Lisa se dirigía a visitar a Miguel, su madre había preparado un bizcocho para entregarlo a la abuela que le cuidaba. Sus pasos eran constantes y largos, y su respiración algo entrecortada pues caminaba rápido. El aroma del bollo de limón caliente le calentaba la cara, cada vez los inviernos le parecían más fríos, o quizá solo estaba creciendo.
Con su dedo protegido por un guante que su madre había hecho, llamó al timbre, el cual emitió una alegre musiquilla, pero sin darla tiempo a finalizar, Miguel ya había abierto la puerta, como si estuviera apresurado y ansioso de verla. Ambos se saludaron y sonrieron y el la invitó a entrar.
Lisa se acercó al sofá en el que estaba descansando la anciana y la entregó el bizcocho, saludando cordialmente.
—Oh Hola querida, ¿Como estás?— dijo luego la señora, tosiendo con fuerza.
—Me encuentro bien señora, ¿Y usted? ¿Como se encuentra de salud?— respondió la adolescente.
—Tan bien como se puede encontrar una señora de mi edad, decirme pequeños, ¿Que planes tenéis para hoy?— Dijo la anciana, queriendo quitarle importancia al tema.
—Bueno abuela, teníamos planeado estar un rato en casa, y puede que luego salgamos a patinar y dar una vuelta, pero depende de el tiempo— Le contestó su nieto.
—Si, debéis abrigaros, dice el periódico que se acerca una tormenta muy fuerte de nieve, así que si se pone a nevar volver a casa, no querréis quedaros atrapados en ningún lado— Dijo la anciana tosiendo de nuevo.
—Por supuesto señora— respondió Lisa.
La abuela dio la conversación por finalizada y comenzó a bordar, los adolescentes se miraron algo extrañados por la forma tan abrupta de acabar de hablar, pero sin pensarlo mucho se retiraron a la habitación de Miguel, y ambos se alegraron de tener más tiempo de intimidad.
Era la primera vez que Lisa visitaba el cuarto, normalmente se quedaba en el salón o no traspasaba la puerta principal, la habitación no era muy grande, pero estaba limpia y bien organizada, como cabía esperar de Miguel. Tenía estanterías con libros de todas clases, ella los analizó y sacó uno titulado "Grandes poesías de amor".
—¿Te gusta la poesía Lisa?— preguntó el al ver su curiosidad.
—No lo sé, nunca he leído poesía— dijo ella.
—Pues quédatelo, creo que te gustará mucho, lo pensé cuando lo leía— dijo el.
Lisa se sonrojó tras esa frase, y trató de ocultándolo dándose la vuelta y mirando a la estantería.
—Miguel, no me lo puedo quedar, tienes toda la colección— dijo ella rozando con sus dedos los otros libros.
—Que más da, son solo libros, están para leerlos no para que reposen en una estantería sin más— respondió el.
Ella le miró profundamente, y susurró un "gracias", Miguel dio un paso hacia ella sus cuerpos casi se tocaban, ansiando el contacto, pero no pudo, se apartó avergonzado, y trató de disimular agarrando otro libro, comenzó una conversación sobre el, hasta que la tensión desapareció. Ambos se sentaron en el suelo apoyando sus espaldas en la cama y conversaron, hasta que decidieron por fin ir a patinar sobre hielo.
Antes de irse Lisa le devolvió el libro de poesías a Miguel, pues se podría dañar mientras patinaban, y le pidió que se lo entregara otro día. Después de eso se despidieron de la abuela y marcharon.
La, por llamarla así, pista de patinaje estaba situada un poco retirada de la plaza del pueblo, en un parque con un gran lago que se congela durante algunos meses de invierno, y si es seguro permiten a los ciudadanos patinar en el, es una localización hermosa pues se ven las montañas más altas a lo lejos y la naturaleza cubierta en escarcha rodea el lugar.
Los adolescentes de acercaron al puesto para alquilar unos patines, y con impaciencia por la emoción se los pusieron y fueron al lago.
Miguel no era buen patinador, nunca lo había sido, ni cuando eran pequeños, siempre se caía y necesitaba ayuda, Lisa en el contrario era bastante habilidosa, y sabía más trucos. Así que el chico un poco aprovechándose de esto pedía a Lisa que le agarrara del brazo para que no se cayera, lo cual ella hacía encantada.
Los dos patinaban agarrados y sonrientes, la gente alrededor, patinaba alegremente y tenían las narices rojas por el frío, Marta pasó patinando delante suyo, iba con un chico y también iban agarrados, pero de forma diferente, de forma amorosa, cuando se dio cuenta de que Lisa y Miguel estaban allí se incómodo, y observó a quien solía ser su amiga con algo de desprecio, para después marcharse rápidamente.
La pelea fue hacía ya muchos años, Lisa no estaba enfadada, al principio sintió pena y decepción, pues Marta fue una buena amiga por un tiempo, pero ahora tenía a Miguel, y no tenía razones para sentirse culpable pues ella no tuvo la culpa de lo ocurrido. Solo podía esperar que Marta olvidara de una vez esa discusión, y aunque Lisa no tenía esperanzas de recuperar la relación pensó que al menos podrían volver a ser cordiales.
Esos pensamientos fueron interrumpidos por copos de nieve, los cuales incrementaron la cantidad en pocos minutos, la tormenta de nieve se acercaba, así que ambos salieron y empezaron a dirigir hacia casa. Lisa le pidió a Miguel que se fuera a su casa, pues estaba más cerca que la de Lisa, asegurándole que ella estaría bien para volver a casa, pero el no lo permitió. Abrazo a la adolescente con sus brazos para protegerla y guiarla en la nieva y caminaron con gran velocidad.
La nieve a su alrededor empezaba a acumularse hasta el punto que les empezó a llegar a las rodillas y costaba mucho esfuerzo moverse, pero el chico se aseguró de mantener el ritmo antes de que empeorara la situación. Por fin vislumbraron la casa de Lisa, la cual se movía de un lado a otro por los fuertes vientos.
Sin previo aviso, se oyó un crujir y una rama algo gorda de un árbol cayó casi en los adolescentes, Miguel por suerte tuvo rápidos reflejos y saltó encima de Lisa antes de que les golpeara. El cayó encima de ella pero no lo suficientemente fuerte como para dañarla, se apartó rápidamente y la ayudó a levantarse, ella tenía lágrimas en los ojos del susto, y el corazón le latía a gran velocidad, la volvió a agarrar la mano y la dirigió al porche.
Cuando por fin pisaron los terrenos de la casa no pudieron evitar soltar un suspiro de alivio, ambos se sentaron cerca de la puerta a descansar y tranquilizarse. El chico se giró a Lisa que aun lloraba un poco, y la abrazó fuertemente para tranquilizarla, ella le apretó con una fuerza casi sobrehumana y se quedaron así un rato, hasta que ambos corazones estaban calmados. Al apartarse el uno del otro se miraron y como si estuviera ensayado sus labios se juntaron, en un beso que supo a tranquilidad y cariño, un beso que ambos llevaban esperando desde hacía ya mucho tiempo.
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Palabras sin pronunciar
Romantik"Le vio a él, observándola como si no hubiera nada más en el mundo que mereciera ser visto, como si fuera arte que debía ser contemplada." Amantes unidos por el destino y separados por la vida, Lisa y Miguel darán todo lo que tienen el uno por el ot...