadie con quien celebrarlo. – Explicó. – Y cuando estábamos en el bar me pareció verlo a él. – Pronunció haciendo énfasis en la última palabra y Manolin instintivamente apretó sus puños. – Y aunque no lo era me dio un ataque de pánico. – Confesó avergonzada. – Amelia se dió cuenta, me sacó de allí, me llevó a su casa y estuvo conmigo hasta que pude calmarme. Miramos una película hasta que me dormí y ella me dejó su cama para que no me volviera tan tarde a casa pero al otro día sentía que tenía que hablar con ella y explicarle por qué había reaccionado así.

– ¿Y cómo fue su reacción? – Preguntó nervioso también y la sonrisa de Luisita lo tranquilizó.

– Me preguntó que era para saber bien. Me tranquilizó, no sé, me hizo sentir que nada ha cambiado.

– Pero eso es maravilloso, Luisita.

– Sí que lo es.

– Estoy muy orgulloso de ti, lo sabes ¿verdad? – Luisita asintió con los ojos brillosos y se paró para abrazar a su hermano.

– Bueno y qué tal vas con Inma ¿eh? – Preguntó pícaramente

– Pues quedamos otras veces más, pero todo va bien

– Bien, bien de ¿están juntos o todavía nada?

– Si, estamos juntos – Respondió vergonzosamente

– ¡Pero bueno! A ver cuando traes a almorzar a la cuñi así la conocemos – Dijo codeando

– Ni de broma, ustedes solo me van a hacer pasar vergüenza.

– Bueno, pero quiero conocerla que sabes que yo no te voy a avergonzar. – Sonrió

– Sí ya lo sé, enana. Bueno me voy a seguir con el trabajo – Se acercó a darle un abrazo

– Vale, nos vemos luego – Saludó Luisita

Luisita siguió con el papeleo del día, pero cada tanto se desconcentraba porque a su mente volvía a aparecer la morena, llevaba días sin verla porque sus horarios eran totalmente diferentes, literalmente el día y la noche. Y esos momentos en que sucedía eso, su mente quedaba descolocada porque prácticamente pasaba todos sus días junto a ella y de un momento a otro dejaba de estarlo, era como si de repente le quitaran su dosis diaria de serotonina, que la hacía sentir bien y estar de buen humor, sin su dosis de Amelia sus días eran aburridos y extrañaba mucho poder hablar y reírse junto a ella, porque aunque hablaran por mensajes no era lo mismo, hablaban lo que podían, comentando sus días y nada más, así que ahora mismo le afectaba hasta a su concentración por extrañar aquella presencia.

Cuartel 16Donde viven las historias. Descúbrelo ahora