Juliana.
Tengo las manos metidas en los bolsillos traseros del pantalón y la mirada clavada en la enorme cristalera del aeropuerto. El cielo es de color grisáceo y los aviones
llegan y se marchan, aterrizan y alzan el vuelo.Llevo viendo ese pequeño espectáculo durante toda la mañana. No sé cuántas horas llevo aquí ni por qué he
venido tan temprano, incapaz de permanecer durante más tiempo en el solitario apartamento donde he vivido hasta ahora. He tomado más cafés de la cuenta y noto la mandíbula tensa.No sé nada de Valentina.
La he llamado unas cuantas veces desde que me fui de su apartamento, pero no lo ha cogido ninguna de ellas. Tampoco contesta los mensajes. Pensé en llamar a Elena… pero no lo hice.
Me sigue doliendo intentar imponerme ante sus decisiones, porque da igual lo que haga, no puedo evitar que me odie, no puedo conseguir que me quiera como antes.
No depende de mí. No puedo
moldear, dibujar y borrar sus sentimientos a mi antojo. Solo sé que le he dado todo lo que he podido, ya no me queda nada que ofrecer.El resto, la persona que fuí, se fue con Daniel. Y no va a volver.
Daniel. Daniel y su voz. Daniel y el rostro más bonito y perfecto del
mundo. Daniel y su encantador modo de llamarme «ma-má», Daniel y la felicidad absoluta…Me froto los ojos. Necesito dormir. Estoy cansada en todos los sentidos.
Cansada por la falta de sueño, cansada de tanto pensar.
—Pasajeros con destino al aeropuerto de Rennes Saint-Jacques, empiecen a
embarcar por la puerta A5. Passatgers amb destinació a…Dejo de contemplar la pista y cojo las maletas antes de dirigirme hacia el
lugar indicado. No dejo de mirar a mi alrededor. Sé que Valentina no aparecerá, lo sé, pero aun así no puedo evitar fijarme en cada chica rubia, en cada chica alta que encuentro en las inmediaciones, en cada chica que viste jeans… no está. Ella no está.—¿Me deja su pasaporte, por favor?
Tomo aire y me giro una última vez hacia la sala del aeropuerto.
Nada.
Le tiendo toda la documentación y me indica que pase hacia la zona de
embarque. Poco después, estoy dentro del avión con el asiento más próximo a la ovalada ventanilla. Joder. Ya la echo de menos y todavía no hemos despegado.Ya estoy deseando regresar, volver a ella. No sé si estoy haciendo lo correcto huyendo, dejándolo todo atrás, pero si sé que si todo seguía igual me iba a volver loca. Más. Todavía más. Solo encuentro alivio al pensar en que Elena y Sofía
estarán con ella, porque necesita que la cuiden.Se escucha por radiofonía las indicaciones básicas antes de que se produzca el despegue. Y después alzamos el vuelo. La ciudad se va empequeñeciendo y quedando atrás, muy atrás. Apoyo la cabeza sobre el respaldo y cierro los ojos,
porque no quiero pensar en nada, no quiero preguntarme mil veces más si este es el camino que debía tomar.Todavía desorientada después del aterrizaje y a causa del cambio de idioma, consigo encontrar la ventanilla de la empresa a la que le he alquilado el coche y que me de las llaves y las indicaciones pertinentes.
Ya dentro del vehículo, me concentro en poner las coordenadas de la casa que he alquilado para, como
mínimo, los próximos seis meses. No está demasiado lejos. Conforme me
adentro más en la zona cercana a Paimpont el paisaje cambia y el bosque se apodera del lugar, delimitando la carretera repleta de curvas.Incapaz de soportar más tiempo el silencio, enciendo la radio y empieza a sonar una canción en inglés.
