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LEJOS DE TODO LO QUE CONOCÍA


***

Hace mucho el sol no daba en mi cara como hoy, desde que no estas todo empezó a nublarse. Después de tanto tiempo me pregunto qué sucederá cuando por fin pueda volver a ser Paulina...

— ¿Ann dónde estás? —escuché su vocecita proveniente de la sala de estar.

—Gella, donde siempre— respondí, sin dejar de contemplar la figura oscura de una de mis pinturas.

—No entiendo porque aún me ocultas cosas —manifestó con molestia — mamá me dijo que mañana te vas, no es justo, me dijiste que no me ibas a dejar, me lo prometiste.

—Gella sabes que no quiero irme —la miré afligida — no quiero dejarte pero... —.En eso recordé que Gella solo tenía ocho años, ¡por Dios en que pensaba! No le podía explicar, intente mentirle pero, es muy inteligente.

—Ann ya no soy una niña pequeña — reprochó.

—Lo sé, —respire profundo —Gella solo prométeme que no te quedaras a solas con ella.

—Ann pero ella es mí...

—Gella solo promételo —la interrumpí, tomando sus manitos.

—Está bien Ann, lo prometo —La abrace muy fuerte llenándola de besos.

Esa noche no podía dormir, venían miles de pensamientos a mi cabeza, me preocupaba dejar mi casa y a mi pequeña hermana, Gella aunque es muy inteligente aún es indefensa, eso sin contar que un cuarto de la casa está restringido, siempre busqué la manera de entrar, pero era descubierta y cambiaban la cerradura, sabía que algo oscuro y perverso se escondía allí, algo que quizás podía dañarnos a ambas.

Apenas intente cerrar los ojos sonó la estúpida alarma.

— ¡Qué bien! Llego el dichoso día —golpeé la cama con ambos brazos.

— ¿Ann ya estás despierta? —hablo papá desde el otro lado de la puerta.

—Si papá —respondí con hastío.

—Te espero abajo, el auto ya está listo.

No podía creerlo, no iba ni a desayunar en casa.

En cuanto baje mamá estaba allí seria como siempre, Gella corría por todos lados detrás de Willo, el perro era un total desastre pero ella lo amaba.

—Ya es hora de irme mamá, espero que —intente hablar, pero ella me interrumpió.

— No deberías esperar nada Ann —respondió fría y distante como de costumbre.

—Está bien —me limite a decir.

Me acerque a Gella y ella me sonrió, sus ojitos brillaban por las lágrimas a punto de salir, no quería verla llorar, así que metí mi mano en la chaqueta y saque un chocolate, la abrace fuerte y le recordé la promesa.

Me subí al auto y mantuve la mirada fija al frente, voltear no era una opción, ver a Gella mientras el auto avanzaba me iba a partir el corazón, dejar mi casa ¡Todo! lo único que me hizo frenar las lágrimas fue recordar a mamá, siempre fría y con la mirada lejana, <no deberías esperar nada> Esas palabras retumbaban en la cabeza, quería recordarlas siempre junto a todo lo que luchó para sacarme de casa a estudiar a otro estado.

Fueron horas de carretera no sentía el trasero. Durante todo el viaje papá no pronuncio ni una palabra, yo tampoco quería hablar, así que el silencio nos acompañó todo el camino.

—Llegamos Ann—pronunció papá al fin.

— ¡Qué bueno! — Comenté con sarcasmo, —papá puedes llamarme Paulina.

— ¡No! no vuelvas a decir eso —respondió como asustado, frunciendo el ceño, —Tu nombre es Ann, eres Ann Ordom.

—Papá aquí nadie nos escucha — lo mire con extrañeza.

—Ann entiende que no importa si estamos solos o no —me mi miro con severidad —.Recuerda que tu único nombre es Ann y así debes presentarte, por nada del mundo vuelvas a decir que eres Paulina.

—No te entiendo papá —lo mire e intente retarlo, —Nunca los he entendido ni a ti ni a mamá —alce la voz, — ¿sabes qué? Mejor abre la maleta, termina de abandonarme aquí — sonreí con amargura y aparte la mirada.

Amaba a ese hombre encanecido, con ojos tan oscuros como la noche, siempre pude notar lo triste que era su vida, y entendía porque preferida pasar su vida en los negocios. Pero odiaba que hiciera todo lo que pedía mamá.

—Ann sabes que te quiero —miro al frente —baja, yo te ayudo con las maletas.

—No hace falta papá, no traje muchas cosas yo puedo sola —relaje mi rostro tenso, a pesar de todo, no quería quedar mal con él — Solo recuerda que Gella es muy pequeña aún —lo mire afligida, —cuídala no te olvides de ella como lo hiciste conmigo.

—Hija nunca me olvide de ti —esta vez su voz parecía quebrarse —Descuida Gella estará segura.

—Promételo Marcos —dije en un tono bajo.

—Lo prometo.

Abrí la puerta del auto, y me baje desanimada, intentando ser fuerte como siempre, aunque todo me afectaba más lo que debería.

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