VIII

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Este capítulo va dedicado a todos los que se han tomado el tiempo de acompañarme en este historia


UN NUEVO AMIGO

...

Pasaron alrededor de tres semanas, en los que solo me enfoque en estudiar, no supe nada de Riko, era muy extraño no encontrarlo ni en los pasillos. A Hans solo lo veía en las clases de historia, no me dirigía la palabra, era como sentarme al lado de un mudo indiferente a la vida. Con las asignaciones que enviaba el profesor, él las hacía y me las lanzaba en la mesa al inicio de cada clase.

En cuanto a Merry, comenzó a salir con alguien y eso la mantenía muy ocupada, compartíamos por momentos muy cortos.

Mi brazo sano por completo durante ese tiempo, y comencé a pasar más tiempo con Oliver, me hacía reír con sus expresiones y siempre tenía algo interesante para contarme, de Hans no me dijo más y no quise tocar el tema creo que no era de mi incumbencia y preferí no saber más nada.

...

—Hola Oliver — lo llame por celular.

—Ann que milagro escucharte un sábado tan temprano.

—Tonto —reí —.Quiero pedirte un gran favor.

—Claro que sí, cuéntame.

—Quiero que me acompañes a comprar ropa.

—Ann ¿Hablas de verdad? —preguntó riendo.

—Claro que si Oliver.

— ¿Por qué no le dices a Merry? Creo tiene mejores gustos que yo.

—No Oli ella anoche llego un poco tarde no la quiero molestar, dime que si—suplique hablando como niña.

—Vale vale, como decirte que no, nos vemos al rato.

—Eres el mejor, paso por ti —Me lance en mi cama, ya era hora de usar la tarjeta que había dejado papá.

Cuando iba de camino el lugar se me hacía conocido, llame a Oliver para que me indicara exactamente donde vivía, pero éste no contestaba la llamada.

— ¡No puede ser! ¿Dónde rayos es que vive? —empecé a conducir un poco más lento, hasta que decidí frenar e intentar llamarlo una vez más.

En ese momento golpearon mi auto y me exalte un poco.

— ¿Qué haces por estos lares? —me preguntaron desde la ventanilla.

— ¡Carajos Hans! —solté molesta. — ¿Qué rayos te sucede? Me asustaste mucho.

—Cierto que no puedo hablarte, perdón — se sonrió con malicia.

—Eres un...

—Hans me interrumpió —Dilo, ¿soy un qué? un imbécil, no mejor un idiota.

—No entiendo porque me hablas —Gire los ojos —ya no eres mudo, que estupidez.

—La pregunta es ¿Ya tu noviecito te deja hablarme?

—No es mi novio —bufe.

Este se carcajeo, y paso por enfrente del auto. Antes de que pudiera pasar el seguro se montó en el lado del copiloto.

—Entonces no hay problema que te acompañe a donde vayas —cerró la puerta.

—Bájate Hans, no me hagas...

— ¿Qué? —Elevo una ceja — ¿Qué no te haga qué? —se abalanzo hacia mí.

—Molestar —conteste tratando de parecer muy ruda, aunque mi corazón ya latía rápidamente, su cercanía me tenía nerviosa.

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