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Dos años después...

Presionó enviar soltando un suspiro mientras tocaba su cuello. Por fin había podido enviar la edición del libro en el que estaba trabajando, pero eso no había sido lo peor o lo más cansado de su día.

Kira estaba enferma.

Era 31 de enero y ese día Mark nunca, nunca lo olvidaría. Primero, Yuta estaba en París, llevaba tres semanas allá y simplemente hablaban por videollamadas y mensajes. Segundo, el significado de que Kira estuviera enferma era lo peor que le podría suceder a Mark, de verdad agradecía trabajar en casa, a sus 26 tenía un buen trabajo y una hermosa familia, pero eso no quitaba el hecho de que su familia era un desastre y más si volvían a recalcar el hecho de que: KIRA estaba ENFERMA. Mark amaba a Kira, la señora era tan buena con sus hijos y los hacia calmar de una manera increíble.

Pero aquel 31 de enero en el que tuvo que quedarse totalmente sólo fueron muchas las veces en la que quiso encerrarse a llorar. Primero que todo era sábado y eso significa Rosé no iría al colegio así que tuvo que soportar a su hermosa hija mayor bailando y brincando por toda la casa con su nueva obsesión: el ballet. Al final Yuta si la había inscrito y a la pequeña le termino gustando, también estaba el hecho de que Yuta le había comprado como mil tutus de diferentes colores y diseños así que Rosé se la pasaba practicando y jugando con sus hermanitos y los grandes perros Bruni y Pascal.

Con respecto a Taro... Mark no se podía quejar mucho, el niño era el más calmado de sus hijos mientras estuviera entretenido con algo porque si no era así, los buenos pulmones con los que había sido bendecido harían su función por toda la casa. Taro tenía una gran habilidad para gritar, en especial cuando su querido hermano gemelo lo fastidiaba. Si, Niki era todo un caso, esté no solía gritar tanto, era más relax pero había algo que amaba y eso era fastidiar a los demás. Mark no sabía como, si tan sólo tenía 2 años pero el pequeño sabía bien como hacerte llorar o sacarte de quicio, le gustaba jugar bromas y amaba reírse de todo, solía salir de su habitación corriendo desnudo por toda la casa haciendo que sus padres tuvieran el corazón en la boca cada vez que se acercaba a las escaleras por eso habían decidido poner una pequeña puerta en las escaleras y aún así semanas después ambos pequeños habían descubierto como abrirla.

Mark en ocasiones si sentía que era mucho, tuvo a Rosé a los dieciocho y si, fue díficil pero tener dos pequeños demonios, tener a una hija de ocho años bailarina, una enorme casa que mantener a flote, más un trabajo en el cual debía ser responsable aveces le daba ganas de llorar. Llorar como un bebé.

Pero lo soportaba, soportaba todo porque independientemente de todas esas cosas, se sentía cálido cuando en las mañanas lo primero que veía era el rostro de su novio que lo abrazaba con fuerza luego de llegar de alguna actividad, luego bajar su mirada y encontrar a sus dos bebés que no sabía como pero se habían metido a la cama, luego su corazón rebosaba de alegría cuando su hija le servía el café en las mañanas y le dejaba un tierno beso en su mejilla.

Todo valía la pena.

Con un nuevo suspiro decidió revisar las habitaciones de sus hijos, era una nueva manía que tenía y creía bastante difícil que está de fuera. La habitación de Taro y Niki era con temática de Car, Rosé una vez los puso a ver la película y quedaron encantados. Sus camas eran exactamente para niños de su edad, quedando la de Taro (el mayor) dos escalones arriba, cuando se mudaron diseñaron la habitación de los pequeños para que fueran espacios amplios pero al final compartidos. Taro dormía totalmente acurrucado, justo como Mark lo dejo, en cambio Niki ya se había movido, estaba acostado de lado y las sábanas simplemente no cubrían su cuerpo. Sonrió y volvió a cerrar la puerta yendo a la habitación de Rosé.

No había cambiado mucho, no habían toda clase de princesas, tan sólo Rapunzel reinaba en aquella habitación totalmente violeta y rosa, tanto que le daba dolor de cabeza a Mark. Rosé dormía tranquila y parecía estar soñando de lo mejor si la sonrisa en su rostro decía algo. Cerro la puerta y finalmente fue a su habitación.

𝑅𝑜𝑠𝑒́ (yumark) EN EDICIÓN Donde viven las historias. Descúbrelo ahora