Capítulo 24

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Sin lugar a dudas, lo que más le gustaba a Sergio de todo Almazán, dejando de lado los lugares que había ido visitando con Raquel y su familia, era la enorme calle bajante que conducía a la finca de Mariví. Podría resultarle extraño a cualquiera que se lo dijese, en especial si era del pueblo, pero a él le daba igual porque no era cuestión de admirar la arquitectura o las infraestructuras con las que contaban, sino de algo mucho más profundo y relevante que eso.

Era lo que limitaba con el camino asfaltado. Los campos desiertos a lo ancho y que a veces se intercalaban con alguna otra finca de algún vecino que también le gustaba disfrutar de la soledad de ese paraje en lugar del ajetreo del centro del pueblo. El hecho de que normalmente no encontrasen a muchas personas paseando, que tuviesen todo el trayecto tranquilo para poder conversar y sentirse únicos en el mundo. Sin embargo, se había dado cuenta de ese nuevo hallazgo al haber vuelto desde la zona en la que se encontraba el pozo, donde prácticamente habían pasado toda la tarde en familia.

La familia que uno escogía, tal y cómo la que él tenía en Madrid.

Paula se había aferrado a su mano mientras que con la otra lo había hecho a la de su madre, siendo ella la que quedaba en medio de sus cuerpos, y ahora caminaban, riendo en voz alta, por las veces que la pequeña pedía que la levantasen en alto tras haber cogido carrerilla con unos pasos. Raquel bien sabía que esa sobrecarga de adrenalina en su sistema nervioso se debía a la cantidad de azúcar que acumulaba su torrente sanguíneo, ya que en todo el día no había parado de comer cosas dulces. Desde el desayuno, pasando por los pasteles y churros que había traído Alicia junto con el vaso de Colacao que le había preparado Sergio, siguiendo después con otro trozo de tarta que había robado de la mesa de los adultos mientras tomaban café y charlaban de todo y nada antes de reunirse en con el resto.

Y, por último, la enorme bolsa de chucherías que, junto a los hijos de las primas de David, se había zampado por obra y gracia de Sergio que, igual que un niño más haría, las había compartido con ellos y con Dani, mientras jugaban a tirar cantos rodados en el río con tal de ver quién llegaba más lejos. En ese instante le había venido a la cabeza lo que le había dicho Miguel la noche anterior, que Sergio podía pasar perfectamente por otro crío más sólo por cómo se comportaba estando con ellos, aunque hubiese sido para provocarla. Pero, en lugar de perturbarla lo más mínimo, apenas había podido sonreír con disimulo a la vez que fingía escuchar lo que le decía Mónica respecto a la vida en el pueblo en comparación con la ciudad.

Y tenía razón, los días que había pasado allí habían sido mucho mejor de lo que esperaba. Había disfrutado de su hija, de su madre, se había reencontrado con viejos amigos y sobre todo, Sergio había terminado de destruir todos sus prejuicios y derribar las barreras que les separaban.

Durante toda la tarde, también se fijó que no sólo ella estaba teniendo unos días maravillosos. Alicia con David era todo lo que quería para su amiga. Se entendían a la perfección, sabían cuándo mirarse y cuándo evitarse, y la complicidad entre los dos era más latente de lo que pudiesen pensar ellos. Dani, aunque le conocía poco, parecía mucho más centrado cada vez que intentaba ganar la atención de Mónica en forma de preguntas curiosas, siempre perladas de su habitual gracia.

Incluso, a juzgar por las risas de Miguel con su propio hijo, sus hermanas y su primo, supo que él también lo estaba disfrutando. Ahí no importaba lo que hubiese podido pasar y lo que finalmente no había terminado de cuajar, ni que ahora fuese uno de los pocos privilegiados que sabía un secreto muy bien guardado, (o eso pensaba Raquel), ahí sólo tenía peso la sensación reconfortante en la que flotaban todos.

Justo antes de traspasar la puerta de hierro que separaba la finca del exterior, Paula soltó sus manos y se alejó de ellos, sin llegar a dejarles la intimidad con la que hacía rato soñaban y que, durante todo el día, se habían ingeniado para conseguirla. Por ejemplo, una de las ideas de Sergio, había sido proponer jugar al escondite con tal de perderse detrás de unos arbustos y besar a Raquel.

𝐁𝐚𝐝 𝐁𝐥𝐨𝐨𝐝 | 𝐀𝐔 | 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora