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Tᴏʀᴛᴜʀᴀ
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23 de julio de 2021
Día 1:

Me despierto algo aturdida y con un terrible dolor de cabeza. ¿Qué sucedió? ¿Dónde estoy? Son las preguntas que se repiten en mi mente, intento mover mi brazo para limpiar unas gotas que se deslizan por mi rostro, pero estos se encuentran atados al techo en posición recta, tal vez con cuerdas. Busco una manera distinta de limpiar mi cara y descubro que las gotas son agua. Paso la lengua por mi labio superior, trato de absorber todo lo posible del líquido.

- Yo no haría eso si fuera tú, bella durmiente. – Giro mi cuerpo para ver quién me habla. Es el hombre pelirrojo.

- ¿Dónde estamos? – Ignoro lo anterior y hago la pregunta que más me carcome.

- Exactamente... No lo se. – Dice dirigiéndome una sonrisa ladina.

- ¿Entonces que es lo que sabes?

- Pues sé que tú no deberías estar aquí, sé que mis dos amigos más cercanos están muertos, y sé que una rata está olfateando tu pie izquierdo. – Suelto un grito con lo último, el pelirrojo se ríe a carcajadas, mientras pataleo para sacar a la rata que al parecer si estaba olfateando y tratando de subir por mi pie.

- ¿Cómo puedes estar tan relajado cuando nos encontramos en quién sabe dónde, atados al techo y sin poder salir? ¿Quién eres? – Lo miro seria, necesito información y no me importa como la consiga. Cuando decide no darme respuesta sigo exigiendo con distintas preguntas, pero el pelirrojo ya se propuso a no hablar más.

Esto es su culpa, yo no debería estar aquí. Debería estar en el hospital atendiendo a mis pacientes y vigilando que Milo no lo arruine todo. Dios, Milo... debe estar buscándome por cielo y tierra, de seguro terminaré muriendo encerrada en una habitación de cuarta que solo tiene un bombillo, junto a un idiota pelirrojo con la cadera apuñalada.

- Dedrick. – Volteo mi cabeza al chico cuando lo escucho hablar, lo miro interrogante – Mi nombre es Dedrick Havener. – Me mira fijamente a los ojos. Ahora soy yo la que lo ignora, pero no desvió la mirada.

- ¿Sabes? Se supone que cuando una persona se presenta y da su nombre, la otra persona responde con su nombre también. – Encorva su espalda para acercarse un poco más a mí - Es decencia básica, solo digo. Igual deberíamos empezar a hablar entre nosotros para conocernos, no sabemos cuánto tiempo estaremos aquí encerrados, y comunicarnos desviaría la atención del dolor que empezara pronto por tener lo brazo levantados.

- Ok, ¿Quieres hablar? – Lo miró fijamente y el solo asiente – Bien, ¿de qué trabajas?

- Soy psicólogo – Levanta sus hombros quitándole relevancia a la pregunta.

- Ah bueno, ya me dirás tú desde cuando a los psicólogos los secuestran para torturarlos, sacarles los órganos y venderlos en el mercado negro. Vete a la mierda.

- En realidad... No sabes si nos van a sacar los órganos para venderlos, tal vez solo nos coman como un par de caníbales.

- Claro, porque eso es tan casual en la vida. – Decido que lo mejor sería ignorarlo y me concentro en intentar desatar las cuerdas de mis muñecas.

Empiezo a frotar las cuerdas lo más rápido que me permite, pasan alrededor de diez o quince minutos, ya no lo sé, en los que intento soltar la cuerda con fricción y el calor que esta genera. Siento mis brazos pesados, un calambre en el lateral del cuerpo; así que tomo unos segundos de descanso y continúo.

- Si sigues haciendo eso solo conseguirás quemarte la piel. – Me dice de manera relajada – Aunque de seguro que con una muñeca huesuda se te hace más fácil escapar.

Destinado por SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora