4. Castañas y tranquilas

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Ostyn

Lavo mi cabello negro mientras pienso que tengo que cortarlo, ya que está un poco largo. Cierro la canilla de la ducha y salgo de esta, tomo una toalla, me seco, entonces la envuelvo en mi cintura, para luego salir del baño. No pasan ni dos segundos y de repente golpean la puerta, la cual se rompe, cayendo al suelo.

—¡Ajá, te encontré! —grita la pelirroja—. ¡Dijiste que estarías en literatura! —se queja.

—Eso fue hace horas.

—Sí, pero no encontraba la clase. —Bufa.

Enarco una ceja.

—Espero que tengas dinero para pagar esa puerta.

—¡¿A quién le importa?! —chilla eufórica—. ¡Te encontré!

—Pues claro, es mi cuarto, también conocido como el cuarto de tu novio. —Sonrío.

—¡No es mi novio y deja de sonreír!

—¿Vas a pagar la puerta? —insisto.

—¡¡Te dije que no me importa la puerta!!

—A mí sí, alguien trabajó muy duro para ponerla ahí, desprecias la labor de la clase trabajadora, eso está mal, sin contar que los adultos pagan los impuestos, piensa en ellos.

—¡Me importa una mierda, a los profesores los tengo comiendo de la palma de mi mano, si me dicen algo les romperé sus coches!

—Estás nerviosa, tómate un té.

—¡¿Cómo no iba a estarlo?! —chilla avergonzada—. ¡¡Estás desnudo!!

—Casi desnudo —corrijo—. Bueno, si no hubieras roto la puerta... —Hago una pausa—. Mis ojos están aquí. —Los señalo, sonriente.

—Es que... ¡Uf! No pensé que tenías tan buenos abdominales, aunque tiene sentido, derribaste a Seb, y tampoco me fijé en tus brazos, ¿haces ejercicio? Seguro que sí, sino no serías amigo de Flex, ni pertenecerías a su pandilla.

—¿Terminaste de decir lo que piensas? —Enarco una ceja—. Este es el dormitorio de chicos, deberías irte. Si estás buscando a Flex no está, se encuentra de reunión, así que vuelve en otro momento.

Pone las manos en su cintura, avanza sin dejar de mirarme, luego se detiene cuando está cerca y me observa de arriba abajo.

—¿Qué? ¿Tienes vergüenza? ¿Temes que una chica linda te mire? O peor, ¿tienes miedo de que tu amigo nos vea? Qué terrible sería. —Juguetea con su pelo.

—Siento decirlo, pero no eres mi tipo, y no voy a coquetear contigo, tú misma lo dijiste, Flex es mi amigo, no va a pasar.

—¿Qué eres? ¿Cobarde, virgen o gay? No lo entiendo, tan leal no te veo, y no me vengas con bobadas, ¿cómo que no soy tu tipo?

Sonrío.

—Me gustan las castañas.

Queda pálida.

—¿Qué? Mientes.

—No, es verdad, todas mis ex son castañas —expreso sincero.

Cada vez queda más petrificada.

—¡¿Qué tienes contra el rojo?! —se queja al reaccionar.

—Me da la sensación de que es salvaje y peligroso, no me va, me gustan las chicas tranquilas.

—¿Castañas y tranquilas? —Sigue estupefacta—. ¡Qué estupidez, un color no define nada!

—Cierto, pero tú sí pareces una pelirroja peligrosa, yo me alejaría.

Se ve furiosa.

—¡¿Disculpa?! —Presiona los dientes.

—¡Ostyn, no te conté! —Veo entrar al cuarto a Flex—. ¡Me pegaron en las bolas otra vez, mis hermosas bolas! —chilla y luego reacciona, dándose cuenta de la situación, rápidamente la malinterpreta—. ¡¿Qué está pasando aquí?!

—¡A nadie le interesan tus malditas bolas, infeliz! —le aclara Trina.

—¡Conejita! —Agarra sus manos—. ¡Has venido a buscarme, sabía que debía tener esperanzas de que recapacitaras!

—¡¿Qué?! ¡¿Recapacitar?! —Le pega en la ingle otra vez—. ¡Recapacita esta! —Levanta el dedo medio, mientras él cae al suelo, agarrándose allí por el dolor.

—Mis bolas. —Sufre.

Veo como la pelirroja se va corriendo y ayudo a mi amigo a levantarse.

—¿Se puede saber qué hacías desnudo delante de mi novia? —cuestiona.

—Me fui a bañar y tu coneja entró, eso es todo ¿Qué vas a hacer? —consulto.

—Hablé con el grupo, se acabó la paz —dice fríamente.

—Ya veo, supongo que hay que correr la voz —aclaro y él asiente—. Bien, que comience la guerra.

Me visto y salgo del cuarto, le aviso a algunos la decisión final, por lo tanto cada persona va contándole a otros que la alianza se terminó y así el comunicado se esparce, entonces el inicio de la contienda se da por declarado. 

Pelirroja PeligrosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora