Capitulo 23

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Otra semana había vuelto a pasar entre ellas y diciembre ya se había asentado. El frío cada vez era mayor y llegaba una de las épocas que más ilusión le hacía a la rubia, la navidad.

Acababan de llegar de hacer las compras, estaban empapadas mientras se reían porque a dos calles de estar llegando al piso de Amelia había comenzado una lluvia torrencial que hizo que ambas empezaran a correr hacia el lugar pero fue en vano. Tanto las compras como ellas estaban totalmente empapadas, pero no les importaba, no paraban de reírse ante la situación tan graciosa.

Amelia quiso encender la luz y se dieron cuenta que no funcionaba, probablemente por la tormenta fuerte se habría cortado.

– Mierda. Luisita ven, dame tú móvil. 

– ¿Qué pasa?

– Que se ha cortado la luz eso pasa. – Amelia se dirigió a la nevera y cogió una botella de vidrio con agua, colocó así una especie de luz tenue que reflejaba el agua en las paredes.

Colocaron las bolsas sobre la encimera y con prisas fueron a secarse y a cambiarse de ropa porque, mojadas y con el frío que hacía seguro terminarían enfermas. Fueron alumbrando todo con el móvil de Amelia hasta llegar a la habitación, y la morena rebusco en su armario para encontrar algo para la rubia.

– Toma. Esto te servirá seguramente. – Le tendió una camiseta y un pantalón de pijama largos.

– Me va a ir genial. – Tomó lo que le daba la morena y se marchó al baño. 

Para su suerte, había aprendido a siempre llevar una muda de ropa interior en su bolso. Amelia podía prestarle cuanto quisiera, pero respecto a los boxers dudaba que la morena tuviera alguno. 

Amelia, por su lado, había aprovechado que Luisita estaba en el baño y se había cambiado en la habitación para ahorrar tiempo.

– Tenía razón, te queda genial. – Dijo al verla salir del baño

– A ti también te queda muy bien. Los vengadores te sientan muy bien. – Bromeó al ver que el pijama de Amelia era de super héroes.

– Que tonta eres. – Se acercó a ella abrazándola por la cintura y enterró su cara en el cuello de Luisita. – Te he echado de menos. 

– Y yo a ti. – Contestó afianzando el agarre que tenía en sus hombros. – A veces detesto los horarios de tus turnos. 

– Yo igual. – La morena salió de su escondite, pero antes le dejó un beso tierno en el cuello. – ¿Sabes? tu padre ha estado hablando y nos dijo que hay posibilidades que los turnos cambien.

– ¿En serio? ¿Cómo serían?

– Turnos de 24 hs, con dos días de descanso de por medio.

– Suena mejor que los de ahora. 

– Completamente. Espero que suceda. 

– Seguro que sí, ya verás. – La animó. – Además así, me tendrías más rato contigo durante la semana.

– Estoy deseándolo. – Contestó sonriente. Terminó de recordar distancias de sus bocas para depositarle un beso lento y suave sobre aquellos labios que tanto degustaba. – Guapa. – Le dijo al separarse.

– Guapa tú. 

Después de un rato abrazadas en la habitación, fueron a la cocina para cocinar algo rápido y cenar. Esa noche se había ofrecido Luisita a cocinarle porque casi siempre la morena ordenaba comida, ya que a ella se le daba pésimo hacerlo, y a Luisita le encantaba. Más que nada cocinarle a Amelia porque sentía que era un detalle que contenía mucho amor y así le gustaba demostrarlo.

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