XVIII.

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Ken no quería hablar, pero debía sacarlo. Muy en el fondo sentía que el consejo de alguien tan centrado como Haru le ayudaría a resolver el "pequeño" malentendido que había causado.

[Flashback]

Era el primer fin de semana que no vería la luz del sol gracias a sus labores del club. Bueno, estaba exagerando un poco. Debido al trato que hicieron con el club de taekwondo tendría que trabajar en sus costuras y bordados desde casa y eso no le agradaba del todo. El principal problema que le surgía al empezar era la invasión por parte de las chicas que vivían con él.

—Momo, por enésima vez, te he dicho que no puedes ayudar con los bordados de mi club —suspiraba cansado el rubio, con el ceño fruncido por culpa de una costura que no quería ceder.

—¿Y por qué me regañas solo a mí? —la pequeña pelinegra reclama con gesto ofendido, señalando a sus demás compañeras que habían llegado de curiosas después de verla en el cuarto del menor—, Saki, Suyu, Akari y Haru también están aquí y no veo que las estés botando.

—Ellas han venido por ti, te han visto haciendo travesuras con los uniformes de los clubes y se han metido a, según ellas, ayudar —respondió con obviedad, deshaciendo el nudo y finalizando su remallado de la prenda en mano.

—Es verdad —contestó una—, solo vinimos a fastidiar a Kentan ya que no hay clientes y el almuerzo todavía no está.

—Y para preguntarte si saldrás con el acosador que tienes desde hace unos meses —secundó otra, que por la mirada de sus amigas sabía que había cometido un error al hablar de ese tema.

Momo maldijo para sus adentros a su compañera. No era nada raro para las jóvenes que trabajaban en este tipo de negocios el ser víctimas de acosos o hasta secuestros, por lo que no le daban mucha importancia, pero el chico frente a él era un asunto muy diferente. La próxima vez las amenazaría con arrancarles los ojos a la que suelte la lengua.

—¿Quién? —el tono serio y la mirada sin emociones no era buena señal.

—Maldita Suyu... No es nada Kentan, solo es un señor que viene regularmente por mis servicios... Estas últimas semanas sus visitas se han hecho casi diarias y lo he estado atendiendo como a cualquier otro cliente... Te juro que no...

—¿Quién? —repitió, esta vez su voz era dirigida a la joven que había soltado la bomba.

— No sabemos su nombre, sabes que Masamichi-san protege tanto sus identidades como las nuestras, pero no sabemos cómo consiguió el teléfono de Momo y la ha citado el día de hoy... Y si ella no va le contará a los vecinos de Momo que trabaja aquí...

Ken sabía que este día llegaría, lo tenía más que claro, y prometió a cada familiar que protegería a sus hijas, hermanas, sobrinas y demás como si fueran su propia familia. Y por supuesto lo eran. Comenzó a guardar las prendas que ya había terminado de remallar en una pequeña caja para llevarlas el día lunes, se levantó de un pequeño salto para dejarla cerca a su mochila y empezar a cambiarse causando sorpresa en las presentes.

—Avísale a ese bastardo que irás —declaró en tono bajo, acomodando las prendas que usaría para sorprender al desgraciado.

—Pero...

—Irás —sentenció—, pero no sola. Yo te acompañaré, y ni bien lo vea le romperé la cara para que no se le vuelva a ocurrir acercarse a ti o a alguna de las chicas.

Dicho y hecho, Ryuguji Ken estaba acompañando a Momo como su guardaespaldas. Ambos se encontraban en el centro comercial más concurrido de la ciudad y el acosador, el rubio estaba seguro, los vigilaba muy de cerca. Decidieron sentarse en un pequeño local lo suficiente alejado de la vista pública para el encuentro, pidiendo un helado cada uno para no levantar sospechas.

AP CHAGUI... Puntadas directo al corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora