II.

1K 187 55
                                    

Todo había ido de mal en peor.

Matsuno Chifuyu, un pequeño rubio de ojos cautivadores, no creía tener tan mala suerte en su vida, pero al parecer justo ese día toda la desgracia y pecados no pagados de sus antepasados le pasaron factura. Si le preguntaran en estos momentos que pasó por su mente hacer lo que hizo, diría que no lo pensó, solo fue un impulso de su cerebro estúpido abarrotado de ideas tontas y pensamientos reprochables.

Todo había comenzado a la hora del almuerzo, su clase había sido un desastre total, el caos mismo, y como a él le gusta llamarlo: El Pandemonium de la venganza de las ranas. Sí, ranas. A su profesor de ciencias no se le ocurrió mejor idea que diseccionar a estas pequeñas criaturas del señor para analizarles el tamaño, la forma y el orden de los órganos en su interior.

Cuando estos pequeños animales ya estaban sujetos de sus cuatro extremidades, totalmente presos y a completa disposición del bisturí, fue como si la iluminación de algún dios los alcanzara y con ello supieran que iban a ser víctimas de adolescentes hormonales locos por ver un poco de sangre y un profesor aficionado a la disección animal, es que tomaron la decisión de rebelarse. Al finalizar la clase, y después de un intenso interrogatorio, se descubriría que algunos chicos, por querer molestar a estos pequeños, los habían soltado y estos al verse libres habían causado miedo y caos en todos.

El rubio, al ser el representante de su clase, por obligación y no porque le naciera hacerlo, tuvo que supervisar que todo quedara limpio y en completo orden. Al darse cuenta que sus compañeros de salón ya casi habían acabado con el castigo impuesto, decidió ofrecerse para botar el agua que había quedado de la última fregada de piso realizada. Mala decisión, muy mala decisión.

Su madre siempre le había dicho que las cosas se deben de hacer de forma completa y sin atajos, porque si no se sigue un orden establecido para cada situación, todo podría terminar en desastre. Y así fue. Cuando llegó al final del pasillo del tercer piso del edificio donde estudiaba, cargando dos baldes de agua sucia completamente llenos, decidió que su flojera era más fuerte que su voluntad por hacer bien las cosas y que no bajaría hasta el primer piso a botarla en los campos de fútbol. No, decidió hacerlo a través de la ventana del club al cual pertenecía. Este se encontraba en el cuarto piso así que subiendo las escaleras, con la esperanza de acabar y por fin almorzar, abrió la puerta con un saludo escueto pero con una pequeña sonrisa para todos.

- Buenos días a todos. Lamento la... tardanza. -exclamó Chifuyu con sorpresa, desvaneciendo su cuasi sonrisa de a pocos.

Bueno, no era una sorpresa en su totalidad. Era muy común para todos los miembros del club encontrar al presidente y vicepresidente teniendo una acalorada conversación sobre cuál tela era de mejor calidad y los beneficios de esta al estar en contacto con la piel. Lo que sí era nuevo, y asustaba un poco, fue verlos degustar taiyakis de forma maniática, siendo los más destacados y consumidos los que tenían forma de pez con ojos saltones y relleno extra.

- Es verdad, llegas tarde. ¿Qué pasó? -ese era Kazutora. Siempre que ocurría algo que retrazara la llegada del rubio, o de cualquier miembro, era el primero en preguntar y preocuparse, aunque no muchos conocían su faceta de madre soltera, trabajadora, guerrera vikinga y con cuatro hijos a su cuidado.

- Lo lamento. Tengo que deshacerme de estos baldes de agua y ya no tengo fuerza para llevarlas al primer piso y tirarlas al patio de fútbol. El hambre me está matando -con un pequeño suspiro decidió que haría una jugada arriesgada mientras su capitán estaba inmerso en su disputa sobre qué tela era mejor y porqué Prada no cumplía con sus estándares de calidad, según él-. Takashi-sempai... ¿Puedo botar el agua de estos baldes por la ventana del club?

Si Mitsuya hubiera estado más atento habría podido descubrir que era una pésima idea y que esto sólo traería desgracias para su club, pero su debate sobre telas contra Ryuguji estaba en su punto más alto y no iba a perder por nada del mundo.