El pueblo es pequeño, alargado y apenas hay un par de tiendas en la calle principal, dos de ellas de alimentación. Avanzo un poco más hacia las afueras y enseguida distingo la hilera de casas que vi en el anuncio. La mía es una de las últimas. Estaciono el coche enfrente. No hay nadie, no se oye nada y parece un
lugar deshabitado. Es justo lo que buscaba. Esconderme del resto del mundo.Bajo del coche y lo rodeo sosteniendo en la mano las llaves que me hicieron
llegar por correo hace una semana. La encajo en la cerradura y abro. Todo está a oscuras, la luz apenas consigue filtrarse por las rendijas de las ventanas. Huele a polvo y humedad. Vuelvo a salir al exterior y cargo las maletas para trasportarlas dentro poco a poco. Voy abriendo todas las ventanas de la casa a mi paso,
dejando que el aire templado penetre en la estancia.La parte trasera da directamente al bosque, te aleja de golpe de la civilización. Me gusta el contraste.
Inspecciono todos los armarios que encuentro a mi paso en las diferentes
habitaciones y me doy cuenta que hay mil cosas que comprar, especialmente en cuanto a utensilios de cocina o artículos básicos a los que prestamos poca atención hasta que prescindimos de ellos. Vuelvo a quedarme embelesada mirando a través de una de las ventanas que da a la parte de atrás.El sol proyecta sombras y luces que realzan la belleza del frondoso bosque y las copas de los árboles se agitan en lo alto, como si deseasen tocar las nubes blanquecinas.
A Valentina le habría encantado. Y a Daniel también. Los dos hubiesen corrido de un lado a otro, jugando y descubriendo cada tramo de los alrededores. Porque ellos siempre fueron ese tipo de personas alegres y despreocupadas a las que les
trae sin cuidado tirarse en el suelo y mancharse de tierra. Tan solo disfrutar.Disfrutar de cada instante…
Suspiro hondo, frotándome con el dorso de la mano la barbilla. Supongo
que hay cosas de las que no se puede huir. Da igual cuanto te alejes, los
recuerdos siempre siguen ahí.Me aparto de la ventana al escuchar el motor de un coche. Salgo, dispuesta
a presentarme ante los vecinos para quitarme ese escollo cuanto antes.Pero Valentina está ahí.
Está ahí, bajando de un taxi, intentando sacar una pesada maleta del maletero sin mucho éxito. El corazón me golpea con fuerza en el pecho.
Consigo reaccionar y avanzo hasta ella. Cojo las maletas y las llevo dentro mientras ella se esfuerza por hablar con el taxista y pagarle el servicio.
La espero en el porche. Valentina sube los tres escalones que nos separan con
lentitud, todavía vacilante. Sé que no está al cien por cien segura de si debe estar aquí. Pero a mí me ocurre lo mismo. Y no me importa, me sobra con que esté. Es suficiente.—Has venido.
—He venido.
—Tarde.
—Perdí el vuelo...
—Porque estarías pensando demasiado.
—Pero cogí el siguiente —esboza una sonrisa pequeña y me mira.
Acojo sus mejillas entre mis manos y acerco su rostro. Como siempre,
huele a cítricos, a algo fresco. Cierra los ojos y su boca roza la mía.—Lo intenté... intenté estár lejos de ti, pero no puedo, yo también te necesito Juls. ¿Qué vamos a hacer? —susurra.
—Simplemente seguir —le acaricio los pómulos con los pulgares—.
Porque no hay otra opción, solo seguir…
—Vale. Sigamos. Juntas.
—¿Sabes que te quiero? —sonrío contra sus labios—. Bueno, te quiero no.
Je t'aime, je t'adore, je… todo lo que tú me pidas, Valentina.
— Yo te amo Juls, te juro que no he dejado de hacerlo ni un solo segundo.
Se ríe y entonces la beso y me llevo el sonido de su risa, deseando
guardarlo para siempre.FIN.
********
Ya solo falta el epílogo, se los subo al rato.
ESTÁS LEYENDO
¿Quién detendrá la lluvia en mi? - Juliantina
FanficSigue lloviendo...Juliana y Valentina no han vuelto a ser las mismas. Después de formalizar su divorcio, cada una intenta reconstruir su vida e ir encajando las piezas de un puzle que creían haber concluido y que ahora se ha roto. Pero a veces los p...