Mis manos en sus manos.

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Después de las diez ella ya decidió apagar todo al exterior, cerró la puerta de su habitación, se despojó de sus prendas y dejó que el silencio la llevara a un sitio junto a quien ronda a diario su pensamiento. Respiró profundamente, se cubrió con las sábanas de su cama y llevó sus manos sobre su cuerpo simulando sentir las de él. Acarició sus labios y los humedeció imaginando sus besos, bajó la yema de los dedos sobre su cuello y rozó suavemente sus pechos. Suspiró, cerró sus ojos y llevó los dedos más abajo, abrió sus piernas, lentamente hizo que aquellos sensibles pliegues se embebieran lo suficiente para no solo simular sentir los roces por fuera, sino también imaginar su miembro penetrándola despacio, profundo, al compás que ella pautaba con el movimiento de sus dedos. Se estremeció, mojó su cama, desde dentro revivió el calor que sentiría estando debajo de él; había apagado el mundo afuera para tenerlo ahí, sentirlo, descansar después de ese placer.

Jürgen Rodríguez.

Versos de Pasión OscuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora