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Akashi Haruchiyo era conocido por ser una de las personas más nobles y leales que podían existir. Si cualquier persona que le preguntaran si había visto o escuchado de algún acto de mala fe por parte del pelirosa, este lo negaría de inmediato, La razón era simple, sus principios no se lo permitirían. Entonces, ¿cómo es que pudo haber divulgado tal secreto de su vicepresidente entre el club de taekwondo? Eso mismo se preguntaban sus amigos, esperando una respuesta sólida y sin huecos argumentales.

Ryuguji no espero a que la persona frente a él dijera al menos una frase, o que cualquier palabra o disculpa saliera de entre sus labios, se levantó de golpe dispuesto a sacar la verdad por sus propios medios. Mitsuya fue el primero en reaccionar, jalando a Ken de la trenza y enredando los mechones entre sus dedos para inmovilizar al más alto. Kazutora le siguió, utilizando sus manos como impulso para levantarse y ponerse frente a su amigo ladrón de dulces para defenderlo.

- Ken, cálmate por favor -advirtió el pelilila, no quería que el piso de su club se tiñera de sangre-, estoy seguro que Haru tiene una buena explicación ¿verdad? -preguntó, más que todo para ganar tiempo.

-Es verdad -le siguió el de mechas doradas, yendo hasta donde su vicepresidente, poniendo su cuerpo de cuclillas para jalarle las mejillas como si fuera un squishy-, todos conocemos a Haruchiyo, sabemos cómo se comporta, su lealtad y dedicación que tiene hacia nuestro club y es para mí imposible pensar que fue de lengua floja a contar tus sentimientos a otra persona.

Las palabras dichas calaron fuerte en la mente de todos los presentes, Ryuguji se sintió avergonzado de su actitud, toda su vida había sobrevivido sin ayuda de terceros, teniendo una infancia difícil hasta que fue acogido por el Soapland en donde actualmente tenía lo más parecido a una familia y confiando por primera vez en un extraño al salvar a su dragón gemelo de una pelea. Siempre estuvo en momentos y lugares donde ningún niño debía estar, pero no se arrepiente de lo que ha vivido. Lo que sí evitaba a toda costa, hasta hace unos días claro, era cualquier situación relacionada al romance. Esa era su cruz.

Mitsuya le había aconsejado muchas veces, sobre todo cuando este empezó su enamoramiento por el menor de los Shiba, que no huyera de esas situaciones. Que si bien la vida de ambos no era fácil, no debería alejar a la persona que por mera coincidencia o destino cuidaría su corazón hasta que partiera.

- Hasta lo pensarían de mí, que me gusta molestar a las personas y exponer sus secretos más oscuros -agregó con una sonrisa torcida-, pero nunca de Haru, no debes dudar de él Ken -finalizó Kazutora, contento de haber calmado a su amigo y de que Haru se haya sonrojado por sus palabras. Se levantó con un pequeño salto para volver a su sitio original y darle pequeñas palmadas en el muslo a la persona a su costado para tranquilizarlo.

- Listo, escuchemos a Sanzu. Luego sacaremos conclusiones.

Dicho eso, Mitsuya indicó que sacaran cinco cojines de los muebles y que los colocaran en el centro de la sala, como si fuera el patrón de algún ritual satánico, poniendo los pocos dulces que sobraban en el centro de esta, que si lo pensaba bien ya se le estaba haciendo costumbre utilizar ese patrón. Tenía la intención de resolver esto de manera civilizada y analítica.

- Bien Haru -dio inicio Chifuyu, el cual había alcanzado a todos unos cuantos vasos de plástico con té recién preparado -, dinos qué hiciste después de la escuela y con quien hablaste para que las cosas hayan terminado así -finalizó el rubio teñido señalando a Ken, sonriendo y alcanzando unos dulces para poder comerlos.

- Bueno... -empezó el de mascarilla, la cual ahora estaba en sus manos debido a la confianza que tenía con sus amigos para mostrar sus cicatrices -, fui a casa, hice mis deberes como siempre, cené con mis hermanos, mala decisión porque uno está peleado con su novio y no deja de quejarse, después hablé con Kazutora sobre la decisión de acompañar al club de taekwondo en sus competencias y luego llamé a...

AP CHAGUI... Puntadas directo al corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora