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Stephen Strange dormía plácidamente hasta que el sonido de su celular, anunciando una llamada, lo despertó. Somnoliento, echo un vistazo para ver la hora y quien lo llama; se medio alegro al ver que la llamada no es por parte del hospital.

—Hey.

—¿Que te mate un tiburón o un cocodrilo?—preguntó la voz al otro lado.

—Tony, no inventes, son las cuatro de la mañana—murmuró malhumorado.

—No puedo dormir.

—¿Y yo qué culpa tengo?

—Vamos, Stephen, responde.

—Yo no nado en el mar.

—Oye, no puedes cambiar las reglas del juego. Solo debes elegir una de las dos opciones.

—Ay, bueno, mmh... ¡el tiburón! Los cocodrilos te ahogan antes de comerte. Ahora, hazme el favor de dormirte.

—No puedo—instó.

—¿Quieres subir?

—¿Está Christine?

—Sí.

—Entonces no—susurró.

—¿Por qué susurras?

—Hay un hombre en mi cama.

—Ah, un hombre en la cama de Tony "playboy" Stark, que raro—canturreó, riendo burlonamente.

—Síguete burlando y te juro que subiré, te golpeare tan fuerte con una almohada que terminarás llamando a tu dentista.

—Con una almohada no puedes hacer tanto.

—Tal vez, pero al menos borraría esa tonta sonrisa de tu cara.

—Eso sí. ¿Irás a la reunión, verdad?

—Claro, no me lo perdería por nada. ¿Irán todos?

—Sí, Nat y Bruce confirmaron su asistencia.

—Cool.

—Bueno—bostezó—, nos vemos.

—Descansa.

El doctor dejo el celular a un lado, observó a su compañera de cama antes de volver a retomar su sueño.


La noche inundó las calles de Nueva York.

Tony se arregla con esmero para la cena que tendrá con sus amigos. Después de enfundarse en una camisa vino que enaltece su enorme atractivo y en unos pantalones que resaltan cada curva, salió de su apartamento para dirigirse al elevador. Cuando las puertas de estas se abrieron, vio a Stephen, lo que no resulta ninguna sorpresa, al vivir en el mismo edificio se lo encuentra varias veces.

—Hola—saludó el alfa.

—Debemos de dejar de encontrarnos así—dijo oprimiendo el botón del elevador.

—Múdate a otro lado—sugirió socarrón.

—Ja, ja, muy gracioso, señor Doctor—lo examino por un momento, de arriba hacia abajo—. ¡Hey! Te pusiste esa camisa—clamó entusiasmado.

—Sí, me gusta mucho.

—A mi también. Esa camisa resalta el azul de tus ojos.

—El idiota que me la regalo eligió bien—sonrió descarado.

En respuesta, Tony le dio un suave golpe en el brazo.

Juntos abordaron el lamborghini de Stephen para llegar al lujoso restaurante donde se reunirían con sus otros amigos.

El acuerdo (Ironstrange AU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora