Capítulo 16.

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El corazón de Raquel se saltó un latido al escuchar preguntar a su hija. Sin soltarse de ella (cómo era previsible) prácticamente colgada de su cuerpo, miraba con cierta curiosidad y algo que no lograba identificar al extraño que se encontraba al lado de su tía Alicia.

Una singular sensación se instaló en su estómago. Sin saber muy bien por qué, sólo esperaba el beneplácito de su hija hacia Sergio, pues de lo contrario, no sabría realmente cómo seguir con todo aquello. Le apartó los mechones rubios de la cara, dejando constantemente suaves besos a la altura de sus sienes. No podía creerse que en los dos meses que no se habían visto notase que había crecido unos centímetros aunque todavía siguiese siendo su bebé. Y eso que, en cuanto a estatura, seguía siendo pequeña pero acorde a su edad.

—¿Y tú cuántos años tienes? —Ladeó la cabeza hacia el cuello de su madre, un tanto tímida.

Lo último que Raquel esperaba en aquel momento era que preguntase por su edad. Sin embargo, lo agradeció porque podía haber preguntado cualquier otra cosa peor. La Inspectora no perdió la oportunidad de recrearse en el olor tan característico de su niña para luego mirar directamente a Sergio. Alicia, en cambio, se mantenía al margen de la incómoda conversación fingiendo que estaba demasiado ocupada bajando las maletas que habían traído, con un chupa chups Kojak rojo intenso aprisionado en su boca.

Uno que debía haber robado de las chuches de Sergio sin que se hubiese dado cuenta.  

—¿Cuántos tienes tú? —Sergio le sonrió con dulzura, cautivado por la suavidad de sus facciones, y con lo preciosa que era. Desde su nariz redonda, respingona y en la que se advertían finas pecas adorables, hasta la forma de sus dientecillos (aún con la ausencia de uno de sus colmillos) cuando sonreía casi igual que lo hacía su madre.

Lo que más le impactaba era la forma de sus ojos, tan parecidos a los de Raquel, pero de un azul cielo increíble. Eso, en conjunto con lo relajada que veía a la inspectora teniéndola en sus brazos, diciéndole cosas al oído cargadas de cariño o simplemente lo que reflejaba su mirada, hacía que su corazón se desbocara a través de su boca.

¿Qué le estaba pasando?

—Ocho y medio —respondió, con voz de sabionda. Raquel no pudo evitar rodar los ojos escondiendo una sonrisa— ¡Casi nueve!

Era curioso cómo los niños calculaban su edad, orgullosos de cada número nuevo que añadían a su cuenta particular, incluyendo meses y casi semanas.

—Mi amor, los nueve los cumples el año que viene. —añadió, divertida.

—¡Guau! ¡Eres súper mayor! —El pizzero alternaba su mirada entre la niña y la madre, sin poder evitarlo— Pues yo tengo veinte más. —contestó balanceándose sobre sus deportivas, de un blanco impoluto que duraría poco por culpa de los caminos de tierra del pueblo.

Paula frunció el ceño considerablemente en un gesto que le recordaba demasiado a Raquel y Sergio supo al instante que estaba calculando, casi pudiendo ver una nube de números formándose sobre su cabeza.

—Pues mi mamá es más mayor que tú... ¿A qué sí, mami?

Alicia, que ahora estaba sacando la bolsa de viaje de Sergio, se atragantó con el exceso de su saliva gracias al chupa chups y empezó a toser, queriendo reírse de la ocurrencia de su sobrina. Y porque encima le hacía más gracia la cara que estaban poniendo los dos intentando desviar el tema.

—Claro, como la tía Alicia. —Sergio le guiñó un ojo con complicidad a la pequeña, y añadió en voz baja—: Nosotros molamos más. —Había puesto su mano junto a sus labios para que solo Paula pudiese escucharle, a lo que ella había reído entre dientes.

𝐁𝐚𝐝 𝐁𝐥𝐨𝐨𝐝 | 𝐀𝐔 | 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora