El lunes por la mañana Lyra se encontraba embobada mirando a un lienzo en blanco intentando superar las depresiones del lunes por la mañana. Tenía tantas cosas por pintar que acabó por no pintar nada. No encontraba un blanco lo suficiente parecido al diente como para pintar las escaleras y los pasos pasado y futuros de la Casa de Las Sonrisas ni un negro lo suficientemente preocupado como para imitar las ojeras de Margarita. Y no quería ni empezar a pensar cómo se dibujaban las risas inhumanas o los suspiros capaces de robarte el alma. Pasó la clase intentando comunicarse con el blanco del lienzo para que cambiase su forma mientras los demás pintaban un jarrón de flores colocado en el centro del aula.
Cuando pensaba que el lienzo se quedaría sin pintar por su indecisión, un viento frío azotó la clase con tanta fuerza que Lyra pensó que acababa de llegar el invierno.
El chico del pelo blanco que había entrado sin llamar causó muchas pinceladas incorrectas y muchos cortes de respiración en los alumnos que intentaron agachar la cabeza y seguir pintando mientras él recorría la habitación buscando una mirada en particular.
-¿En... En qué puedo ayudarle, Sr.Marah?- preguntó el profesor Davenpart entre tartamudeos sin levantar excesivamente la mirada del suelo. El intruso divisó a Lyra, que seguía intentando comunicarse con el blanco del cuadro, y se acercó al asustado profesor para preguntarle el nombre de la chica que no había levantado la cabeza para mirarle. Se aseguró de señalarla con el dedo y una sonrisa curvada y así, dio comienzo al cotilleo más importante de la semana. El chico de las desgracias había recorrido el colegio en busca de la chica de la mirada perdida.
Había pasado la noche de marea baja sin poder quitarse su voz de la cabeza, pensaba poder sentirla recorriendo las calles de noche sin ningún destino ni dirección. Simplemente corriendo. Pero eso no podía ser posible, porque las chicas que desean las buenas noches no salen a la calle en noches sin marea. Atribuyó su paranoia a las agotadoras subidas y bajadas de magia y decidió, que cuando volviese a escucharla cantar, su voz sonaría como otra cualquiera y podría olvidarse de ella.
Por eso, esa mañana, la había buscado por todas las aulas de música del colegio rebosante de niños ricos con mucho futuro, disfrutando silenciosamente de sus caras de sorpresa. No había esperado encontrarla extremadamente concentrada mirando a un lienzo en blanco en un habitación llena de jarrones sin amor.
-¿Falta de inspiración?- dijo acercándose y sorprendiéndose al comprobar que el lienzo seguía vacío.
-Demasiadas cosas por pintar y pocos colores acertados.
-Problemas de artistas.
-No, problemas de la vida- levantó los ojos de su obra sin pintar y miró por primera vez al intruso del pelo blanco- ¿Que quieres?
-Vengo a pagar mi parte del trato, Srta.Strauss- dijo tendiéndole la mano para ayudarla a levantarse de su pequeño taburete de madera. Lyra necesitó unos segundos para acordarse del trato de las sonrisas, pero jamás pensó que el chico de la mirada helada estuviese hablando en serio cuando accedió a pagar su voz con sonrisas.
-La clase no ha terminado- dijo Lyra, sin preocuparse repentinamente por los horarios y las horas para pintar. Simplemente le parecía de mala educación abandonar el lienzo en blanco. El intruso no tardó en mirar de reojo al profesor, quien se apresuró a excusarla.
-Está bien saltarse clases de vez en cuando para tomar el aire- dijo con tono preocupado entre risas nerviosas mientras los demás alumnos agachaban la cabeza y escuchaban todo con atención para poder contarlo después, o inventarse lo que quisiesen.
Ante las miradas de súplica del profesor y el tembleque que había provocado el intruso en los lienzos, decidió aceptar su mano y dejo que la guiase fuera de la clase. Sentía curiosidad por averiguar qué clase de sonrisas le había conseguido el chico de las desgracias.
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Aquello sin nombre
FantasyLyra cree en todo, menos en lo mayoría que concierne a lo terrenal, y lleva mucho tiempo perdida en su propio mundo de soles que esperan a que se despierte y mariposas que la espían. Pero una noche sin brisa en la que deambula bailando como un espec...