Adam:
Todavía recuerdo cuando todos éramos felices.
Eric y yo jugando en el patio trasero de casa con cinco años, mientras mamá y papá se tomaban un té mirándonos jugar al pilla pilla.
Pero las cosas cambiaron cuando Eric y yo hicimos doce años.
Nuestra situación económica había cambiado. Debido a la reciente muerte de nuestra madre y a algunas malas inversiones por parte de nuestro padre estábamos casi al borde de la quiebra.
Ya habían pasado cinco años desde aquel trágico día en el que nuestra madre nos dejó, y aún así casi nada había cambiado en casa. La única diferencia era que además de estar solos con nuestro padre habíamos recuperado gran parte del dinero que había perdido anteriormente éste último.
Eric y yo nunca supimos ni como, ni cuando, ni porqué, ni dónde lo recuperó, o así fue hasta el día de nuestro decimoséptimo cumpleaños.
Yo estaba en mi cuarto tranquilamente escuchando música, cuando de pronto mi padre entró por la puerta acompañado de mi hermano Eric, el cual tenía una casi imperceptible mueca de desagrado dibujada en su rostro.
— ¿Que pasa?— pregunté mientras me quitaba los cascos.
Mi padre no dijo nada, pero sin embargo mi hermano al ver como éste bajaba la mirada frunció el ceño.
— Díselo— protestó de forma acusadora mi hermano— vamos.
Yo estaba en ascuas, no sabía todavía que hacían en mi cuarto, pero al parecer pronto mi hermano Eric me resolvería aquella duda.
Al ver bien el panorama me puse nervioso; jamás había visto a mi padre tan inquieto, ni a mi hermano tan furioso.
— Si no se lo dices tú se lo diré yo— sentenció mi hermano dándole un ultimátum a nuestro padre.
— ¿El que me tienes que decir papá?— pregunté, ya que la curiosidad me estaba matando.
— Verás hijo...— comenzó a explicarse nuestro padre— hoy es vuestro decimoséptimo cumpleaños— yo me limité a asentir para afirmar que lo que había dicho era correcto— así que asistiremos a la fiesta que da un empresario amigo mío para celebrarlo en vez de celebrarlo aquí como siempre.
— Ah, que bien, ¿No?— pregunté inocentemente.
— No Adam, no hay nada de bueno en ello— respondió Eric alarmandome.
— No he terminado hijo— intervino nuestro padre— cierto es que vamos a ir; pero tú y tu hermano os quedaréis allí a vivir a partir de hoy.
Por un momento mi cerebro se paralizó, se quedó en shock. Mis oídos pitaban y mis ojos eran incapaces de cerrarse.
Nuestro padre, si es que le podía seguir llamando así, nos iba a abandonar a nuestra suerte con unos extraños.
— ¿¡COMO!?— exclamé; ya no sé si de rabia, de frustración o de tristeza.
— Lo siento— se limitó a decir aquel desalmado al que por el momento debía llamar padre.
— ¿¡Que vas a sentir tu!?— le reprochó Eric.
— ¿Cuánto?— lo interrumpí yo en voz queda, ya que fue en ese momento cuando entendí de donde salía el dinero.
— Un millón por cada uno de los compromisos— respondió con seriedad.
— Ah, que encima nos tenemos que casar con unos completos desconocidos— protestó mi hermano con motivo.
— No es precisamente poco lo que nos están dando, que lo sepas— se justificó nuestro padre— que hoy en día te den dos millones por un beta y un omega no son precisamente migajas.
En aquello desgraciadamente llevaba razón.
Cuando las familias ricas e importantes querían asegurar su futuro, tanto económico, como genético, pactaban acuerdos matrimoniales millonarios con otras familias ricas e importantes. Normalmente estos contratos se establecían con mujeres alfa para que se casasen con el barón alfa que fuese a heredar. Cuando los cruces se hacían con omegas el coste solía ser menor, ya que poseían la misma capacidad reproductiva que una mujer pero igualmente seguían siendo hombres. Los cruces con betas rara vez se hacían, ya que solo las mujeres beta pueden dar a luz y no tienen ninguna cualidad que los haga destacar.
Lo raro de este trato es que alguien vaya a pagar un millón por Eric, ya que él es un beta.
— ¿Como es que te han dado tanto por Eric?— pregunté con gran curiosidad.
— Todavía no nos lo han dado, el trato se cierra esta noche en la fiesta— explicó nuestro padre.
— Vaya...— murmuró Eric.
— Que práctico— murmuré esta vez yo completando así la frase de mi hermano.
— ¿Que queréis que le haga? El hombre quería conoceros antes que nada— dijo para aclararlo todo— por cierto, debéis poneros máscara.
— Agh...— protestó mi hermano— es ese tipo de fiesta...
Fantástico, genial; mi primera fiesta de máscaras iba a ser para firmar mi contrato matrimonial con alguien a quien ni siquiera conozco.
En cuanto mi padre y Eric salieron de mi cuarto me puse a dar vueltas por él tratando de imaginar cómo sería mi futuro esposo. Al final me cansé de tanto dar vueltas y me puse a hacer mis maletas tratando de dejar la mente en blanco.
A partir de ahora me tendría que valer por mi mismo, es duro ser consciente de ello.
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MÍO [𝘖𝘔𝘌𝘎𝘈𝘝𝘌𝘙𝘚𝘌]
RandomDos familias y un forzoso destino. 🔞+18🔞 🔞YAOI🔞 🔞NOVELA HOMOEROTICA🔞 🔞OMEGAVERSE🔞 ⚠️EN CASO DE NO SER DE SU AGRADO ESTE GENERO LITERARIO PORFAVOR NO LEER⚠️