Capítulo XXI

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Eleanor se dio la vuelta y observó horrorizada que muchos hombres de la tropa, por no decir la mayoría, habían caído al suelo muertos, así que tomó del brazo a la reina, que se encontraba gritando, horrorizada y la jalo, atrás de una de las paredes. Entonces Eleanor preguntó:

-Antoine ¿Punto blanco?

-Sí, punto blanco

Con punto blanco ambos se referían al nombre en código de una de las zonas más seguras del palacio de Buckingham, dónde podrían refugiarse hasta pedir refuerzos.

La reina, Eleanor y el marqués, junto con tres soldados de la tropa que aún estaban vivos. Se dirigieron al punto blanco, pero amarga fue su sorpresa cuando vieron a diez hombres, custodiando el lugar; los cuales se percataron rápidamente de la presencia de ellos, ya que los tres soldados se habían adelantado de manera impertinente, tratando de ser los héroes del día, sin escuchar lo que sus superiores les decían y cayeron desplomados al suelo.

-Escucha -dijo Hervey- iremos al triángulo morado

-Adelante -dijo Eleanor.

El triángulo morado, era un salón de armas secreto del palacio de Buckingham.

Muy pocas personas sabían de su existencia, y no se encontraba en ningún mapa.

No quedaba otro lugar seguro en el palacio, al parecer los hombres que aún quedaban de la rebelión eran los que se habían hecho con el mapa del palacio.

Hervey se encontraba protegiendo a la reina desde el frente, mientras que Eleanor lo hacía por la retaguardia.

Esta vez pudieron llegar al lugar sigilosamente, sin embargo, a pesar de que muy probablemente no estuvieran allí por el triángulo morado, habían cuatro hombres custodiando el pasillo.

Eleanor y Hervey se hicieron señas de a cuáles de los hombres iban a eliminar cada uno y entonces, desde su posición, los eliminaron rápidamente a disparos.

Habían delatado su posición, pero no había otra opción , si se acercaban a acabar con ellos de una manera más sigilosa, tendrían que dejar a la reina sola y eso no era una opción.

Sin testigos del acto, rápidamente abrieron la puerta del salón morado, que tenía una estructura especial, haciendo parecer a la puerta una de las paredes más del palacio de Buckingham.

Allí entraron los tres.

-Su majestad -dijo Hervey- lamentablemente no hay manera de alertar a los refuerzos desde este lugar, pero este sitio es bastante seguro. Usted se quedará aquí en compañía de Lady Hervey hasta que yo vaya a buscar refuerzos

-No puedes ir solo -dijo Eleanor interrumpiéndolo inmediatamente- su majestad estará completamente segura en el triángulo, nadie sabe de su existencia

El marqués la miró serio y le dijo:

-No correremos ninguna clase de riesgo -Eleanor estuvo a punto de replicar- es una orden

-Pero... -Dijo la reina- Lord Hervey no nos podemos quedar aquí esperando un rato más hasta que los otros oficiales se den cuenta de que no he ido a casa

-Lamentablemente no puede ser su majestad, estos hombres no son ningunos tontos, si es que ellos fueron capaces de obtener la información de la hora en la que usted saldría del palacio, no les será difícil ir dándose cuenta de que los últimos disparos se dieron en este lugar, solo habiendo bajas suyas y que nosotros desaparecimos como el humo, en un rato cuando terminen de buscarnos en otras zonas del palacio, regresarán aquí en busca de explicaciones, si se dan cuenta de la pared hueca... -dijo Antoine, sin poder terminar la frase- Tengo que irme rápidamente a buscar los refuerzos

Eleanor, entonces, tuvo que ver a Antoine salir de la habitación.

Ella se encontraba en la puerta con un arma, cuando la reina le tocó el hombro y le dijo:

-Todos saldremos de esta, no se preocupe, Lady Hervey -Eleanor trató de sonreírle como pudo y asintió pero no podía quitarse la preocupación por su esposo de encima.

Unos minutos después pasó lo que Antoine había predicho, escuchó golpes en las paredes de enfrente.

Así que le advirtió a la reina en un susurro:

-Su majestad, escondase aquí - en el suelo había una trampilla, era solo para una persona, dado el reducido espacio del cuarto.

-Entré usted también, Lady Hervey, haciendo espacio, cabemos las dos

-Sé lo agradezco mucho su majestad, pero así como pueden descubrir el cuarto pueden hacer lo mismo con la trampilla, tengo que evitar que esos hombres entren al cuarto hasta que vengan los refuerzos -entonces, Eleanor cerró la puerta de la trampilla y la cubrió con una de las alfombras del lugar, procedió a revisar que su arma estuviese cargada y se preparó.

Uno, dos y tres golpes se escucharon en la pared. Antes de que Eleanor escuchara a uno de los hombres que estaban afuera decir:

-¡Aquí hay algo!

Entonces escuchó varias pisadas que se acercaban corriendo al lugar.

Eleanor se sobresaltó pero no emitió ningún sonido cuando escuchó un golpe seco contra la pared. Luego escuchó otro y otro hasta que el hacha (que al parecer era el instrumento que habían estado usando) hizo una grieta en la pared.

Allí Eleanor se colocó en un rincón. Y uno de los maleantes dijo:

-No hay nada dentro

-Pueden estarse escondiendo, tenemos que romper la pared

-No podemos perder el tiempo rompiendo esta estúpida pared, puede que pronto vengan más guardias y no lograremos cumplir el objetivo, solo moriremos todos

-Escuchen -dijo otro de los hombres- haremos un hueco más grande para poder observar de mejor manera si es que en verdad hay algo adentro

Entonces comenzaron a dar de golpes con el hacha a la pared haciendo un hueco bastante más grande. Por el mismo uno de los hombres asomó la cabeza y vio a Eleanor. Entonces ella disparó, ya no había otra opción, tenía que evitar que destruyeran la pared.

-¡Aquí están! ¡Aquí están! -gritó otro de los hombres, sacando el cuerpo del anterior del agujero.

Luego mientras volvían a arremeter contra la pared con más hachas. Eleanor vio como uno de los hombres metía el brazo entero por el agujero, llevaba un arma y trataba de dispararle a ciegas, pero no es buena idea meter la mano en un agujero sin saber que hay adentro. Puede encontrarse uno con un alacrán o una serpiente.

Eleanor le dio esta lección al hombre, antes de que el apretara el gatillo, disparándole en la mano, haciendo que soltara el arma. El hombre gritó de dolor y para cuando sacó la mano del agujero. Eleanor ya estaba preparada para los siguientes huecos que abrieran en la pared.

Y uno a uno fue disparando a los hombres que asomaban el brazo por el agujero. Pero en un momento sucedió lo que se temía, se le acabaron las municiones y tendría que buscar más en las cajas. En ese momento, se percató del arma perteneciente al hombre al que le había disparado minutos antes, que se había quedado en el suelo. Pero al ver la carga, el arma ya no tenía balas. Al parecer el malandro había gastado la última antes de que Eleanor le disparase. 

Para cuando Eleanor se agachó a tomar municiones de las cajas escuchó varios disparos dentro de la habitación y sin previo aviso sintió un dolor desgarrante causado por una bala.

El marquésDonde viven las historias. Descúbrelo ahora