IX.

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El toque de la campana anunciaba la hora del primer receso, el cual solo servía para que los estudiantes pudieran comprar algún aperitivo o disfrutar de un poco de actividad social entre ellos. Mitsuya se había percatado de la cara que tenía su mejor amigo, más no dijo nada para no incomodar, pero lo que si podía predecir era la avalancha de comentarios que vendrían una vez que sonara la campana.

Y así fue. Ryuguji no había perdido el tiempo y ni bien se aseguró de que su profesor saliera por las puertas del salón, se levantó como si el mismísimo Jesucristo hubiera bajado a brindarle las más reveladoras verdades, y a paso apresurado se lanzó a la carpeta vacía al costado del pelilila para empezar a interrogarlo.

- Tienes cara de querer matar a alguien, y no estoy muy seguro de saber el motivo ni el porqué... -empezó a decir Takashi, teniendo miedo de la actitud de Ken, pero -, así que cálmate y dime que pasó.

- Esto -dijo el rubio señalando su celular-, fue lo que pasó.

Con tono molesto, Ken procedió a mostrar, más bien empujar, la pantalla de su celular y casi estrellando su bandeja de mensajes entre los ojos de Mitsuya. Este solo pudo entrecerrar los ojos, arrugar el entrecejo y parpadear para que la sofocante luz no lastimara tanto su vista. Lo que estaba frente a él era una frase, una oración con 15 palabras exactas que no deberían crear tal malestar. O eso pensaría antes de leer el contenido del mensaje.

Su mejor amigo había sido descubierto, su no tan discreto halago hacia el capitán Sano se había divulgado. Y lo peor de todo es que Takashi tenía la ligera sospecha de quién había sido el causante de este desastre. Pero primero tendría una reunión urgente en el salón de su club.

- Tu cara me dice que sabes algo Mitsuya, y más te vale que lo sueltes de una vez -gruñó mientras apretaba más y más el pobre aparato en sus manos.

- Tengo una idea de quién pudo ser la persona que habló, pero...

-¿Pero? -la voz de Ken empezó a transformarse, pasando de molesta a distante y fría, como si la temperatura del salón hubiera bajado a 0° celsius y congelando todo a su paso.

- Quisiera que todos estén presentes.

- ¿Por qué? -listo, con eso Mitsuya ya temía por la integridad del espía de su club.

- Yo solo quiero averiguar qué pasó, todos somos amigos y estoy seguro que hay una razón para que ahora Sano Manjiro sepa de tu obsesión-no-obsesión por sus ojos.

- No. En el segundo receso vendrán los del club de taekwondo, Sano y su grupo de peleadores rompecaras entrarán por esas puertas, y por muy intimidante que me vea por fuera, sabes muy bien que no soy bueno en este tipo de situaciones donde hay un atisbo de cosa romántica que pueda pasar. Me conoces lo suficiente para saber que no podría mirarlo a la cara, me sudarían las manos, empezaría a balbucear y...

Ryuguji estaba teniendo una crisis nerviosa y a ojos de Mitsuya era lo más cómico y adorable que ha podido ver de su amigo en todos los años que llevan de aventuras y peleas callejeras. Lo quiere, no lo malentiendan, pero ve en esta situación una gran oportunidad para que su pequeño dragón gemelo encuentre a alguien que cuide su corazón. Quiere lo mejor para su alma gemela y siente que Sano Manjiro, capitán del club de taekwondo, podría amar cada aspecto de su rubio amigo. Aunque no se lo dejaría fácil. Eso sí que no. Para conquistar a Ryuguji Ken tendría que pasar el filtro llamado Mitsuya Takashi, y el de todos los miembros del club de economía doméstica. Pasaría muchas pruebas para que puedan concretar siquiera la primera cita, y ni que hablar de los besos. Mitsuya sería el primero en...

- Mitsuya, te juro que si estás armando una novela sobre Sano y yo en tu pequeña cabeza gay, te voy a golpear -dijo ya más calmado después de casi perder la cabeza por toda la situación del mensaje.

AP CHAGUI... Puntadas directo al corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora