Capítulo 15 - Promesas, Secretos y Dudas

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Solange apenas podía mantener los ojos abiertos.

Ya no sabía cuándo se alimentaban de ella, no discernía si era real o lo soñaba, todo parecía una pesadilla.

Aquellos que tanto odiaba, entraban y bebían de su sangre cuando les placía. Su cuerpo estaba lleno de mordidas y tomaban tanto que a ratos se desmayaba.

Era el trato que había hecho.

Recordó cuando leyó sobre esos controversiales tratos de sangre. Las familias de cazadores con más peso eran las únicas "afortunadas" que llegaban a obtenerlos, ya que los miembros de familias menores solo eran asesinados.

Era un tipo de "esto por aquello", muchas veces una forma forzosa de los vampiros para hacerles ver su poder y cobrarles el favor después, aunque Solange estaba segura que su familia jamás les regresaría el favor, y en cuanto ella se recuperara, seguiría con su meta de acabar con ellos.

Recordaba a varios compañeros sintiendo curiosidad por el encierro en un trato de sangre, quizá porque seguía siendo un tema tabú y tenía todos los elementos para atraerlos; era peligroso, prohibido en muchas organizaciones, incluyendo las tribus Sinne, y a varios les gustaba fantasear tonterías.

Así como adictos a la sangre de vampiro habían aquellos adictos a ser mordidos. Y aunque las organizaciones de cazadores quisieran taparlo, ignorarlo o desmentirlo, la realidad es que no se requería mucho para volver a uno de sus miembros adicto a cualquier cosa que les hiciera olvidar por un momento las vidas tan trágicas y estresantes que llevaban.

Solange, podía dejarse llevar. Hacer aquel encierro placentero. Perderse en todas las ilusiones y sensaciones ficticias, sentir aquellas cosquillas casi insoportables y deliciosas cada que perforaran su piel. Pero no. No les daría eso jamás.

Aguantaba la respiración cada vez para no dejar que influyeran en ella, para no permitir que sus feromonas la atontaran.
Sentía por completo las mordidas, y aunque dolorosas, solo eran un mayor incentivo para vengarse de cada uno de ellos.

La habían encadenado a la pared. Los idiotas no sabían qué habilidosa era ella con la cuerda y las cadenas, tenía incluso la longitud suficiente para su cometido. Podía usarlas como arma sin problema y destrozar la columna vertebral de su víctima, mientras separara la cabeza del cuello no importaba si la fractura era interior, pero el asesino de su hermano, para el cual reservaba ese truco, no se dignó a presentarse siquiera.

A veces del cansancio no podía probar alimento. Muchos se hubiesen dejado morir para no seguir sufriendo aquella humillación, pero siempre que sentía la muerte cercana solo oía decir "dejenla, no podemos matarla aún ". Y así, como si fuera un juego morboso, la dejaban recuperarse. Estaba casi segura que ya habían excedido la semana pero no tenía forma de comprobarlo, todo era muy confuso.

SolangeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora