Capítulo 24 - Rivales

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No supo si fue la culpa, la resaca, o una combinación de ambas pero tuvo que salir del salón y correr al baño

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No supo si fue la culpa, la resaca, o una combinación de ambas pero tuvo que salir del salón y correr al baño.

Apenas y llegó a uno de los cubículos. Agradecía que fuera lunes en la mañana pues las tazas y piso estaban impecables; se hincó, puso un brazo como soporte en el asiento de la taza, con otra se agarró el cabello.

No tenía nada en el estómago fuera del gatorade que salió en su mismo color morado. Tosió e involuntariamente lloró un poco, jadeando y preparándose para más arcadas violentas. Se sentía terrible; tanto en lo físico como mental, estaba destruida.

Tan solo pensar en Catrina era demasiado. No quería hacerlo más. La posibilidad de que ella estuviera tras ello, la sumía en un espiral del que necesitaba salir con desesperación.
Pero si no lo pensaba, si no averiguaba exactamente lo sucedido, se quedaría estancada pensando lo peor de su amiga.

Tendría que ir al funeral. No había de otra. Ya ahí, seguro escucharía algo que le indicara el porqué de la muerte de Israel.

Al terminar las clases, ya con comida en el estómago y más hidratada, abordó el autobus que los llevaría al funeral.
Los animos estaban por los suelos. Contando a Catrina, Israel era el segundo estudiante asesinado en tan solo unos meses.

Elvira y Telma estaban a su lado sollozando abrazadas, telma recargada en su hombro, Kenna estaba al frente con los chicos de su banda abrazando a Martín, su bajista, quién había sido uno de sus amigos cercanos y dándole palabras de consuelo.
Y pese a que Israel había sido bastante reservado, habían ya muchas personas ahí, al punto que varios estudiantes y profesores pusieron también sus autos para llevar a más personas.

—Dicen que fue un asalto —escuchó a alguien cuchichear a unos asientos tras ella, pero Solange no se creyó eso. Israel habría podido contra un asaltante o varios fácilmente.

Al llegar al lugar, inspecionó rápido los alrededores sintiéndose un tipo de espía, esquivando la mirada de cualquier desconocido, temiendo que fueran parte de la familia Aldo y que le identificaran.

Reconoció entonces a una chica del Círculo de la Luna en la banca de enfrente usando el uniforme de la organización, un vestido negro con el sello de una luna llena en la nuca. Aquello confirmaba parte de sus miedos; no había sido natural, no había sido un accidente y tampoco había sido humano.

Sus amigas hablaban con una profesora afuera de la iglesia, por tanto no tendría que cuidar sus palabras.

—Dalia— le saludó Solange, esperando se acordara de ella.

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