Tocó la campana que indicaba el final de la hora de comer y el comienzo de las clases y se ilusionó ante la idea de pasarse las próximas dos horas delante de un papel en blanco escuchando a Merygram rimar palabras que no había escuchado antes. Tenía muchas historias que contarle al papel, pero como siempre que Lyra necesitaba escribir, la llamaron al despacho del director.
Andó por los pasillos ignorando a los alumnos que la miraban sin redimirse hasta llegar al sorprendentemente bien señalizado despacho.
Era la única alumna que había cumplido los extremadamente absurdos y estrictos requisitos para que le pagasen el año escolar. Para entrar en el colegio de Las Ciencias, Artes y Otros era necesario aprobar el examen de admisión de cinco asignaturas. Se preparaban preguntas lógicas, creativas, inimaginables o rompedoras supuestamente capaces de determinar si alguien era merecedor de estudiar algo y los alumnos pasaban meses preparándose la guía de estudio de arriba a abajo. El día del examen los alumnos convertidos en los números que llevaban en el pecho se acumulaban en la puerta del colegio leyendo sus apuntes como si fuesen a encontrarse algo nuevo en ellos y conscientes de que las palabras que fuesen a escribir en el papel blanco miedo decidirían su futuro. Porque si suspendían no serían futuras eminencias de nada. Las bailarinas estiraban para sus pruebas, las matemáticas repasaban fórmulas, las filósofas miraban al cielo y las artistas intentaban buscar en la calle abarrotada una última inspiración. Y Lyra esperaba sentada y relajada porque ya había estudiado lo que tenía que estudiar y confiaba en el poder de sus colores y habilidades y no importaba lo que ella hiciese o dejase de hacer, porque las chicas despistadas y excéntricas nunca serían futuras eminencias de nada.
Se había presentado al examen de todas las asignaturas que ofrecía el centro, porque le costaba mucho decidirse y pensó que sería mejor hacerlo todo que no hacer nada. Escribió en los exámenes escritos en clases abarrotadas de frustraciones e inspiraciones y mostró sus habilidades en los exámenes prácticos en aulas desbordadas por los nervios y las preocupaciones. Lo llevó todo acabo con extrema ligereza, porque, en realidad, no le iba la vida en ella y si no estudiaba allí, se dedicaría a otra cosa con la misma sonrisa.
Lyra no aprobó todos los exámenes, algunos porque no había sabido hacerlos y otros porque no había querido, no fue capaz de tocar el piano porque este le miró mal y no terminó el examen de idiomas extranjeros porque no sabía hablar la mayoría. Pero sacó la mejor nota en cinco asignaturas y cumplió con los requisitos para que le concedieran la beca, de lo contrario, no hubiese podido permitirse asistir al colegio más prestigioso de la ciudad.
-Buenos días Srt.Strauss- la saludo el director de avanzada edad y sonrisa preocupada, pero Lyra sabía que su rostro era preocupado de por sí, dirigir un centro abarrotado de adolescentes quitaba años de vida. Aunque, algunos profesores, habían perfeccionado el delicado arte de robarles la juventud a los alumnos. Cogiendo pequeños segundos de juventud de cada uno, sin que nadie sospechara, recolectaban meses, y algunos incluso años, de los mejores años de vida.
-Buenos días- contestó Lyra mientras se sentaba en la silla tapizada de color magenta delante del escritorio de caoba vieja por la que habían pasado tantas lágrimas de alumnos. Yur hubiese pagado mucho dinero por esa mesa.
-Ya sabes por qué te he llamado- ¿Pero, lo sabía? a Lyra le pasaron al menos veintisiete imágenes por la cabeza, algunas en las que había entrado en los baños de los chicos por la simple razón de que se había cansado de buscar los de las chicas y otras en las que se escapaba de noche para rondar la escuela cual espíritu. Pero esas eran cosas por las que Lyra había discutido tanto que los profesores estaban demasiado cansados como para volver a preguntas y sería capaz de rebatir cualquier otra de sus acciones.
-No- respondió Lyra, porque no veía el sentido en asentir y pasarse el resto de la conversación perdida y respondiendo por simple intuición. El director no parecía extremadamente sorprendido mientras se pasaba las manos por la cara y suspiraba, solo cansado.
-Llegamos a un acuerdo cuando entraste en el colegio, no puedes seguir acudiendo a tantas asignaturas para siempre, ni siquiera hay horas en el día, no se como lo haces. Acordamos que en tres meses escogerías cinco asignaturas- Lyra había acudido a todas las asignaturas que había podido porque era tan indecisa que prefería asistir a clases nocturnas que verse obligada a escoger. Ni siquiera sabía con certeza a qué clases acudía, simplemente aparecía.
-Está bien.
-Veamos, los profesores de ingeniería y matemáticas han solicitado que abandones sus clases- leyó en el papel que tenía delante y Lyra no se sorprendió lo más mínimo.
Obtuvo, inesperadamente, la nota más alta en el examen de ingeniería. La prueba había consistido en colocar unos macarrones con un material pegajoso para construir la torre maś alta, y mientras otros calculaban, Lyra los había pegado sin pensar como si fuesen una obra de arte cuyo objetivo fuese rozar el cielo. Y le entusiasmó tanto la idea del arte intentando rozar al cielo, que llegó, con la ayuda de una escalera y tal vez los ángulos de los espaguetis y la presión del aire, hasta el techo. Aunque buscasen a personas ágiles y creativas, con el tiempo, el profesor había encontrado a Lyra demasiado excéntrica para su clase. Puede que quisiesen creatividad porque daban la lógica por hecho.
Por otro lado, la profesora de matemáticas solía ponerse histérica cuando Lyra resolvía las ecuaciones, aparentemente, del aire. Cuando le preguntaba que formula había utilizado decía que se lo había susurrado el viento. Por supuesto, esto no era verdad, Lyra se había estudiado las fórmulas que aparecían en el libro como todos los demás, pero le gustaba ese punto de misterio y fantasía al decir que las respuestas se las había dado el viento.
-En ese caso, me gustaría continuar con poesía, pintura, baile, política y otros- supuso que si no se acordaba del nombre de las demás asignaturas, no merecía la pena asistir.
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Aquello sin nombre
FantasyLyra cree en todo, menos en lo mayoría que concierne a lo terrenal, y lleva mucho tiempo perdida en su propio mundo de soles que esperan a que se despierte y mariposas que la espían. Pero una noche sin brisa en la que deambula bailando como un espec...