La puerta de la helada casa se abrió rápidamente, lo cual separó a los jóvenes, la madre de Lisa salió y miró hacia los lados muy agitada, al ver a los adolescentes sentados en el suelo, se lanzó hacia ellos para abrazarlos mientras lloraba. Entraron todos en la casa, el padre de Lisa estaba en el tejado quitando la nieve, pues podía colapsar por la cantidad de esta, la madre de Lisa se dirigía de un lado hacia otro tratando de evitar que las goteras empeoraran, y pidiéndole a su hijo menor que encendiera velas por si se iba la electricidad.
—Miguel hijo, hoy te quedas aquí, llama a tu abuela para decírselo y asegurarte de que está bien— dijo la madre de Lisa, saliendo al porche de nuevo agobiada.
Sin más preámbulos Miguel llamó a su abuela, pero no estaba preocupado pues su edificio era relativamente nuevo y tenía un creador de electricidad de emergencia, además de vecinos que podrían ayudar a la anciana si surgía cualquier problema.
—Mamá, oye mamá ¿dónde está Rubén?— Preguntó Lisa observando cómo su madre corría de un lado para otro, y continuaba mirando por las ventanas.
—No lo sé, le envíe a buscarte cuando empezó a nevar, para que Miguel no tuviera que venir hasta aquí, no espere que la tormenta fuera de esta magnitud, es demasiado— dijo la madre con la voz entrecortada.
Luego prosiguió a salir fuera y gritarle a su marido que fuera a buscar a Rubén, lo cual el hizo inmediatamente, pues pensó que ya habría vuelto. El coche no iba a ser capaz de circular con tal cantidad de nieve, así que cogió una pala y una linterna por si oscurecía más y salió a buscar al mayor de los hijos.
Lisa observó a su padre desaparecer entre los copos, y entonces un sonido estático fue acompañado por todas las luces de la casa apagándose, la electricidad se había ido. Miguel salió de la cocina pues la llamada con su abuela se había cortado, y todos se reunieron en el salón.
—Vale, esperaba que la electricidad se fuera, la recuperaremos después de la tormenta, mientras tanto nos tenemos que preparar para la noche, vuestro padre no ha podido quitar toda la nieve así que hay un riesgo de que el tejado colapse, dormiremos en el salón, porque cambiamos los soportes el año pasado, Miguel, ¿Puedes encender la chimenea?, Lisa tu ve y busca mantas y almohadas, y tu mi pequeño trae madera, está en la cocina. — Finalizó la madre de manera nerviosa, temía haber mandado a su hijo y a su marido hacía una muerte segura.
Después de eso cada uno empezó su tarea, la madre de Lisa, encendió cuantas velas pudo, y trajo linternas, dejó una fuera para indicar a su marido el camino de vuelta, y trataba de quitar cuanta nieve posible de la puerta para que pudieran entrar. Lisa reunió todas las mantas de la casa en el salón y tuvo que ayudar a Miguel, pues nunca antes había encendido una chimenea, su pequeño hermano trajo madera, pero bastantes bloques tuvieron que se apartados pues fueron alcanzados por agua y estaban empapados.
La oscuridad alcanzó el pueblo tan rápido como caían los copos, la madre seguía sentada en una ventana que daba a fuera y los otros tres estaban tapados con varias mantas delante de la chimenea, todos estaban agotados, y el calor que emitía el fuego hacía que los párpados cayesen, Lisa abrazó a su hermano pequeño y lo cubrió con otra manta más, y luego ella apoyó su cabeza en el hombro de Miguel, poco a poco todos cayeron en un sueño.
Fueron despertados por los gritos de su madre, que les pedía ayuda para abrir la puerta de entrada. Miguel se lanzó y comenzó a excavar con sus manos desnudas, lo suficiente para que ambos pasaran. Rubén estaba siendo cargado en la espalda de su padre y tenía los labios azules, no reaccionaba pero estaba vivo, la punta de la nariz del señor estaba muy roja, pero estaba mejor de lo que estaba su hijo. La madre de Lisa seguía llorando pero no permitió que eso se interpusiera en sus labores, dejó a su hijo más mayor en el sofá y lo envolvió con tantas mantas como encontró, y cogió uno de los carbones calientes de la chimenea poniéndolo en la bandeja del horno más cerca de el, también pidió ayuda a su esposo para acercar el sofá más a la chimenea, y luego comenzó a rezar al lado de Rubén.
Lisa llamó a Miguel a la cocina, el tenía las manos rojas, y ella las cubrió con un trapo y las abrazó para darles todo el calor posible, el temblaba un poco por el frío y los nervios, y ella tenía ojos de preocupación.
—Seguro que estará bien Lisa, solo necesita entrar en calor—dijo Miguel acercándola un poco.
Ella asintió con la cabeza tratando de encerrar las lágrimas sin suerte, el posicionó un tierno beso en su frente, lo cual la calmó un poco, ambos se miraron a los ojos, como lo habían hecho horas antes y las caras les empezaron a arder.
—Oye Lisa, sobre lo que ocurrió antes, tu eh, no se como decirlo— dijo el bastante incómodo.
Lisa abrazó sus manos con más fuerza aun, el notaba el latido de esta acelerándose un poco.
—A ti ¿no te gusto?— respondió ella bajando la mirada.
—A mi si me gustó— dijo Miguel con seguridad—Solo quería saber lo que tú piensas— Finalizó.
Lisa levantó la mirada y se acercó a él, volviéndose a besar, Miguel sacó sus manos del trapo y la agarró de la cintura para acercarla todo lo que pudo, la joven se apartó levemente y susurrando dijo.
—A mi también me gustó— acabó, volviéndole a besar.
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Palabras sin pronunciar
Romantik"Le vio a él, observándola como si no hubiera nada más en el mundo que mereciera ser visto, como si fuera arte que debía ser contemplada." Amantes unidos por el destino y separados por la vida, Lisa y Miguel darán todo lo que tienen el uno por el ot...