8

3.3K 415 209
                                    

Stephen conoció al agente Everett Ross unas semanas atrás, había ingresado al hospital como paciente por una herida de bala. Pensó que esa sería la única y última vez que lo vería, por lo que verlo nuevamente caminar por el mismo sendero, acompañado de un perro sabueso, lo tomo por sorpresa.

Sus miradas se encontraron por un breve lapso de segundos, encuentro que no perduro, el hombre de cabellera platinada alejo su mirada rápidamente y la enfocó en el perro, al que puso toda su atención.

El alfa, notando que lo ignoró y detuvo su caminar para acariciar al sabueso, respiro hondo y tomo el valor de acercársele en compañía de su hijo, el cual sigue en la carriola.

—Hola—lo saludó.

—Doctor—dijo en cuclillas, acariciando al perro.

—¡Ah! Veo que me recuerda—clamó sorprendido.

—Sí—asintió terriblemente serio.

—Mira Peter, un perro. Ojalá el atractivo y elegante caballero, nos permita jugar con el.

El agente Ross se reincorporó en una expresión molesta.

—¿En serio? ¿Intentas coquetearme con un bebé?—inquirió claramente indignado—. Que horror. ¿Qué te pasa? Creí que eras soltero... ¡Bye!—exclamó hosco dando la vuelta.

Estaba a punto de marcharse, pero Stephen actuó rápido.

—No no, no. Es un malentendido. No estoy casado—aclaró—, y no te estaba coqueteando. Solo quería saber si mi hijo podía saludar a tu perro...

—Oh, no, no es mi perro, es de un amigo. Yo jamás podría hacerme responsable de otro ser vivo.

—Entonces, ¿puede mi hijo acercase al perro de tu amigo? Le gustan mucho, se emociona cuando ve uno.

—Claro, seguro—accedió en una actitud más relajada.

—Mira arañita.

El perro se asomo a la carriola y Peter, emocionado, curioso e intrigado, acercó su pequeña mano y tocó su cabecita.

—¿Arañita?—preguntó mirando al hombre.

—Tiene una manía por querer treparse a todo, por eso mi amigo, el papá del niño, lo apodo así.

—Entiendo. Es encantador—comentó con la mirada en el bebé.

—Gracias, que lindo que pienses eso de mi.

—Yo me refería al niño, doctor—esclareció con una sonrisita.

—Ah, sí... también es encantador. Claro que lo es, ¡es mi hijo! Lo malo que el pobre saco mi nariz.

—Pero si su nariz es muy bonita. Yo más bien me preocuparía por las orejas.

—¿En serio?—repuso un poco sobresaltado.

—Es broma.

—Vaya, el serio agente si tiene sentido del humor.

El omega tomo asiento en una banca y Stephen lo siguió.

—Ok, entonces no estás casado, pero si tienes un cachorro, ¿acaso estás divorciado?—cuestionó Everett sujetando la correa del sabueso—. ¿Eres padre soltero o algo así? ¿Viudo?

—No, nunca me he casado. No soy divorciado ni viudo. Tengo cero compromisos. Estoy disponible. Soltero y disponible—recalcó, guiñándole un ojo.

—No entiendo—frunció el ceño confundido—, ¿cómo es que tienes un hijo?—preguntó con interés—. ¿Por qué?

El acuerdo (Ironstrange AU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora