Orgullo

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Si en un sueño llegarás a despertar en un mundo desconocido, abre tus enormes alas y vuela

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La joven Senju apareció en pocos minutos de nuevo en su casa. La ira todavía estaba a flor de pie. Tiró un montón de objetos que tenía en la mesa y aquellos que eran de materiales frágiles se rompieron. La mano le ardía por haber golpeado todas esas cosas de una, pero no eran nada en comparación a lo que sentía. Se dejó caer y aunque se le clavaron un par de vidrios, no se inmutó. Estaba harta de ser la buena, de ser calma y ayudar porque eso acababa con ella misma, pero no quería desobedecer la voluntad de Itachi.

—¿Qué hago? Itachi... nunca salí de la oscuridad —colocó la mano cubriendo sus ojos y volvió a llorar con toda su alma. Sus sollozos los dejó ir como los sentía: sonaron intensamente, dañándole la garganta, soltando gritos desgarradores, pero más se lamentaba porque sabía que estaba sola, porque el Hyuga tenía razón: siempre cargaba con todo sola. Creaba una pared, diciendo que iba a estar bien, que necesitaba tiempo, pero le hacían falta unos cuantos abrazos.

Nyoko decía que quería ayudar y consolar a todos para que no caigan en la oscuridad, pero ella no les dejaba hacer lo mismo. Aquello creaba un abismo que los separaba. No era solo ella la que salía lastimada y ahora lo comprendía. Si quería que confiaran en ella y ayudarlos sinceramente, debía dejarles hacer lo mismo. ¿De qué servía arreglar a alguien si luego esa persona sufriría al ver que su ayudante se rompió en el trayecto?

La puerta de su casa chirrió dos veces: la abrieron y la cerraron. Unos pasos resonaron en el piso, indicando que una persona, que sabía quién era, se acercaba. Solo una persona tenía la copia de las llaves porque la cuidaba: Kakashi Hatake había venido al rescate.

—Nyoko, levántate. Tengo que limpiar tus heridas —dijo enseguida, tras haber analizado con velocidad la situación. Ella obedeció y se sentó en el sofá, permitiéndose ser atendida pero sin dejar de llorar —. Hay olor a quemado, ¿cocinaste algo?

—Neji hizo un budín... —aclaró con un hilo de voz. Kakashi fue a la cocina, prendió las luces y abrió la ventana. También vio el budín intacto y creó sus hipótesis. Cortó unas rodajas y quitó los bordes quemados, los puso en un plato y los dejó en la mesa enfrente del sofá del comedor.

—Parece que hoy no es tu día. Cuéntame, ¿qué ha pasado? —preguntó mientras se sentaba a su lado. Nyoko agarró una rodaja de budín y clavó la mirada allí, observando lo esponjoso que quedó y los rastros anaranjados de la zanahoria.

—Todo está condenado al fracaso.

—No hay nada condenado o destinado. Tus decisiones, así como las de tu entorno van construyendo el futuro. No asumas algo que es imposible. ¿Qué es lo que te está haciendo perder esa fe inquebrantable propia de ti?

—Siempre pensé que era más madura por mis traumas, pero estoy lejos de serlo. No paro de meter la pata, no sé cómo lidiar con nada y lastimo a todos.

—¿Eres consciente de que esto es un momento? Desde hace meses pude ver cómo te integraste con los demás, siempre es duro y las viejas cicatrices están ahí sin importar qué, a veces vuelven a arder, pero son cosa del pasado. Tienes que esforzarte en cambiar todo aquello que te disgusta y no hacer pucheros y decir que es imposible, que va a salir mal o lo que sea. Conoces bien este mundo, fuiste testigo de aquellos instantes donde parecía perdido y ocurrió un milagro.

Unexpected; Neji HyugaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora