Six

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girl wonderCapítulo seis

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Capítulo seis

Durante los primeros minutos del viaje de vuelta, nadie se atreve a romper el silencio. Todos se limitan a mirar por las ventanillas un paisaje que todos han visto muchas veces y durante un rato parece que estoy solo en el coche.

Eso es, hasta que Dawn es lo suficientemente valiente para hablar. 

- Eres Natasha, ¿verdad?

- ¿Hmm? – me levanto al oír mi nombre. Estoy demasiado ocupada, perdida en una nube de pensamientos, que me lleva un momento comprender lo que dice. – Ah, sí. Así es.

- Me alegro de volver a verte.

Las comisuras de mis labios se curvan un poco. – Sí – me miró los dedos mientras me hurgo en las uñas, que tienen una manicura fresca de color azul oscuro. Sus palabras hacen que mi mente se remonte al día, hace unos tres años, en que el dúo me acorraló en un callejón e intentó convencerme de que les ayudará a hacer cosas de superhéroes. Me negué cortésmente, pero después volvieron a buscarme, y otravez, y otra vez. Dije que no todas las veces.

El silencio vuelve a llenar el aire, junto con una espesa tensión. Nadie sabe qué decir; nadie quiere decir nada, así que los minutos de vuelta al edificio de la pareja se alargan como horas.

Mis dedos tamborilean contra mi muslo. Cuando miro las manos de Dick agarrando el volante, sus nudillos están blancos como el papel. 

Al final, Dick aparca en el mismo sitio que cuando nos fuimos. Apenas apaga el motor, salgo de su coche y me dirijo al mío.

- Natasha – dice. – ¿A dónde vas?

- A casa – exclamó, sacando las llaves del bolsillo de mi chaqueta.

Su mano es fuerte y me rodea el bíceps para detenerme, pero me apresuro a apartar el brazo de su contacto.

- ¿Va todo bien? - me pregunta. Evito sus ojos y miró al suelo, pero no tengo que mirarle para saber que está poniendo esa cara, esa en la que tiene las cejas un poco fruncidas y apenas hace un mohín. 

- No, no lo sé. Creo que sólo estoy abrumado. 

- Oye, lo entiendo – me asegura, volviendo a colocar suavemente su mano en la parte superior de mi brazo. Esta vez le dejó. – A veces...

- Me refería a la forma en que peleabas. No sabía que eras así. 

No dice nada por un momento, así que me armo de valor y desvío la mirada hasta que se posa en la suya. Es difícil leer su rostro esta vez: sus ojos son duros, llenos de la misma furia que tenían en el almacén, pero al mismo tiempo son suaves, como si fuera yo a quien ha herido.

- Ha pasado mucho tiempo. Supongo que... tengo mucho acumulado – su mano cae de nuevo a su lado. - Lo siento, Natasha.

Hago una pausa y mis ojos vuelven a bajar. – No tienes que pedir perdón – digo, sacudiendo la cabeza. – Es que prefiero hacer las cosas de forma diferente, supongo. Tal vez... intenta ser un poco más cuidadoso la próxima vez.

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