Fluir.

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En aquel instante guardó silencio, me miró fijamente a los ojos y esbozó una sonrisa tan incitante que mi instinto lo único que pudo hacer fue llevarme a acercarme. Me hinqué frente a ella, lucía tan bella con aquel vestido negro que mostraba la cálida y tersa piel de sus tobillos, pantorrillas, muslos y aquella latente curva que lleva de su hombro a su cuello y, dependiendo el ansia, dos caminos a diferente locura, su boca un poco más arriba, su escote dibujado en la caída. Su rostro demostraba control, se le veía segura de saberse dueña de mi mente en ese momento, y así era. Estaba a solo unos centímetros de ella y podía sentirle ardiendo, podía sentirme embriagado por su dulce aroma, moría de ganas de palpar su piel, de besarla y desnudarle para admirar el esplendor de su cuerpo. Lo intenté, quise acercarme un poco más para posar mis labios sobre su rodilla, pero me detuvo con su pie sobre mi pecho.

- ¿Ibas a algún lado, querido? -Me cuestionó.
- Justo ahora ya no estoy seguro.
- ¿Así de fácil te darás por vencido? -Dijo arqueando una de sus cejas -. Vamos, querido. Reclama aquello por lo que has venido.

No fue necesario escucharlo dos veces, me dejé ir contra su boca, me resultó tan sencillo acomodarme entre sus piernas y dejar al descubierto sus senos para asirme a ellos con mis manos, probar de ellos con mis labios y sentir sus dedos despojarme de mi ropa para estar piel con piel. Ardía, la vivía, me sentía, la quería...

-Jürgen Rodríguez.

Versos de Pasión OscuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora