Cap 1

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Había perdido la cuenta de las horas que llevaba en ese calabozo, no serían más de dos días, pero sin comida, sin agua, y sin nada con lo que divertirme me habían parecido meses. Tenía las manos atadas, unas fuertes esposas de hierro capturaban mis muñecas. Éstas estaban atadas a la pared por una cadena del mismo metal. Ancladas en un punto tan alto que no me permitían sentarme, probé inútilmente a deshacerme de ellas, e incluso intenté arrancar las enormes cadenas de la pared, pero todo fue en vano. -¡Dicho el día que dejé que esa sheriff me echase el guante!- Grité frustrada. ¿Cómo yo, la más temida por todos, la más buscada, había acabado así? "Todos los delincuentes acaban entre rejas" diréis. No, yo no. Fui yo la que se dejó pillar. ¿Por qué? Porque sus curvas son mi perdición.


Recuerdo aún el primer día que la vi. Después de varios años vagando por diferentes lugares regresaba a Piltover, esta vez decidida a hacerle la vida imposible a esa manazas pelirrosa. La cité en medio de la ciudad, quería causar el mayor espectáculo posible. Pero mis planes se torcieron cuando llegaron sus refuerzos, más bien, ella. Bajó del coche policial corriendo hacia Vi, le acarició la mejilla cariñosamente y yo comencé a enfurecerme. Hasta ahora, solo lo hacía por diversión, pero de repente se había convertido en algo personal. Su largo cabello marrón, sus curvas remarcadas por el uniforme, ¡ay que bien le sienta el uniforme!, y su pasión por las armas de fuego me cautivaron al instante. ¿Qué hacia una mujer así con la pelirrosa? No, no era posible. En ese mismo instante decidí que iba a ser mía. Me aferré a mis armas y me acerqué rápidamente hacia la morena separándola de Vi.

-¿De dónde has salido tu, monada?- Dije acercándome peligrosamente a su cara.

-¿Cómo que monada? Soy la sheriff de Piltover, encargada de mantener la paz en la ciudad, y tú... - La besé cortándole la frase, la solté y salí corriendo ante la inminente llegada de manazas.


De pronto escuché un ruido que me distrajo de mis pensamientos, eran las puertas oxidadas de aquel calabozo. Al fin alguien se dignaba a hacerme una visita, con suerte traería algo de comer.

-Eh peliazul ¿cómo lo llevas?-

Era ella. Y por desgracia no traía nada para echarme a la boca. -¿Yo? Estoy perfectamente Cupcake, ¿creías que esto podría conmigo?- Solté mi mejor farol acompañado de una sonrisa pícara.

-Parece que aun te quedan fuerzas pequeño renacuajo- dijo agarrando mi cara obligándome a mirarla fijamente.

-¿Te han dicho alguna vez que tienes unos ojos bonitos?- Mi tono no cambiaba, a pesar de estar en malas condiciones no iba a verme de capa caída, soy Jinx, nadie puede conmigo.
Caitlyn dio unos pasos a mí alrededor, observándome de arriba abajo. -Si intentas ablandarme para que te saque de aquí no vas a conseguirlo.- Se paró de nuevo frente a mi rostro y acercó sus labios a mi oreja, lo que me provocó un escalofrío que recorrió todo mi cuerpo. -Ahora eres mía y no voy a dejar que te escapes peliazul- Me susurró al odio.

Noté cómo mi corazón se aceleraba, ¿era suya? ¿Qué quería decir con eso? -Cuidado, que igual Manazas se pone celosa- dije con tono de burla manteniendo mi pose pasiva.

-Así que... ¿eso crees eh?- dijo soltando una pequeña carcajada -Creo que estás muy equivocada. ¿Vi y yo? No me hagas reír, sabes tan bien como yo que, a pesar de ser muy buena compañera, es una cabeza hueca.- Me gustaría haber visto mi cara en ese momento, porque por la mirada que me echó la morena, debía de ser todo un cuadro, pero no entendía nada. ¿Quizá la sheriff no era tan buena como parecía? No lo se, pero eso me volvió loca, no en el sentido literal de la palabra, porque eso ya lo estoy.

-Si no has venido a sacarme o a matarme... ¿por qué estás aquí, She-riff?- Dije tratando de burlarme de ella. Necesitaba cambiar de tema porque, si no fuese por las cadenas que me ataban a la pared, ya me habría abalanzado sobre ella para desnudarla ahí mismo. La deseaba, la deseaba tanto... Volvió a agarrar mi cara, levantándola a la altura de sus ojos, forzándome de nuevo a mirarla. Debió de darse cuenta que estaba mirando sus pechos, firmes y algo apretados por el corsé del vestido que llevaba puesto. Posiblemente ya había descubierto mis lascivas intenciones.

-Jinx, Jinx, Jinx... mírate, te haces pasar por criminal pero así no engañas a nadie. Sé que te mueres por desnudarme- Su comentario me hizo enrojecer, tanto que mi pálida piel ahora parecería la de un tomate en su mejor momento- ¿Crees que un verdadero criminal puede dejarse llevar por ese tipo de sentimientos? Que pena me das.

Giré la cara de golpe para soltarme de su agarre y comencé a moverme con fuerza intentando librarme de esas cadenas. -Eres estúpida si crees que querría ver tus enormes y tersos pechos, o que me gustaría probar el sabor de tus labios o acariciar tu suave piel...- sacudí la cabeza con rabia intentando alejar esos pensamientos de mi -¡No he conocido a alguien tan estúpida como tu!- Noté un dolor punzante en el estómago. Solté un grito agudo de dolor cuando a rodilla de la sheriff me golpeó tan fuerte que casi perdí la consciencia.

-Vamos, no seas quejica. No te he dado tan fuerte- Dijo mientras me erguía de nuevo -Deberías aprender modales Jinx- Acercó de nuevo sus labios rozando mi oreja -También deberías aprender a mentir- Susurró posando su pierna entre las mías ejerciendo una pequeña presión en mi entrepierna. Apartó un mechón de pelo de las trenzas ya desechas de mi cara colocándolo detrás de la oreja, deslizó la mano a través de mi cuello, sobrepasando mis pechos hasta apoyarla en mi cadera.

-Cait...- Susurré, pero rápidamente me calló posando sus labios sobre los míos, sabía tan bien...

¿Oficial o delincuente?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora