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girlwonder Capítulo ocho
Dick muestra su placa de policía cuando un agente se acerca a su coche.
- Está conmigo – dice Dick, señalando hacia mí. El hombre levanta una ceja de manera escéptica, pero paso de largo y me uno a Dick.
Los copos de nieve se posan en mi cara y en mi pelo y mi aliento se nubla al chocar con el aire gélido, así que me meto las manos en los bolsillos, temblando ligeramente.
Hay paramédicos y policías que se apresuran, por no hablar de las sirenas que suenan.
Dick guarda silencio mientras se detiene a observar la escena del crimen.
Al principio me parece una explosión; ladrillos y ceniza esparcidos por el suelo nevado. Luego, cuando mis ojos descubren el interior, encuentro un cubículo casi perfectamente intacto, lo que no tiene sentido. Los engranajes de mi cerebro giran mientras intento formar más teorías.
Me vuelvo para preguntar a Dick, pero ya se ha dado la vuelta y se dirige a dos forenses. Corro tras él y me quedo boquiabierta al ver un cuerpo metido en una bolsa para cadáveres. Es difícil decir que fue un ser humano, por un momento dudo que lo fuera. La carne es oscura, del color del carbón, y está derretida y moldeada en una forma inhumana.
Me quedo con la boca abierta cuando los dos hombres con guantes de látex terminan de cerrar la bolsa y se llevan el cuerpo. Respirando profundamente para recomponerme, sigo a Dick al interior de la gasolinera y al fondo, donde entramos en una oficina. Examina la pequeña habitación, que no contiene más que un mapamundi en la pared descascarillada y amarilla; un escritorio con un ordenador portátil abierto y algo de papelería.
- ¿Puedes echar un ojo, muy rápido? – pregunta, tomando asiento en la silla que está metida debajo del escritorio.
- Oh, claro – respondo, apoyándome en la pared de la entrada.
Introduce una memoria USB de aspecto extraño en el portátil, que empieza a brillar con un color verde neón. Lanza la cabeza hacia mí y levanta una ceja, así que miro hacia el exterior del despacho.
- Todo despejado, señor – sonrío.
Dick esboza una sonrisa que dura medio segundo, antes de que suene el portátil. Saca el bastón y se levanta de golpe, saliendo de la tienda y volviendo a su coche.
Cuando volvemos a nuestros asientos, se acerca a la guantera y saca una especie de dispositivo plano. Mis cejas se fruncen inquisitivamente mientras le veo conectar el palo a la tableta. Echa un vistazo al exterior de vez en cuando y empiezo a preguntarme si no es algo que debería hacer.
Finalmente, vuelve a meterse el palo en el bolsillo y toca la pantalla del aparato, inclinándolo un poco hacia mí. En ella aparecen las imágenes de las cámaras de seguridad del aparcamiento de la gasolinera en la que estamos. Avanza hasta que ve dos figuras, una de las cuales me resulta familiar. Pone en pausa las imágenes y las amplía, donde Rachel sube a un coche con la mujer que Dick me describió antes, la que fue vista en la casa de Rachel en Michigan. Hace un nuevo acercamiento, con una imagen clara de la matrícula del coche.