- Sí, claro. Solo revisa que no haya gente afuera -dijo sin más.

Y Matsuno, ni corto ni perezoso, fue directo a botar el agua por los ventanales del salón del club. Su primer error, y lo reconoce, fue no revisar si había algún conserje limpiando las áreas verdes de los alrededores del edificio, gente pasando tranquilamente después de alguna sesión de estudio, o en el caso del club de taekwondo después de un entrenamiento matutino. El segundo sería que solo lanzó el agua sin ningún tipo de miedo o preocupación.

- Chifu... Espera un momento, te ayudo a... Ya no, nada -soltó Haruchiyo junto a un pequeño suspiro cuando se dio cuenta que el agua ya había salido volando por la ventana, moviendo la mano de un lado a otro restándole importancia al asunto.

- Tranquilo Haru. ¿Qué es lo peor que puede suceder? ¿Qué moje a alguien del club de taewkondo? -preguntó Kazutora con una sonrisa, muy divertido con todo el asunto del periódico escolar, de sus amigos peleando por telas y por cual de las marcas más famosas no contenían agentes externos perjudiciales para la piel, y sin prestar verdadera atención a lo que pasaba a las afueras del club-. O peor aún, que sea tan suertudo de mojar, precisamente, a todo el club. Eso sí sería gracioso.

Pero Sanzu no le encontraba diversión alguna a lo último dicho por su amigo aficionado al sadomasoquismo. Si bien su pequeño kohai no había revisado si había gente transitando por los alrededores, sabía que era muy poco probable que el agua sucia producto de la limpieza del salón del rubio cayera de manera precisa sobre alguien, siendo esa zona la más desolada y menos cuidada de la institución. Era prácticamente imposible.

Pero sucedió.

- ¡Hey! ¡¿Quién mierda está lanzando agua?!

Una voz estruendosa y colérica que venía de las afueras del edificio les avisó que el agua sucia, la cual creían fielmente que no causaría mayor problema por ser lanzada desde un tercer piso hacia las afueras del colegio, había caído de manera vergonzosa en alguien y este no estaba feliz por haber sido mojado.

Todos se voltearon asustados, sobre todo ambos jóvenes que ya habían dado por finalizada su disputa entre telas y taiyakis, dando como ganador a un Mitsuya que defendió a capa y espada sus argumentos sobre telas y marcas famosas de dudosa procedencia. Los cuatro pares de ojos fueron a parar en un Chifuyu hecho bolita en el piso, completamente asustado porque sabía que le llamarían la atención por no revisar si pasaba o no gente alrededor. Mitsuya, al ser el presidente y representante del club, se paró a revisar lo que había pasado a las afueras del edificio, tragó saliva y grande fue su sorpresa al ver a su pequeño novio totalmente mojado y, para mala suerte, junto a sus compañeros de club en igualdad de condiciones.

- Hey, Mitsuya-sempai... ¿Tendrás un par de toallas disponibles para nosotros? -preguntó un Takemichi totalmente mojado, queriendo reír por la situación pero evitando hacerlo para no provocar a su capitán.

Y ese fue el comienzo de los años más divertidos y dramáticos para ambos jóvenes de ambos clubes.

.

.

.

Notita de la autora:

Muchas gracias a todas las personitas lindas que leen este fic, me emociona mucho ya que pensé que nadie me daría bola jajaja.

Oh, me olvidaba. Sí seré de actualizaciones lentas, al estar en el último año de mi carrera tengo menos tiempo de dormir y hasta comer, pero aprovechando que tengo un poco de libertad me la paso escribiendo para despejar mi mente de la tesis u.u

Por ese motivo no se sorprendan al tener capítulos de sorpresa, como no tengo horarios fijos para actualizar es mucho más divertido ^^

Ahora sí, un agradecimiento especial a ustedes por leer y votar, sobretodo a @BlueMurderer008 por su comentario en el primer capítulo. Me hizo reir demasiado <3

Espero siga siendo mi fic de su agrado y nos veremos en una próxima actualización.

.

.

.

AP CHAGUI... Puntadas directo al corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora