Capítulo II

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*Lord Oliver FitzGerald, duque de Leinster en multimedia

Benjamin se rio por el entusiasmo de su amigo.

-Bueno, no era difícil suponer que sus padres te darían su mano en matrimonio sin dudarlo, eres un duque, Oliver, ¿Cuándo te darás cuenta?

-Lo sé, lo sé, no me refiero a sus padres. Me refiero a la propia Marguerite, en un punto pensé que nunca lo lograría, que nunca podría casarme con ese ángel. Te lo aseguro, si Brianna no me lo hubiera explicado todo, nunca le hubiera podido hacer mi propuesta

-Sin duda, Marguerite es un ángel en todo el sentido de la palabra, incluso su carácter es el de un ángel. Aunque eso fue lo que casi les arrebata la felicidad a ambos -dijo Benjamin.

-Lo importante ahora, es que estábamos destinados a estar juntos ¡estoy tan emocionado!

-Sí, ya me llegó el rumor de que ayer invitaste un trago a todos en Brooks's, incluso a los sirvientes. Supuse que algo muy bueno debió haber pasado para que invitaras a todos a un trago menos a tu mejor amigo

-Ya lo ves Benjamin, por eso vine hoy, traje las invitaciones, en persona, quiero que seas mi padrino y traje esto para celebrar

-Por supuesto que debo ser tu padrino, sino lo soy yo, ¿Quién lo será?. Ahora abre ese Brandy que no me he tomado una sola copa desde ayer y ¡vaya que me hace falta!

Apenas escuchó el nombre Marguerite, Eleanor se puso de piedra, estaba acabada.

Cayó de rodillas al suelo y se quedó mirando a la pared, embobada, las lágrimas no salían, la última vez que Eleanor había llorado fue cuando murieron sus padres, ese día se prometió que no volvería a llorar, que nunca más sería débil, ya no podía permitírselo.

Pasó unos pocos minutos en el suelo, perdida. Después, tratando de hacerse la fuerte, se levantó, se limpió las faldas y se dirigió al salón celeste. Su amiga, al verla, supo de inmediato que algo había sucedido y no podía ser nada bueno.

-¿Te pillaron?

-No

Eleanor se dirigió a la ventana y dedicó toda su atención a observar como el jardinero le daba una forma más redondeada a un arbusto bastante crecido.

-¿Y qué pasó entonces?

A Eleanor se le hizo un nudo en la garganta, así que tosió ligeramente para aclarársela.

-Oliver se va a casar con Marguerite

Se hizo el silencio en la sala. Pasaron unos dos minutos para cuando Edna tuvo una idea de algo que responder, aunque no fuera algo muy bueno.

-¿Estás segura? Quizá escuchaste mal

-No creo que haya posibilidad de haber escuchado mal, Oliver se casará con Marguerite, ha traído las invitaciones, Ben será el padrino

-No puedo creer que el tonto de Oliver se vaya a casar con la santurrona esa

-Ahora que lo he escuchado a mí me hace todo el sentido del mundo

-Pues a mí no

En ese momento Eleanor suspiró, y con el rostro inexpresivo, se giró para ver a su amiga. Si Edna no la conociera bien pensaría que no le había afectado en absoluto, pero Edna sabía que esa expresión, era simplemente el reflejo de un estrés inigualable dentro de Eleanor.

-Oliver siempre me ha tratado como a un igual, no como a Marguerite o a las demás muchachas, yo pensé que eso me hacía especial y quizá lo hace, pero no en el modo en el que a mí me hubiera gustado, ya nada queda por hacer -dijo Eleanor y se sirvió un té después de acomodarse el cabello.

El marquésDonde viven las historias. Descúbrelo ahora