Salió de la clase con las miradas paradas de los alumnos sin respiración clavadas en la espalda y consciente de que acababa de estallar otra bomba en el colegio. Porque a la chica despistada no solo la buscaban las desgracias, también la perseguían las sonrisas infinitas. Y a nadie se le ocurrió pensar que solo se trataba de mala suerte ¿Qué había hecho esta vez esa chica tan rara para causar tal conmoción? Pero lo único que debía hacer Lyra para causar conmociones era respirar, ellos se ocupaban de crearse a su alrededor.
En esos momentos, caminando por los pasillos con los recuerdos del coraje y la fuerza de la melodía que habían acompañado su huida del destino, no le importaban los cotilleos ni le asustaban las miradas heladas o las sonrisas falsas de los chicos de las sonrisas y las desgracias. Pero ante su indiferencia el mundo a su alrededor se empeñaba en buscarle las cosquillas.
-Debes saber hacer más que hablar con esa boquita tuya para tener a esos dos persiguiendote- se atrevió a decirle un chico alto, rubio y atractivo rodeado por lo que parecía ser su séquito, porque mientras nadie más decía nada, todos asentían y se reían ante su comentario.
Lyra se detuvo y se giró para encontrarse a dos pasos de su cara llena de superioridad, y mientras más mantenía ella la serenidad en el rostro, más se reían todos los demás. Miró, sin ninguna clase de tacto, dentro del chico que se creía con derecho a hacer tales comentarios y supo que cuanto más se adentraba en sus inseguridades y vergonzosas hazañas, más la sentía el indagar en sus secretos. En sus mentiras y en sus verdades. En el. Lyra se movió como una caricia dentro de su mirada, dejando miedo a su paso. Y la reacción más apropiada ante el miedo resultó ser la estupidez.
-Podrías enseñarme a mí también lo que haces con esos labios- dijo, pero ya no se reía, nadie se reía delante de la chica sin color en la mirada mientras pronunciaba palabras que sonaban demasiado naturales en su boca. Tan naturales que no viajaban por el aire, se movían por su propio plano. Como veneno. Como sombras.
Pero Lyra no debería ser capaz de pronunciar tales palabras de planos desconocidos. Porque ella se encontraba anclada al suelo, tenía que estar atada al suelo. Pero jamás había estado tan lejos de él.
I entonces se acordó de que tenía vértigo. Sentía punzadas en la suela de sus pies a tal altura y no podía parar de subir. Y ya no temía a las caídas eternas, sino a los ascensos interminables.
Porque caer era natural. Lo que subía bajaba. Y todo acababa cayendo y estrellándose. Hasta que algo subía para siempre, y entonces nada volvía ser lo mismo.
Entre palabras peligrosas, Lyra empezó a hiperventilar, cortando el ritmo fluido de la fonética impronunciable. Enredando sonidos hasta que nada de lo que salía de su boca tuvo sentido.
Y entonces se estrelló sin caída, porque los ascensos infinitos no tenían caída, pero Lyra conseguiría estrellarse de todos modos.
Vió las caras paralizadas y horrorizadas del chico sobrestimado y su séquito y comprendió que algo más que el peso del aire había cambiado recientemente en la ciudad de las maravillas y las pesadillas.
Quería correr, pero no podía moverse, al menos no mientras las caras de los alumnos a su alrededor no lo hiciesen tampoco. Si ella tampoco se movía querría decir que el tiempo se había detenido y eso sería muchísimo más sencillo de explicar ¿Por qué no se movían?
Lyra necesitaba desesperadamente volver a ver la soberbia en la cara de ese chico tan descarado, pero no se movía. Porque después de las subidas y bajadas eternas venían los parones infinitos. Y ella no sabía cómo estrellarse una vez habiendo tocado el suelo.
-¡Todo el mundo a clase!- escuchó de repente, y sacudió la cabeza para despertarse. No tardó en girar la cabeza para encontrarse con el profesor Davenpart, alzándose delante suyo con autoridad, y el chico rubio y su séquito se movieron de inmediato para ir a clase. Lyra no quiso mirar el reloj para saber cuánto tiempo había pasado.
Volvió a mirar al profesor, quien había roto el trance con solo su voz ¿Se había dado cuenta de lo que había hecho? Lyra recordaría no subestimar a los profesores de pintura nunca más.
-¿Te encuentras bien?
-Sí- respondió antes de apresurarse a volver a clase ¿Pero cómo se recuperaba alguien de un ascenso infinito?
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Aquello sin nombre
FantasyLyra cree en todo, menos en lo mayoría que concierne a lo terrenal, y lleva mucho tiempo perdida en su propio mundo de soles que esperan a que se despierte y mariposas que la espían. Pero una noche sin brisa en la que deambula bailando como un espec...