18. El chelo que llora (parte 1)

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Ostyn

Acostado, tranquilo en mi cama, oyendo la música que trasmiten mis auriculares. Mi paz se acaba cuando Flex entra al cuarto de manera abrupta, me agarra de la ropa con la misma intensidad, tanto que se me caen los cascos de las orejas y se dispone a gritarme.

—¡La vi, la escuché, hay que detenerla!

—¿Qué? —digo aturdido.

—¡A Trina, mi conejita!

Me quedo procesando, solo espero que no haya oído nuestra conversación, fue hace tan solo unos momentos, aunque creo que esto va de otra cosa, mejor seguirle la corriente.

—¿Qué escuchaste?

—Va a salir con ese tal Diryon. —Me suelta y mi cabeza choca con el respaldo de la cama.

Auch.

Por las dudas, me levanto antes de volver a sufrir algún tipo de golpe por estar distraído.

—Ya te dije, ella sigue su vida —me limito a decir porque no quiero expresar nada más, pues hace un rato ella me estaba coqueteando y ahora se fue con el otro.

No la juzgo para nada, Trina puede hacer lo que quiera, pero ojalá no me involucrara tanto en el asunto. Lo curioso es que de nuevo hay algo que me molesta y estoy casi seguro de que no es que se me acabó el refresco.

—¡No, no estoy de acuerdo! —grita Flex y vuelvo a prestarle atención—. ¿Me estás escuchando?

—¿Qué? ¿Qué pasa?

—Deja de estar distraído y escucha esto.

Bufo.

—Bien.

—Esta vez ese encuentro no va a ocurrir, te lo juro —expresa determinado y con una cara de asesino, hasta sonríe con malicia—. Ese Diryon no va a llegar a la cita.

No me gusta para nada lo que está diciendo.

—No está bien. —Enarco una ceja—. ¿Harás que la deje plantada?

—Exactamente —expresa con orgullo, alzando la cabeza.

—¿Pero no te preocupa que ella lo pase mal?

—Es Trina, lo superará. No creo que esté enamorada de ese chico, así que solo se enojará y ya, pero si en cualquier caso sucede, no te preocupes, estaré yo para reconfortarla, entonces regresará a mis brazos.

—¿Irás en lugar de él? —opino.

Me mira con un gesto extrañado.

—Uno, no sé ni dónde es, dos, no me gusta la música clásica ¿Por qué iría a un concierto de chelo? A una orquesta o lo que sea que es esa cita rara y tercero, pero no menos importante, ¿tiene que sufrir un poco, no? Ella me dejó.

—La engañabas —le recuerdo.

—Sí, como sea, no puedo ir, si aparezco ahí se dará cuenta de mi plan, mejor que venga ella solita a contarme lo mal que le fue en su cita.

Bufo no muy de acuerdo.

—Bien.

~~~

El día de la cita llega y Flex se averiguó todo, para la mala suerte de Diryon el plan le salió bien a mi amigo. El jefe pandillero de los Scrips, no pudo salir de los dormitorios para ir a su cita, porque Flex logró que tuviera problemas con el director. No sé mucho sobre los detalles, pues no me quiso contar mucho, pero se salió con la suya con todas las letras. Aunque lo que me molesta es que sea de noche y esté durmiendo campante, mientras su ex está ahí afuera a oscuras, esperando sola.

Mierda, estoy preocupado.

Me sobresalto cuando se oye un trueno ¿En serio? No puede ser ¡¿También llueve?! No, no puedo ir ¿Por qué iría? Pues soy una buena persona, por eso.

Me levanto de mi cama, agarro el chaleco de lluvia y un paraguas, me voy rápido del cuarto, y la verdad Flex ni se da cuenta, anda en el quinto sueño o algo así.

Salgo de los dormitorios y busco en mi celular la dirección en la que tenían que encontrarse Diryon y Trina. Pues Flex se averiguó todo, por lo tanto yo me lo sé también, al menos lo que me contó sirvió para algo. Tomo el trasporte público, entonces me dirijo a buscarla. Maldición, es tan tarde.

Cuando el ómnibus llega a destino, corro lo más que puedo y allí la veo, sentada en una banca, mojándose. Me acerco despacio con el paraguas ya abierto, entonces alza la vista, me encuentro con sus ojos llorosos.

El agua de la lluvia no puede disimular su tristeza.

—Lo siento —me disculpo—. Flex evitó que Diryon llegara —confieso porque no estoy de acuerdo con lo que hizo y porque siento que verla así de alguna forma me dolió, pude haberlo evitado.

—Mi padre... —susurra y me doy cuenta que sufre por otra cosa—. Me perdí el concierto de mi padre.

—Lo siento —repito pues no tengo mucho que decir, ni siquiera sé la razón de estar aquí, otro debió haber llegado en mi lugar.

Se levanta y me sobresalto cuando me abraza, el paraguas cae al suelo.

—Estoy tan feliz de verte —es lo único que dice y sigue sollozando, pero todavía más fuerte, con más intensidad.

Por un momento quedo un poco perplejo, pero por acto reflejo o por otra cuestión que desconozco, la termino abrazando también. 

Pelirroja PeligrosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora