VIII.

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La mañana empezaba con el típico sonido de pasos apresurados y voces femeninas en diferentes tonalidades eligiendo qué vestir y qué actividades realizar durante su día. Algunas, como era costumbre por la temporada, maldecía la llegada de las lluvias que habían azotado la ciudad. Ken estaba decidiendo si levantarse a tranquilizar a las féminas que pasaban y repasaban por la puerta de su cuarto, o, si el señor se lo permitía, quedarse hecho una oruga en su acogedor y cálido futón.

Pero la vida nunca había sido agraciada con él, ejemplo de ello era el azote de su pobre puerta al ser abierta por completo, dejando pasar la luz de los focos del pasadizo y una delicada silueta caminaba acercándose hasta el lugar donde estaba acostado, poniendo su cuerpo de cuclillas para despertar al menor.

- Kentan~ -susurró una voz risueña y cantarina, muy característica de las señoritas que trabajaban en el Soaplands y ofrecían diversos servicios a lo largo del día-, despiértate, ya sé que estás cansado por el favor de ayer pero vas a llegar tarde a tus clases. Además, nos comentaste que Takeshi-kun iba a venir a verte.

Ryuguji había ignorado deliberadamente todo lo dicho por su amiga, no quería saber de su escuela, clases, amigos y menos de conflictos con otros clubes por tonterías, lo único que deseaba era dormir. Estaba a punto de cobrarle el doble por sus servicios nocturnos , y hasta el triple si seguía molestando, cuando escuchó el nombre de su mejor amigo.

Se levantó de manera apresurada, asustando y haciendo que la chica, que movía el cuerpo de Ken delicadamente para que se despertara, cayera de espalda golpeando su trasero en el camino. La muchacha se levantó indignada mientras el contrario se cambiaba con su uniforme escolar, se acercó a este para golpearle en lla nuca por su brusquedad, haciendo que por el susto se le cayera el pantalón.

- ¡Momo, no hagas eso! Y ponte algo de ropa, son más de las 7 de la mañana y te puedes resfriar -regañaba a la chica mientras ajustaba su pantalón con el cinturón de cuero marrón. Si bien ya estaba acostumbrado a ver a todas las chicas que trabajaban donde vivía en prendas íntimas y casi traslúcida, eso no significaba que aprovecharía la vista. Uno, era joven pero no estúpido. Respetaba mucho el cuerpo de una mujer y las decisiones que tomaba con respecto a este. Y dos, no le interesaban las relaciones ni entablar algo sentimental con otra persona.

- Si te asustas por un pequeño golpe no imagino lo que pasaría si alguna vez tienes relaciones con alguien -empezó a burlarse de la actitud virginal que reflejaba el más alto, ignorando el pequeño regaño sobre su vestimenta.

- Sabes que eso no va a funcionar, ya estoy acostumbrado a tus burlas -informó con una sonrisa. Ya había terminado de cambiarse y se dispuso a trenzar su pelo como ya era costumbre-. Aprende como Saki, ella siempre tiene comentarios con información que me interesaría mucho saber de dónde la saca.

Momo se percató del camino que estaba tomando su conversación. El rubio quería saber de qué fuente sacaban los chismes para molestarlo, lo que era comprensible, pero no le daría el gusto. Para distraerlo sujetó ambas manos largas y venosas, alejándolas de su cabello y deteniendo las acciones contrarias, que ya había separado en tres porciones la melena rubia haciendo que este vuelva su estado original.

Agarrando el peine y algunos separadores de pelo que tenía Ken en su mesa de estudio, empezó a trenzar los tres mechones de pelo que ella misma había separado. Eran pocas las veces que tenía la oportunidad de volver a peinar ese cabello tan particular, por eso aprovecharía y lo distraería con los chismes de sus compañeras de trabajo.

Así pasaron unos minutos. Ya estaba cambiado y Momo lo había dejado peinado y con un pequeño mechón rubio colgando al costado derecho de su rostro, dándole un estilo sofisticado a palabras de ella. Ken le iba a agradecer su ayuda cuando escuchó Blue Fire desde la bocina de su celular, avisando que su amigo ya había llegado al local donde vivía y lo estaba esperando.

AP CHAGUI... Puntadas directo al corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora