Lyra estaba corriendo, por alguna razón, siempre acababa corriendo descalza por las mismas pero diferentes calles de esa ciudad. Sentía el suelo vibrar en la suela de sus piés y sabía que el agua se estaba moviendo, pero no hacía dónde, y nadie a su alrededor parecía darse cuenta.
Veía a gente en máscaras y disfraces coloridos y sentía el ritmo de los tambores en la punta de los dedos de las manos, como si hiciesen vibrar el aire a su alrededor. Había fuegos recorriendo el cielo y los hombres y mujeres de negro que tocaban el tambor soltaban chispas de sus manos. Golpeaban las percusiones como si sintiesen el ritmo en el alma. Parecía que estaban poseídos.
No había visto nunca Sirentre tan viva pero a la vez tan siniestra, y se sintió extasiada por los sonidos y los colores y todas las vibraciones, pero sabía que debía seguir corriendo ¿Por qué no corrían los demás?
Pasó entre la gente, pero algo muy extraño estaba ocurriendo esa noche, porque los cuerpos con los que se estaba chocando no se movían de forma natural y Lyra no paraba de tropezarse. Sus pasos de bailarina no funcionaban con esa música.
Y de repente todo era más alto que ella. Todo la superaba y todo la atrapaba. Pero tenía que seguir corriendo.
Esa noche se levantó a las tres y treinta y tres de su sueño. Sudorosa y sobresaltada, se vistió con lo primero que encontró y salió a los pasillos sin reparar en Mery, porque esa noche, tenía su propio sueño con el que preocuparse.
Solo había un problema, que Lyra no soñaba, y por lo tanto, solo podía tratarse de una premonición.
No supo a dónde se dirigía hasta que supo a donde tenía que ir. Acabó delante de una casa de color rosa palo aparentemente normal, pero en vez de entrar por la puerta, tuvo que entrar por una ventana pequeña tras asegurarse de que no había nadie alrededor.
Dentro había algunos pupitres y una clase a punto de empezar, y Lyra se sentó en la última fila ansiosa por aprender algunos y Otros.
Se alegró de que nadie la mirase dos veces en esa clase, porque allí nadie se andaba con tonterías y menos aún cuando había magia en el aire. Nadie quería una pelea con magia de por medio, así que cada uno se centraba en sus propios asuntos, pretendiendo ser desconocidos. Esto no era un problema para ella, dado que no podía poner nombre a ninguna de las personas sentadas a su alrededor.
Ese día la clase la impartía una señora mayor con pelo blanco y profundidad en la mirada. Tenía más pinta de pasarse las tardes mirando su bola de cristal que en una cafetería atiborrándose de pastel. No había arrepentimiento en sus ojos, pero si algo oscuro.
Mirar demasiado las bolas de cristal no era bueno, porque de tanto mirar, te consumían. Incapaz de cambiar lo que ves. Impotente ante atrocidades que no deberían ocurrir.
Por eso, Lyra prefería limitarse a las cartas, que eran mucho más difíciles de descifrar, pero mucho más fáciles de utilizar al mismo tiempo. Solo se necesitaba un poco de inspiración y algo de inclinación hacia lo sobrenatural.
No se sorprendió cuando la señora del pelo blanco se sacó una baraja de cartas del tarot del bolsillo.
-Yo prefiero utilizar bolas de cristal, pero no había presupuesto para eso- dijo mientras se sentaba encima del escritorio con las piernas cruzadas. Sacó una pila de barajas y las posó en el borde del escritorio, pero nadie parecía tener la intención de levantarse- ¿No estaréis esperando ninguna explicación, verdad? A ver el futuro se aprende echando las cartas, no escuchando a una vieja que ha visto demasiado ¿A que esperais?
Los alumnos no tardaron en levantarse y coger una baraja, Lyra, por otro lado, había traído la suya propia. Había descubierto que aquellas cosas para ver funcionaban mejor cuando tenían algo del que las utilizaba, se ceñían más a lo que la persona buscaba. Por eso, había pintado sus propias cartas. Ni siquiera sabía si había dibujado todos los personajes, o si se había inventado alguno, pero desde luego, el arte de ver el futuro no era preciso y no se vería afectado por la falta o invención de algún que otro personaje.
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Aquello sin nombre
FantasyLyra cree en todo, menos en lo mayoría que concierne a lo terrenal, y lleva mucho tiempo perdida en su propio mundo de soles que esperan a que se despierte y mariposas que la espían. Pero una noche sin brisa en la que deambula bailando como un espec...