Capítulo 11: Abejas zumbantes

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Los hilos de sol iluminaban la estancia, el único sonido que se podía percibir eran las respiraciones de los niños y el rozar del lápiz contra el papel, los tacones de la profesora interrumpieron esa atmósfera, ocasionando que algunos estudiantes levantaran la mirada de su trabajo y la posaran en ella.

—Chicos, os recuerdo que el Martes que viene nos vamos de excursión a las orillas del río para explorar la fauna y flora que nos rodea, por favor comprar todo lo de la lista que os entregué, para los que ya la hayáis perdido, hay copias en mi mesa—dijo la profesora.

La estridente campana de salida de clases la interrumpió.

—Muy bien entonces, tener un buen fin de semana—Finalizó la frase enérgicamente, como si fueran sus palabras favoritas y llevara siglos esperando para decirlas.

Los niños empezaron a guardar y salir de clases, Lisa se aproximó a la mesa para coger una copia y vio salir a Marta la cual ni si quiera la dirigió una mirada. Lisa se apresuró para encontrarla necesitaba hablar con ella, pues desde que se reconcilió con Miguel la otra la ignoraba. Vio a Marta cerca de la salida y gritó su nombre, su amiga se dio la vuelta y al verla se tensó, no tenía escapatoria.

—Marta, tenemos que hablar—dijo Lisa.

Las dos niñas se retiraron del camino y alejándose de la muchedumbre de sentaron en un banco en el patio.

—Vaya, ¿Tu novio no te espera hoy?—Dijo Marta cruelmente pero sin atreverse a mirar a Lisa a los ojos.

—No es mi novio, y supongo que me esperará—dijo Lisa no muy segura de que hacer.

Marta se levantó del banco y comenzó a marcharse, Lisa no se lo permitió y la agarró del brazo para pararla.

—¿Pero que te pasa? Desde que me reconcilie con Miguel me ignoras.—Dijo Lisa algo indignada.

—Yo no te ignoro, tu eres la que ni se molestó en decirme que ahora erais amigos otra vez y la que dejó de caminar conmigo a casa y—Marta fue interrumpida por Lisa.

—No, de eso nada, eres tu la que dejo de caminar conmigo por la mañana a, yo te dije que te unieras a nosotros—Le dijo subiendo el tono.

—Oh si y que honor, caminar con el grupo privado de Miguel y Lisa y obtener un buenos días por tu parte y absolutamente nada de tu amigo porque está tan absorto en ti que no sabe ni de mi existencia, por saberse no se sabrá ni mi nombre— A Marta se le rompió la voz al final de la frase, y Lisa percibió lágrimas agruparse en los ojos de su amiga.

—Sabes que yo te hablaría, además el si se sabe tu nombre— respondió Lisa mucho más calmada al ver a su amiga en ese estado.

—Si se lo sabe es porque eres mi amiga, no porque quiera conocerme— dijo Marta.

—¿Porque te importa tanto de todas formas?— continuo Lisa.

—A mi el, siempre me ha importado— Finalizó Marta.

Lisa no sabía que responder, se limitó a ver cómo Marta se levantaba y comenzaba a irse, su pelo rizado flotaba como una esponjosa nube, su cabeza estaba inclinada hacia delante escondiendo sus lágrimas del sol y sus pies arrastraban como si cargaran con mil penas.

—Oye Marta, si quieres hoy camina a solas con Miguel, dile que estoy castigada y que te dije que os fuerais— Dijo Lisa sin acabar de gustarle la idea, pero detestaba ver así a su amiga.

Los ojos de su amiga brillaron y una sonrisa se formó en sus labios.

—¿Enserio? Gracias Lis— Marta la abrazo y corrió hacia la verja de salida del colegio.

Lisa se quedó sentada en el banco, hundida en sus pensamientos, perdió noción del tiempo hasta que una abeja zumbante la devolvió a la realidad.

Palabras sin pronunciar Donde viven las historias. Descúbrelo ahora