Capítulo 9.

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Se giró lentamente intentando ocultar una sonrisa maliciosa, después de rebuscar en uno de los cajones. Uno de esos en los que se guardaban desde pilas, hasta acumular tickets de la compra, impresos de facturas, cables de cargadores perdidos, mandos de televisión rotos, y un largo etcétera doméstico. Si Sergio notaba que estaba disfrutando más de lo necesario podría echarse atrás antes de empezar. Apretó sus labios en una mueca viéndole allí sentado en una silla, en medio de la zona pertinente a la cocina, con una toalla colgando de su cuello y pareciendo un niño pequeño, temiendo lo que se le avecinaba.

—Ahí no tienes tijeras... Pero he encontrado esto —Alzó una bolsa de chuches. ¿Esto es tu droga, no?

Él la miró de reojo, ya que después de tres gritos había conseguido que no se moviese ni un milímetro del taburete, y ahora su enorme melena descansaba mojada sobre la toalla que ella tanto se había esmerado en colocarle bien.

—Una entre muchas...

—Pues pórtate bien, o te quedas sin esta... —Robándole una de las chuches y llevándosela a la boca, omitió el "Y sin la otra qué estás pensando"— Metió una en forma de corazón en la boca de él y lanzó la bolsa hacia la isla de la cocina.

Raquel se movió cómoda, aún vestida solo con la camiseta de él y sus bragas y siguió sus indicaciones (tercer cajón de la izquierda) para ir en busca de unas tijeras al único baño de la casa: el de su habitación. De camino, cayó en la cuenta de la sucesión de canciones que les habían acompañado desde que habían puesto un pie en el loft. Y ahora movía las caderas al ritmo de una melodía que apuntaba mucho al rock, contoneándose, disfrutando en silencio de las miradas curiosas y excitantes que debía estar lanzándole Sergio desde el taburete.

—¿Cuál es esta? —Le gritó, a punto de aferrar el tirador.

I Wanna Be Your Slave, de Måneskin. —Sergio se recreó un poco en la silueta de su cuerpo, en lo sensual que se mostraba cuando bailaba, independientemente del género que estuviese sonando— ¡Los de Eurovisión de este año!

Al deslizar la puerta metálica que daba a su cuarto casi idéntica a la de la entrada, la enorme cama con sábanas negras que la recibió se le antojó cómoda y masculina, como el resto de la habitación. Las ganas de probarla y no precisamente para dormir, se le hicieron más apetecibles de lo que hubiera reconocido nunca. El colchón sobresalía de la estructura decorada en piel gris petróleo en la que se encontraba metido, prácticamente a ras del suelo. Las sábanas iban a juego con el color de los enormes almohadones blancos que debían servirle como única almohada, mientras que la colcha gris perla parecía arrugarse bajo ellos.

A su izquierda, una sucesión de estanterías abiertas y repletas de diferentes cajones mostraban toda su ropa, su colección de deportivas y sus gorras ordenadas por colores, iluminadas por las luces LED que, en aquella casa, nunca estaban de más. Descalza y disfrutando la sensación del parqué oscuro bajo sus pies, dejó a un lado la cama intentando borrar todas esas imágenes que se habían instalado en su mente y se adentró en el baño.

Las baldosas de ese suelo estaban hechas de hormigón impreso, lo que contrastaba bastante con el resto del loft, que se basaba en suelo laminado, solo que de distinto material y color según la zona que recorriese. Y pudo notar la diferencia de temperatura en sus pies debido a ello. Decorado en tonos negros y resaltado apenas por algunos detalles en blanco como la ceramica del lavamanos, todo se mantenía acorde a la personalidad de Sergio. Le sorprendió el modo zen en el que parecía tenerlo todo ubicado, de hecho, no le extrañaría que hubiese organizado la disposición de cada rincón con un libro de feng shui entre las manos. Rebuscó en el tercer cajón del mueble, tal y cómo le había indicado, a la vez que echaba un rápido vistazo a la ducha de embaldosada que ocupaba toda una pared, siendo la enorme cristalera por la que accedías a ella, una ventana panorámica de lo que sucediese ahí dentro.

𝐁𝐚𝐝 𝐁𝐥𝐨𝐨𝐝 | 𝐀𝐔 | 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora