Muy despacio...

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Vendó mis ojos antes de entrar a su departamento, pidiéndome confiar en él. Solo se escuchaban nuestros pasos en aquel amplio lugar, un tanto frío, al parecer sin tantos muebles por la forma en la que se devolvía el sonido hacia nosotros. Me dejó esperando en medio de la sala, se escuchaba apresurado caminando de un lado para otro arreglando algunas cosas. De pronto empezó una canción de fondo, un ritmo sutil, lento, intrigante... Se acercó por detrás de mí rodeándome con sus brazos, pude sentir su cuerpo incendiarme con su deseo a través de mi espalda. Guió mis pasos al compás de aquel delicioso sonido que había predispuesto para nosotros, un paso hacia un lado y hacia otro mientras sus manos subían exquisitamente por encima de mi blusa para apresar mis pechos. Un suspiro acompañó el recorrido instantáneo de un escalofrío por mi espalda y mis brazos, todo por sentir su piel ardiendo tan cerca de mi cuerpo, incendiándome poco a poco, lenta y gentilmente. No habíamos bebido y me sentía como si así hubiera sido, abochornada, risueña, totalmente dispuesta a ese hombre detrás de mí. Nunca me percaté de cuando sus manos dejaron de estar en mis pechos y hallaron lugar entre mis muslos, no entendía como esas caricias que había dejado de hacer por buscar un sitio más en dónde tocar, aún seguían presentes, punzando en mi sensible piel que deseaba más y más el ser despojada de sus prendas para sentirlo todavía más cerca. Cuando menos acordé, mi ropa ya estaba en el suelo, sus dedos dentro de mí y sentía algo escurriéndose por mis piernas mientras yo respiraba profundamente, atrapada en sus brazos, en esas caricias lascivas.  Su pelvis se estrellaba contra mis caderas con el ritmo de la música de fondo, permitiéndome sentirle excitado e igual de húmedo que yo. Giró mi cuerpo, llevando la punta de su lengua sobre mis labios como invitación a abrirlos para recibirla dentro de mi boca, entonces comenzó a besarme con esa pasión que solo él tiene, teniéndome con mis manos sobre su cuello y las suyas aferradas a mis nalgas, teniéndome muy cerca de su cuerpo. No supe cuanto, ni hacia que dirección caminamos, pero de pronto sentí mi espalda encontrarse contra un muro, él bajó su lengua por mi abdomen, y tras aspirar profundamente justo entre mis muslos, pasó mis piernas sobre sus hombros dejándome apoyada contra la pared para levantarme del suelo. Sentí su nariz, sus labios, su lengua, su rostro entero humedecido al besarme ahí, justo en el sitio en el que lo quería sentir después. Incluso su boca bailaba en mí, dentro de mí, yo ya había perdido la noción de la voz de la chica que cantaba, solo podía sentir el ritmo de los instrumentos de cuerdas en su lengua, podía sentir el ritmo de los de percusión en cada roce de sus manos, en ese tintineo de su lengua en medio de mis labios, en el golpe de aire de cada uno de sus quejidos y en mi respiración agitada, nosotros nos habíamos vuelto esa canción. Enredé mis dedos en su cabello, mi vientre se alzaba buscando que él me hiciera llegar al clímax con su boca y siguiendo el ritmo tortuoso y lento, lo consiguió, él me sintió temblar sobre sus hombros después de beberme a sorbos pautados. Quería ver sus ojos pero no me lo permitía, me bajó poco a poco para terminar por tomar una de mis manos y dejar una de las suyas en mi cintura para bailar. Debajo de su abdomen podía sentirlo firme, con su sangre hirviendo y pidiéndole a gritos apagar su fuego en la humedad de mi vientre. Un par de pasos, algunos roces y besos sobre mi cuello, un giro con mi brazo hacia el cielo y lentamente bajó mi cuerpo hacia el suelo. Podía sentir su respiración muy cerca de mí, usó sus dedos para sentirme aún más húmeda que hacía algunos minutos, pude percibir como los hundía entre mis labios, humedeciéndolos para después llevarlos a mi boca. Y entonces, a mitad del paraíso a donde me había llevado, desató el infierno. Abrió mis piernas con sus muslos, mordió mis senos y me penetró profundamente. Todo en mi interior ardió, mi piel despertó bajo su cuerpo, se erizó por completo, mis muslos se estremecieron, mi espalda se arqueó, mis pezones reclamaban la atención de su boca mientras sus caderas tomaban impulsos para entrar profundo en mí al ritmo tan sensual de esa música. Sus jadeos inspiraban tanto, entre susurros le pedía seguir, le pedía que apretará mis senos mientras abrazaba mis muslos en su pecho, le pedía sostener mis manos para tirar de mí, para llevarme hacia él una vez y otra vez. En cada momento en el que lo sentía hundirse en mí, yo acariciaba mi clítoris, acariciaba mis pezones, anhelaba poder verme en sus ojos pero él no me lo permitía. Solo escuchaba mis quejidos, su respiración, el sonido del encuentro de su pelvis contra mi vientre, ese acuoso roce de su abdomen y su pecho sudado con mi piel; él seguía lento, intenso, parecía que nunca se iba a detener. Me hizo llegar casi tantas veces como se repitió esa canción sin percatarnos, me sentía cansada, con mis piernas temblando después de que él las puso de mil formas, me vi desesperada por mirarlo fijamente hasta el instante de sentirlo terminar dentro de mí. Me quité la venda, alrededor de nosotros, en el suelo, había un círculo de pequeñas velas encendidas casi consumidas por completo, su dorso, esos brazos y piernas dando un último impulso antes de caer rendido a un lado mío. Volvió el sonido de la voz de aquella mujer de la canción, nuevamente me sentí abrazada por el dulce sonido de esos violines mientras en mi interior ese incendio se propagaba por todos lados. Aceleró un poco el baile entre mis piernas, sin perder ese ritmo sutil que inspiraba la música, de pronto, en cuatro impulsos profundos sentí como culminaba el éxtasis de esos minutos al mismo tiempo que terminaba por enésima vez aquella canción. Sus labios humedecidos por el continuo jadeo del esfuerzo, su frente sobre mi pecho y mis brazos cansados rodeando su cuerpo.

Un suspiro y la canción comenzando de nuevo...

"Feel the vibe... Feel the terror... Feel the pain..."

Escrito por Jürgen Rodriguez.

https://youtu.be/6EA-MIYY1bg

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