Capítulo 30.

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—¡Ya voy! ¡Ya voy!

Alicia decidió que sería ella la encargada de abrir la puerta antes de que fundiesen el timbre al otro lado.

—¡Joder, que ya voy! —repitió en voz alta, a punto de llegar al inicio de la escaleras.

Si tenía que esperar a que Raquel o Sergio se moviesen, el que fuera que estuviera llamando seguiría haciéndolo hasta acabar con su paciencia, ya que ellos seguían encerrados en la cocina y seguramente ni se habían enterado de que estaban tocando. Con cuidado de no matarse al bajar, todavía a medio arreglar y subida en esos tacones altísimos dignos de alguna supermodelo; llegó hasta la puerta y la abrió de un solo tirón.

—¡Sorpresa! —David, tan guapo como siempre, tan galán e irresistible, le dedicó una sonrisa que hizo temblar sus piernas inevitablemente.

Eso, o que acababa de bajarle el azúcar de la impresión.

2 días atrás...

—Alicia, abre la puerta o te juro que la tiro abajo.

Raquel intentaba sonar todo la calmada posible que podía, pero el acompañamiento de varios golpes secos con la mano abierta sobre la puerta del baño en el que su mejor amiga se había encerrado segundos atrás, decía todo lo contrario. Además de los latidos incesantes de su corazón zumbando en las profundidades de su cabeza.

Le resultaba demasiado difícil lidiar con esa clase de situación con calma. Podía hacerle frente a una crisis, a una operación táctica, a un tiroteo, y pocas veces le temblaba la mano, pero si se trataba del probable embarazo de su mejor amiga, ahí no sabía cómo debía actuar.

Sergio agarró su muñeca con suavidad cuando hizo el amago de volver a golpear la puerta, entonces ella le miró alzando el mentón. Un gesto desafiante al que él estaba más que acostumbrado. Entonces torció el cuello, le pasó la yema del dedo gordo en círculos sobre la piel y, como única respuesta, el pizzero movió su cabeza poco a poco, negando. Raquel le comprendió al momento. Alicia ya debía estar suficientemente aterrada, demasiado metida en el hervidero que debía ser ahora su mente, de modo que no era una buena opción que su nerviosismo la alterase más.

—Cariño —Suspiró—, Abre la puerta y déjanos... Déjame pasar, anda.

Al otro lado, la nada seguía reinando en todo.

Ambos se apoyaron en la pared del pasillo, esperando una respuesta que parecía que nunca iba a llegar pues, diez minutos después, seguían ahí fuera esperando aunque sólo fuese una palabra, un grito, una reacción de que seguía viva y no había sufrido un colapso. Sin embargo, no percibía nada al otro lado. Raquel se dejó resbalar hasta terminar apoyando el culo en el suelo y Sergio la imitó, entrelazando sus dedos con los de ella.

—¿Estará bien? —preguntó la inspectora en voz baja, alerta ante cualquier ruido que proviniese del baño— Ali, cielo... Ábrenos, por favor —alzó la voz.

—Creo que necesita un poco de tiempo —Sergio encogió un hombro— Ha tenido que ser un poco shock... ¿No? Cualquiera reaccionaría encerrándose en el baño...

Raquel torció su cuello y sus dedos jugaron con el dorso de la mano de él, mirándolo, divertida. Él tenía la mirada clavada en la pared de delante, su pecho bajaba y subía calmado. A pesar de que tenía un brillo extraño en sus ojos, y sus hombros por mucho que quisiesen mantener una actitud relajada, se delataban por la postura en la que se encontraban.

—Bueno, uno que yo conozco no ha hecho precisamente eso...

—¿Qué quieres decir? —Continuó pasando sus dedos en una caricia distraída, ahora encima de la palma de su mano.

𝐁𝐚𝐝 𝐁𝐥𝐨𝐨𝐝 | 𝐀𝐔 | 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora