Lyra estaba comenzando a pensar que el aire se había vuelto más pesado esa semana. Sentía su ligero cuerpo pesado al llegar todas las noches a su habitación y echaba en falta su energía habitual. No se había ni fijado en la calidad del silencio o la posición de la luna por la noche para decidir si esa noche merecía bailar, porque no le quedaban movimientos en el cuerpo y encontraba su cama inusualmente cómoda ¿Desde cuando era capaz Lyra de dormir? Tal vez tendría, algún día próximo, un sueño importante y necesitase estar dormida para poder verlo. Y el aire había cogido peso solo para asegurarse de que Lyra durmiese cuando ese sueño tan importante fuese a visitarla. Pero a ella no le gustaban mucho las responsabilidades y prefería dejar las cosas importantes a otras, pero el mero pensamiento de soñar la maravillaba, así que recibía la repentina comodidad de su cama con los brazos abiertos. Sin preocuparse por que se movía por la ciudad mientras ella dormía.
No se le pasó por la cabeza que algo la quisiese dormida para poder caminar de noche a sus anchas. Sin chicas excéntricas atentas a los cambios en el aire.
Esa noche llegó a su habitación más cansada de lo normal, porque contar sonrisas y ser el epicentro de los cotilleos la habían agotado. Tanto las sonrisas como los cotilleos necesitan energía para formarse, y Lyra había resultado ser su fuente de abastecimiento y estas se habían aprovechado de su inacabable energía sin piedad.
Entrando en la habitación mientras arrastraba sus pies, se encontró con Mery pegada a una guitarra como si fuese su línea de vida y mirando a la puerta como si esta fuese a abrirse en cualquier momento. Que era lo que solía ocurrir con las puertas.
No había vuelto a hablar con ella desde la hora de comer, cuando había abandonado sus macarrones con nata ante la falta de confianza por parte de su amiga. Pero Lyra era extremadamente olvidadiza y no había tardado en perdonarla, porque mientras salía andando con pasos ruidosos del comedor, había escuchado el comienzo de la canción de perdón que empezaba a formarse en la mente de Mery. Y para su sorpresa y deleite, resultó ser una canción alegre. En honor a la sonrisa de Lyra.
Mery dio un pequeño salto ante la imagen de su amiga, pero no tardó en incorporarse y tomar esa postura tan natural que tenía cuando sostenía cualquier instrumento. Como si fuese solo una parte más de ella, y no se imaginaba un buen perdón si no era con ella entera. Ninguna dijo nada, y las cuerdas de Mery no tardaron en empezar a sonar.
-Lyra, lo siento mucho. Se que no hay que creerse los cotilleos y no me debes ninguna explicación- dijo Mery dejando la guitarra a un lado de la cama.
-A veces, aunque no sean obligatorias, se agradecen las explicaciones- porque Lyra era su propia persona, pero era consciente de que había quien se preocupaban por ella, y a veces se podían evitar las preocupaciones concediendo ciertas explicaciones. En realidad, agradecía cada explicación que tenía que dar, porque en realidad al viento no le preocupaban sus problemas.
-Aún más cuando el chico de las desgracias está envuelto- dijo levantando una ceja y esperando su explicación, porque ahora que se la había prometido no había marcha atrás.
-En mi defensa, se ha envuelto el solo- se defendía ella, pero ambas sabían que Lyra tenía mucha habilidad para meterse en problemas- No se como, pero me escuchó cantar, y se ha empeñado en que cante para él y yo, tuve que empeñarme en que me diese algo a cambio.
-¿Qué le has pedido?- preguntó con temor.
-¿Qué le voy a haber pedido a un chico que lo tiene todo y lo sabe? Pues lo único que no tenía; sonrisas- respondió como si fuese algo obvio.
-¡Lyra, ¿como te atreves?! Es el surcador de la compañía de las lágrimas, él dirige todas las desgracias que suceden en esta ciudad.
-Se perfectamente como funciona esta ciudad, me crié en sus calles y puedo decir con completa certeza que las desgracias no se pueden controlar- tal vez Mery también hubiese nacido en esa ciudad, pero no había recorrido sus calles, no sabía como funcionaban. La mayoría de la gente ni siquiera podía empezar a imaginarse que ocurría en las calles cuando bajaban las mareas, solo que debían quedarse a salvo en sus casas ¿Pero que ocurría con los que no tenían casa? Se quedaban ocultos en una esquina e intentaban aguantar la respiración, descubriendo, sin quererlo, que ocurría en las calles de noche.
Las desgracias, al igual que las alegrías o cualquier otro sentimiento, no se podían robar. Eso resultaba un gran problema para las compañías que traficaban con ellos. Pero la trata de emociones no era lo más aterrador que ocurría cuando el agua se iba y Mery, gracias a sus paseos por la luna, pudo vislumbrar una pequeña bienvenida por parte de aquello que se alimentaba de magia.
-Pero puede controlarse a los desgraciados- ella nunca lo había intentado ¿Pero como de difícil podía ser controlar a alguien que no tenía nada? Sin quererlo, había descubierto como funcionaba el mundo. Lo que no sabía era que los desgraciados se cansaban de serlo en algún momento.
-Dejemos a los desgraciados decidir por sí mismos si quieren ser controlados.
-No deberías jugar con gente como el.
-Me temo que la partida ya ha comenzado, pero no somos ni él, ni yo, los que movemos las fichas.
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Aquello sin nombre
FantasíaLyra cree en todo, menos en lo mayoría que concierne a lo terrenal, y lleva mucho tiempo perdida en su propio mundo de soles que esperan a que se despierte y mariposas que la espían. Pero una noche sin brisa en la que deambula bailando como un espec...