Nine

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girl wonderCapítulo nueve

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girl wonder
Capítulo nueve

- ...Pensé que, si me apoyaba en alguien, si confiaba en él, todo el dolor desaparecería. Me equivoqué. Cualquiera que te diga lo contrario está mintiendo. La pérdida está aquí para siempre. No hay forma de superarla. Pero puedes controlarla, y puedes canalizarla. Nadie más puede hacer eso por ti. Sólo tú.

Las palabras de Dick me golpean como un tren a toda velocidad. Por un momento, el suelo que tengo debajo se balancea y tengo que apoyar mi peso en la pared más cercana. Luces rojas y azules parpadean en mis ojos. Sangre y cristales rotos por todas partes.

- Natasha, ¿estás bien?

Dick sale corriendo de la iglesia y se acerca a mí, apretando sus manos alrededor de mis bíceps para estabilizarme. Sus ojos buscan algo en mi cara y su preocupación no desaparece.

- Estoy... Estoy bien – digo, tragando bocanadas de aire hasta que recupero la fuerza en las piernas.

- ¿Qué pasó? ¿Estabas llorando?

De repente me doy cuenta de que las lágrimas me nublan la vista. Por suerte, no han caído, así que me paso los dedos por debajo de los ojos para secarlos, con cuidado de no manchar el rímel.

- Nada, es sólo que... Te escuché hablando con Rachel y.... tus palabras me recordaron a alguien.

Dick aprieta los labios, sus suaves ojos marrones me observan todo el tiempo.

- Por cierto, perdón por escuchar a escondidas – digo, forzando una risa. Me aliso las manos sobre la chaqueta de cuero y me meto un poco de pelo detrás de la oreja. 

- Oh, uh – Dick se revuelve, sin darse cuenta de que sigue agarrado a mí.

- No te preocupes – las comisuras de sus labios se curvan ligeramente. Por un momento -no, mis ojos deben estar engañándome-, pero juro que sus mejillas se han vuelto rosadas. 

- ¿Cómo está Rachel?

Dick se encoge de hombros, metiendo las manos en los bolsillos de sus pantalones. – Todavía está un poco conmocionada, creo. Por no hablar de que todavía está enfadada conmigo. No puedo decir que la culpe.

- Oye, ya resolveremos las cosas. Encontraremos una manera de comprometernos, ¿de acuerdo? – le aseguro.

Dick asiente, mirando al suelo.

- Dios, este lugar me da un poco de miedo – admito, mirando a mi alrededor. Los cuadros que cuelgan de la pared son todos imágenes de la Biblia, que, teniendo en cuenta que estamos en un convento, no están fuera de lugar. Sin embargo, no es eso.

- ¿Cómo es eso?

- Son las monjas... Hay algo... raro en ellas. Pero es probable que sólo esté paranoico – sacudo la cabeza.

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