Capítulo 11

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Capítulo 11 Dormid.

Luego del ritual que alerto a los invitados de los reinos, curiosamente sus participantes desmayaron cayendo a la arena, inconscientes.

Un hecho incomprendido, tal como lo era el regreso del legítimo rey, muchos de los invitados alargaron su estancia al mirarlo.

Y ver como Hera de La Coz afrontaría ese hecho, si luego de tres días, ni sus hijos, ni sus hijastros despertaban.

-No sé qué sucede, los soldados y guardianes ya han despertado- murmuro dolida acariciando el rostro de su hijo mayor.

-Espera ya les he dado un brebaje para que despierten.

No fue fácil para ellos enfrentarse al rey de los demonios, perdieron parte de sus energías vitales, Venusia fue quien más perdió recitando las palabras

- sentencio la mujer de ojos cristalinos.


Negó tratando de no llorar.

-Si hubieses estado allí, la apuntaron sin perjuicios, querían lastimarla, no dudaron- comento amargando su alma.

La mujer paseo por la estancia, mirando los preciosos cuadros creados por la mayor de las hermanas de La Coz,


Quien le otorgaría uno por su ayuda.

-Dime Hera ¿tú no dudaste al mirar que hacía lo mismo que su madre?-pregunto fijando un jarrón

Acaricio con anhelo a su hijo.

-Sí, dude pero fue dispersada por miedo a que le hicieran algo

-limpio sus lágrimas- tu Silabad, sabes que...

-Que esa niña es más hija de lo que será el joven que esta prostrado allí- miro con desdén a Edam.

Negó, acomodando su cabello nerviosa.

-Al igual que ese otro niño travieso y la chica con extrema belleza- sentencio sonriente- no creas que eso está mal.

El cielo maneja el destino y si el destino lo quiso así, pues prepárate para tu camino.

Sonrió tomando la mano, reconfortándose en el apoyo de una persona comprensiva y sabia.

-Tengo que irme- sentencio Silabad- espera Hermana, por Harlem...

-Esperare hermana- murmuro a lo bajo- por Harlem.

Sellaron así, otro trato, Silabad conocía el pergamino que anteriormente le llevo la mayor de la Coz, pero sabía que lo mejor era guardar confidencialidad.

Como una vez hace muchos años el último alba le dijo.

"Nosotros acercamos a los Seres terrenales, en su línea creada por los rayos de sol.

Y la luz que otorga la luna, nadie con dones celestiales puede desviar su destino"

Paso otra noche, al amanecer con los primeros rayos de sol, el legítimo príncipe de Harlem abrió los ojos, al igual que Los hijos mayores de Arlen.

Suspirando evocando el rostro de su salvadora, sonrió, estremeciéndose en recordar, teniendo un objetivo en mente.

Era ella su salvadora de ojos tormentosos.

Miro que una doncella entro en su recamara, hizo un además de silencio con su mano que no pareció entender.

-¡El príncipe ha despertado!- anuncio la sirvienta corriendo por los pasillos como si estuviese poseída.

Negó, ya que sabía que sus planes estaban trucados, por la intromisión, pero aun así se sentó en el borde de la cómoda.

Miro a su alrededor viendo su antigua habitación, sintiéndose ajeno de esas pertenencias.

Excepto a la brújula que descansaba en la mesilla, recordándole de nuevo a la menor de las princesas de La Coz con gran calidez y añoranza.

Se levantó de nuevo con la necesidad de su encuentro.

-hijo- susurro Hera entrando con su vestido dorado, con lágrimas en sus ojos para tomar su rostro en sus manos.

-Madre- pronuncio parándose erguido, mostrando su imponente figura, arropándola entre sus fuertes y formados brazos.

Se aferró a él, por un momento le resulto un desconocido total, pero solo sentir su calidez le reconocía como una parte de ella y su difunto esposo.

-Vestíos, te espere en el comedor para una larga platica- murmuro separándose del pecho de su hijo mayor.

Asintió, suspirando al ver como su madre se retiraba, hizo lo propio, colocándose las correctas vestimentas y mirando se en el espejo.

Sin poder creer lo que años, anhelo, su mente estaba inundada solo en verse y admirarse.

Una figura femenina junto a otra masculina entró tambaleante y sigilosamente.

Tantos años de mirarles en los pasillos les reconoció.

-Bienvenido a su hogar, Príncipe Edam- dijo la joven haciendo una reverencia, con un vestido pomposo rosado que iluminaba su rostro.

-Gracias, Princesa Charlotte- respondió manteniendo la etiqueta.

Su destino estaba devuelta y eso significaba muchas cosas que en el pasado se pensaron imposibles hoy resurgían.

-Hermano- susurro Peter abrazándolo, con fuerza creyendo que si le soltase no lo volvería a ver.

Edam hizo lo mismo, pero un sonido de un carraspeo los interrumpió.

-Hera, nos espera en el comedor- anuncio sin gracia Zares mostrando su rostro carente de emoción.

Charlotte fue detrás de él, ante la falta de condescendencia con el príncipe y su regreso.

-Vamos, tengo que tomar mi trono- sentencio Edam con una sonrisa.

Peter frunció el ceño, viéndolo acercarse a la puerta.

-¿No se te ha olvidado algo?-pregunto ocultando su enojo.

Su hermano mayor se miró el ropaje, miro de nuevo el espejo y vio en la mesita la brújula, tomándola con discreción.

-No creo que las vestimentas hayan cambiado tanto estos años- comento gracioso pasando por el lumbar.

Peter agito su cabeza, de alguna manera que su hermano no preguntase por su salvadora le daba furia.

-Esperaba que tú hubieses cambiado con los años- confesos amargamente en la soledad de la habitación.

La mañana transcurrió entorno hacia Edam Dalton rey legítimo de Harlem.

Fue tanto su protagonismo hacía con el heredero.

Que pocos preguntaron por los cadáveres, los soldados heridos, y los participantes a los que gracias a ellos, él se encontraba alabando su resistencia.

Pero los pocos que sabían lo trágico de la madrugada anterior se encontraban reunidos en la sala, junto al cuerpo inerte de la destructora de La Luz.

-Tienes que ir con Edam, esperaste mucho por este momento- le susurro Arlen abrazando a su esposa.

Quien negó firmemente sentándose al lado de la niña que vio crecer, reír, y llorar en sus brazos.

-Peter se encargara con Charlotte y Zares, que Edam cumpla los protocolos- ordeno.

Sintiendo la resistencia de ellos, y su negativa a marcharse.

-Háganlo- dijo con voz firme y dura.

Harlem: Herederos Del CieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora