Capítulo 8

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~•El Ganado•~
...
.

El mapa con ojitos yacía en la entrada con una pecera en las manos y dentro de ella...

Un bellísimo ajolote de un color rosa mexicano.

Todo chikito.

Todo bonito.

Y Natalia...

Bueno, para ella eso era un sueño hecho realidad.

Pará tu — El mapa se acercó a ella extendiendole la pecera.

Porque estaba muy pesada entonces ya no la quería andar cargando. Tenia cara de que se quería cagar pero, al ver a Natalia derramar unas cuantas lágrimas...

Se le olvido que eso pesaba como seis kilos.

Ay wey — Natalia se cubrio la cara con ambas manos.

Romano se acercó con la intención de abrazarla sin embargo, El mapita se acercó a él dejándole la pecera con el ajolotito en las manos, que este recibió sin mucho esfuerzo. Ya que Romano está mamadisimo.

— Ya galletita... — la abrazó dándole palmadas en la espalda.

Me hicieron llorar — dijo Nati entre berreos.

¿MePeRd0nAs? — balbuceo el mapa.

Natalia se separó de él lentamente con una leve sonrisa volteando a ver al pequeño ajolotito.

Tal vez — vaciló Natalia limpiandose las lágrimas.

¿QUIÉN HIZO LLORAR A MI BEBÉ? — gritó México entrando con Rusia detrás de él.

URSS y USA salieron rápidamente de su escondite y apuntaron a los chicos:

Saulo, Gera y el Mapita.

Romano los miró sonriendo con cinismo.

-—- Si México y Rusia separan a Natalia de esos tres idiotas me dejan el camino libre -—-  pensó el.

Romano dejó la pecera en la mesa y camino poniéndose a lado del gringo y el soviético.

Lo que dicen mis estimados — se puso una palma en el pecho con una cara de pura sinceridad — Es cierto... Ellos... — apuntó a los chicos.

Y los chicos se cagaron al ver cómo a Rusia y a México se les tornaba los ojos de un color amarillo.

¿Será este el fin del hombre araña?

Probablemente.

¿Tacos?

Dos por favor.

Bueno, en lo que me traen mis tacos continuemos.

Rusia y México avanzaron con toda la intención de acabar con los que hicieron llorar a su futura hija adoptiva, sin embargo, las carcajadas escandalosas de Natalia.

Todos se giraron a verla, ella estaba con su ajolotito bebé, su mano sumergida en la pecera. Y la punta de su dedo índice estaba dentro de la diminuta boquita del ajolotito, lo cual le causaba cosquillas.

México y Rusia miraron enternecidos la escena, al igual que todos.

Pero Romano, al darse cuenta de lo que pasaba, frunció su ceño con desagrado.

Fue totalmente opacado por esos tre jóvenes, sobre todo por aquel que nunca se despegaba de ese maldito cubre bocas.

Romano se acercó a México y a Rusia y les susurró al oído — Ellos la hicieron llorar... Deberían darles una lección a esos muchachos. —

Amantes de la Historia ||X a c a s s||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora